Unesco, la desbandada
La Unesco es noticia. ?Ha conseguido alg¨²n ¨¦xito espectacular en la lucha contra el analfabetismo? ?Ha salvado para siempre alg¨²n nuevo monumento en peligro? ?Ha descubierto una energ¨ªa barata, limpia e inagotable? Nada de eso. Su aparici¨®n destacada en los peri¨®dicos se ha debido, de un tiempo a esta parte, a causas m¨¢s propias de las cr¨®nicas de sucesos -un incendio, un suicidio...- o de los cotilleos pol¨ªticos -un director general controvertido, unos consejos ejecutivos tumultuosos...- que de los cometidos culturales.La Unesco ha vuelto a ser noticia tras el anuncio del Reino Unido de retirarse de la organizaci¨®n dentro de un a?o, mientras Estados Unidos confirma por en¨¦sima vez que lo har¨¢ dentro de unos d¨ªas.
Por su condici¨®n de foro ideol¨®gico, es la Unesco, de todas las organizaciones internacionales, la m¨¢s pol¨¦mica, y, en consecuencia, la m¨¢s vulnerable. Antoine Maurice lo expres¨® muy bien: "La Unesco es una m¨¢quina de moler ideas, y sobre este punto refleja fielmente la discordia actual del mundo".
El club occidental de 20 pa¨ªses nacido al alborear la posguerra se ha convertido en un guirigay de 161 pa¨ªses con reg¨ªmenes pol¨ªticos y culturas dispares y, en multitud de casos, irreconciliables. Esta masificaci¨®n ha tra¨ªdo consigo cambios profundos en la manera de debatir los problemas y hasta en el mismo significado de las palabras: paz, democracia, derechos del hombre, desarrollo, comunicaci¨®n, desarme, comprensi¨®n internacional no quieren decir lo mismo ahora que en 1946 ni en uno u otro lugar del globo. La Unesco se ha visto irremisiblemente abocada a reproducir la confusi¨®n de Babel, y de ah¨ª que ahora asista a un inicio de disgregaci¨®n.
Pero adem¨¢s, detr¨¢s de los grandes principios, de las grandes ideas, se ha ido creando todo un aparato administrativo, o, dicho en lenguaje com¨²n, todo un tinglado cada vez m¨¢s dif¨ªcil de controlar y de hacer funcionar con prontitud y eficacia. Un peri¨®dico lo ha expresado muy gr¨¢ficamente: "El dinero de la organizaci¨®n y la energ¨ªa de los expertos s¨®lo sirven para producir palabrer¨ªa y papeles, de los que de tarde en tarde emerge un templo salvado de las aguas".
La complejidad burocr¨¢tica ha conducido a una dificultad casi insalvable de calibrar la eficacia de sus programas y de evaluar los resultados de sus acciones. Los pa¨ªses que pagan fuertes contribuciones quieren saber qu¨¦ se hace con su dinero, a d¨®nde va a parar, para qu¨¦ sirve.
Otro mal que atenaza la Unesco es lo que Fran?oise Blaser llam¨® "manique¨ªsmo ideol¨®gico primario": una forma de entender el mundo en dos grandes bloques de buenos y malos (los buenos son los pa¨ªses del Tercer Mundo, los no alineados y los del Este, y los malos son las potencias imperialistas y capitalistas de Occidente). Este manique¨ªsmo ha hecho mella en el Gobierno de Estados Unidos, que ha reaccionado con esta frase pronunciada por su embajadora Jean Gerard: "Basta ya de pagar para que nos insulten".
Y luego viene el tema candente de la informaci¨®n. Sus equilibrios, sus desequilibrios, su control, su descontrol, su estatalizaci¨®n, su privatizaci¨®n, han originado controversias en todo el mundo y han hecho correr -nunca m¨¢s adecuada la expresi¨®n- r¨ªos de tinta. Las presiones, y las pasiones, de todo tipo se encrespan en la atm¨®sfera fumosa de la Place Fontenoy, mientras las rotativas de medio mundo trasudan indignaci¨®n y clamor de vestiduras rasgadas.
Aqu¨ª aparece el personaje principal de este drama, el senegal¨¦s Amadou Mahtar M'Bow, director general de la organizaci¨®n. ?C¨®mo es el se?or M'Bow, que parece arrastrar consigo todos los desacuerdos?
Un ser muy particular. De indiscutible inteligencia, mezcla de penetraci¨®n de rayo l¨¢ser y de astucia de viejo lama. Con una incre¨ªble capacidad de trabajo, unida a una resistencia f¨ªsica excepcional. Que ama la confrontaci¨®n, la disputa verbal, el pugilato dial¨¦ctico, en el m¨¢s puro estilo de un peso welter de los debates. De costumbres asc¨¦ticas: como buen practicante isl¨¢mico, no bebe una gota de alcohol, y en las comidas en muy parco. De gran encanto personal cuando se lo propone y est¨¢ de buen humor.
Pero este manojo de cualidades queda empa?ado por una serie de defectos casi paralelos, pues su autoridad se transforma f¨¢cilmente en despotismo; su fe, en fanatismo; su agudeza, en desconfianza; su bonhom¨ªa, en vanidad; su combatividad, en megaloman¨ªa; su poder, en nepotismo, y su meritoria carrera profesional (sus padres eran unos modestos pastores), en una oportunidad de revancha hacia los pueblos que anta?o colonizaron su ?frica natal.
Quienes lo critican ven en ¨¦l un sult¨¢n que exige servilismo m¨¢s que obediencia, un fatuo coleccionador de doctorados honoris causa y hasta un peligroso quintacolumnista del marxismo. Probablemente no llega a ser ninguna de las tres cosas, sino un hombre preso de una selv¨¢tica man¨ªa persecutoria que da hachazos a diestro y siniestro para defenderse de los compl¨®s que incrustan en su cabeza los familiares o los cobistas.
El caso es que, despu¨¦s de Estados Unidos, el Reino Unido abandona el barco, y otros pa¨ªses vendr¨¢n detr¨¢s. Ya Holanda ha hecho saber que reconsiderar¨¢ su posici¨®n como miembro de este organismo. Numerosos funcionarios relevantes han dejado sus puestos de trabajo o han solicitado su traslado a otras instituciones menos azarosas del sistema de las Naciones Unidas.
Ha empezado la desbandada. Pero quien gobierna la Unesco .como un feudo personal" -en frase de The Economist- sigue ah¨ª, aferrado a su sill¨®n. Su profunda convicci¨®n de que "la Unesco soy yo" (como Luis XIV, Franco o Indira Ghandi se cre¨ªan la encarnaci¨®n de Francia, Espa?a o la India, respectivamente) ha acabado por ser real como la vida misma: la inestabilidad de la Unesco es su propia inestabilidad, el manique¨ªsmo que se achaca a la organizaci¨®n es su manique¨ªsmo, el berengenal de "un nuevo orden de la comunicaci¨®n" es el berengenal en el que ¨¦l se ha metido.
La Unesco, la llamada perla de las Naciones Unidas, siempre ha tenido y tendr¨¢ problemas, unos debidos a su constituci¨®n y otros a su crecimiento. Pero lo que ahora tiene es una enfermedad, y esa enfermedad lleva su nombre.
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