Sur¨¢frica, una guerra civil en potencia
El periodista autor de este trabajo considera que con el a?o que ha acabado se ha cerrado una p¨¢gina de la historia en ?frica del Sur. La larga alienaci¨®n entre la minor¨ªa blanca (afrikaner), gobernante, y la mayor¨ªa negra, reprimida como resultado del apartheid, la absoluta separaci¨®n de las razas, est¨¢ entrando en una fase de enfrentamiento que podr¨ªa convertirse en una rebeli¨®n general contra los blancos. Tad Szule ha permanecido un mes en Sur¨¢frica, entrevist¨¢ndose con funcionarios del Gobierno, representantes de la oposici¨®n blanca, diplom¨¢ticos extranjeros y dirigentes y activistas negros y mestizos.
La nueva Constituci¨®n de la Rep¨²blica Surafricana, en vigor desde el pasado mes de septiembre, ha polarizado, en lugar de conciliar, la vida pol¨ªtica del pa¨ªs. Si bien la Constituci¨®n creaba c¨¢maras parlamentarias separadas para los 3,5 millones de ciudadanos de color (mestizos) y de de origen asi¨¢tico, segu¨ªa sin tener en cuenta los derechos pol¨ªticos y humanos de los 23 millones de negros surafricanos. Los 4,7 millones de blancos, con una mentalidad de estado de sitio, siguen manteniendo la supremac¨ªa total.La introducci¨®n de esta Constituci¨®n, aclamada por el presidente Pieter Willen Botha como el "ensanchamiento de la democracia", ha servido ¨²nicamente para radicalizar y alienar a la masa de j¨®venes negros. La poblaci¨®n negra est¨¢ actualmente convencida de que no se les har¨¢ ning¨²n tipo de concesiones en un futuro previsible.
Por eso, los negros est¨¢n levant¨¢ndose desde finales del pasado mes de agosto en las ciudades-gueto que salpican las provincias de Transvaal, Ciudad del Cabo y Natal. En 1976, durante las ¨²ltimas grandes revueltas, la polic¨ªa mat¨® a cerca de 700 negros. La cifra de negros muertos a lo largo de 1984 ha superado el centenar. En octubre pasado, en una medida sin precedentes, el Gobierno envi¨® 7.000 soldados y polic¨ªas a las poblaciones negras, registrando las viviendas de un total de 225.000 personas, en busca de armas y material de propaganda.
Estos nuevos acontecimientos han sacudido la idea tradicional de que los blancos armados pod¨ªan mantener permanentemente sojuzgada a la poblaci¨®n negra. Dirigidos por j¨®venes activistas, cultos y pol¨ªticamente despiertos, a diferencia de sus padres, los negros quieren un nuevo acuerdo. El obispo anglicano Desmond Tutu, primer secretario general negro del Consejo de Iglesias Surafricanas, que recibi¨® el Premio Nobel de la Paz en 1984, ha advertido que su pa¨ªs ha entrado ya en una fase de "guerra civil de baja intensidad".
Soweto
El ejemplo m¨¢s asombroso de la vida en la Sur¨¢frica negra es Soweto (South-Western Townships, o poblaciones del Suroeste), la patria racialmente sagrada de cerca de dos millones de negros. Limita con la ostentosamente rica ciudad de Johanesburgo, cuya poblaci¨®n de pura raza blanca depende para su supervivencia econ¨®mica de la fuerza de trabajo negra y de razas "no europeas", importada diariamente de las cercanas poblaciones de trabajadores.
A pesar de la nueva Constituci¨®n, los controles son m¨¢s estrictos cada d¨ªa. "Estamos asistiendo a un aumento de la segregaci¨®n pol¨ªtica y al atrincheramiento del sistema de apartheid", me dijo John Kane-Berman, director del Instituto Surafr¨ªcano de Relaciones Raciales, en Johanesburgo.
Soweto, al igual que el resto de Johanesburgo, se levanta sobre el emplazamiento de las minas de oro, pero la poblaci¨®n negra es un nido de pobreza, a excepci¨®n de un sector de la clase media alta, al que se denomina localmente Beverly Hills. Debido a que la ley del apartheid no tolera excepci¨®n alguna, hasta los negros ricos y famosos deben vivir en poblaciones segregadas y tienen que regresar siempre a sus casas por la noche. Esto afecta por igual al obispo Tutu y al millonario Richard Maponya, que posee miles de hect¨¢reas de tierra en los territorios nacionales negros, una cuadra de carreras y una cadena de supermercados.
S¨®lo el 30% de Soweto tiene electricidad. La mayor parte de la poblaci¨®n vive en cajas de cerillas, estructuras de cemento con dos peque?as habitaciones y una cocina, aut¨¦nticos hornos en verano y congeladores en invierno.
Seg¨²n el sistema de apartheid, si una persona negra cae enferma o tiene un accidente en Soweto, en casa o en la calle, s¨®lo puede ser auxiliada por una ambulancia propiedad de un negro, conducida por un negro y por un doctor negro del hospital negro. Esta ciudad tiene un ¨²nico hospital de 3.000 camas para una poblaci¨®n de dos millones de personas.
Los 'homelands'
La pol¨ªtica oficial sigue siendo el traslado de todos los negros sur africanos a territorios nacionales que les han sido reservados en diversas zonas del pa¨ªs. Existen 10 de estos homelands o territorios nacionales, cuatro de ellos considera dos pa¨ªses independientes por par te de la Rep¨²blica Surafricana aunque ning¨²n otro pa¨ªs reconoce su independencia. Doce millones de negros viven ya en estos territo rios miserables; todos menos uno han resultado ser un fracaso econ¨®mico, pero el r¨¦gimen de Botha est¨¢ decidido a instalar en ellos a los 11 millones de negros restantes.
La misma tarde en que el presi dente Botha, saludando la nueva Constituci¨®n, hablaba en el Parlamento en Ciudad del Cabo del "ensanchamiento de la democracia", vi c¨®mo la polic¨ªa desalojaba a miles de familias negras de los campamentos en que se hab¨ªan instalado ilegalmente al otro extremo de la ciudad. En medio de una tormenta de invierno destrozaban los refugios construidos con pl¨¢sticos, dejando a los ni?os y ancianos expuestos al viento y a la lluvia.
Para ensanchar la democracia, la polic¨ªa emple¨® blindados, gases lacrim¨®genos y una m¨¢quina que hace estornudar. La m¨¢xima seg¨²n la cual los blancos est¨¢n b¨¢sicamente seguros tras los muro del apartheid, porque controlan un formidable aparato de seguridad y porque los negros est¨¢n divididos entre s¨ª, no tiene ya validez. Habida cuenta de las inmediatas represalias que siguen a la expresi¨®n de opiniones en contra del Gobierno, los dirigentes negros y otras personas bien ¨ªnformadas con las que habl¨¦ se niegan a que se citen sus nombres. Pero me dejaron bien claro que estaban surgiendo nuevos l¨ªderes negros en las universidades y en los nuevos sindicatos negros.
La primera huelga pol¨ªtica
A comienzos de noviembre pasado, la primera huelga pol¨ªtica de los negros en la historia de Sur¨¢frica paraliz¨® gran parte de la econom¨ªa del pa¨ªs durante dos d¨ªas. Por primera vez, trabajadores, estudiantes y activistas pol¨ªticos negros se hab¨ªan unido en una acci¨®n de protesta masiva. El r¨¦gimen devolvi¨® el golpe deteniendo al presidente de la Federaci¨®n de Sindicatos Surafricanos, con 150.000 afiliados negros, y confin¨¢ndole en solitario. El ciclo de enfrentamientos se fue acelerando seg¨²n se aproximaba el final del a?o.
Un factor importante en el desenlace final del apartheid es el agravamiento de la crisis econ¨®mica de Sur¨¢frica. La precipitada ca¨ªda del precio del oro, principal fuente de ingresos del pa¨ªs, ha causado ya serias distorsiones en su econom¨ªa. El valor del rand, la moneda nacional, ha descendido en m¨¢s de un 30%. en relaci¨®n al d¨®lar, tan s¨®lo en 1984. El pa¨ªs se ha visto igualmente obligado, por primera vez, a importar alimentos a causa de las graves sequ¨ªas padecidas. El paro entre los negros, arracimados en poblaciones que parecen prisiones, est¨¢ ya en porcentajes muy altos.
Debido a la necesidad de fortalecer la econom¨ªa, a los blancos no les queda otra alternativa que acelerar la capacitaci¨®n de los negros; Sur¨¢frical necesita desesperadamente obreros cualificados.
La gran iron¨ªa es, naturalmente, la necesidad de educar a los negros para mantener la marcha de la econom¨ªa, a pesar de que el resultado inmediato de tal medida es la creaci¨®n de una oposici¨®n pol¨ªtica. El Congreso de Estudiantes Surafricanos se ha convertido ya un una poderosa organizaci¨®n, y las fuerzas de seguridad no pueden meter a todos sus miembros en la c¨¢rcel. El Frente Democr¨¢tico Unido, un partido ?legal arcoiris, formado por negros, mestizos y asi¨¢ticos, constituye la oposici¨®n oficiosa. El Congreso Nacional Africano es la organizaci¨®n clandestina de lucha armada de los negros. Y el nuevo Comit¨¦ Regional de no Participaci¨®n del Transvaal coordin¨® la huelga general de noviembre.
"Ya ha visto Soweto", me dijo un hombre de negocios de Johanesburgo. "Tiene, entonces, que entender dos cosas: una es que los blancos necesitamos desesperadamente mano de obra cualificada negra; la otra es que los j¨®venes negros no conseguir¨¢n la capacitaci¨®n que necesita este pa¨ªs si los enviamos a los abandonados territor¨ªos nacionales. Por eso debe seguir existiendo Soweto; pero debemos hacerlo m¨¢s habitable si no queremos que se repita la explosi¨®n de 1976".
En los ¨²ltimos a?os, las realidades econ¨®micas han obligado al r¨¦gimen de Botha a abol¨ªr la discriminaci¨®n laboral en la industria y en la miner¨ªa y a reconocer a los sindicatos negros. La presi¨®n principal proviene de los industriales blancos, que exig¨ªan portavoces negros con los que poder negociar.
El papel de Washington
La Administraci¨®n del presidente Ronald Reagan ha tenido que advertir al r¨¦gimen de Pieter W. Botha que no podr¨ªa justificar ante los norteamericanos la pol¨ªtica de Estados Unidos, denominada compromiso constructivo, s¨ª Sur¨¢frica persist¨ªa en mantener la represi¨®n racial. Reagan dijo a finales de octubre pasado que "el apartheid nos resulta repugnante". Gracias a la pol¨ªtica seguida por la Casa Blanca, Estados Unidos pudo mediar en un pacto de no agresi¨®n entre Sur¨¢frica y Mozambique, el vecino Estado marxista negro, y conseguir la gradual retirada de tropas surafricanas de Angola, respaldada por Cuba.
La Administraci¨®n Reagan es contrar¨ªa a presionar a las empresas norteamericanas para que dejen de tener relaciones comerciales con Sur¨¢fr¨ªca. No obstante, las acciones de represi¨®n del r¨¦gimen de Botha no hacen m¨¢s que agravar la situaci¨®n. Y si alguna de las 300 compa?¨ªas norteamericanas con inversiones en Sur¨¢frica (con un total de 3.000 millones de d¨®lares) se marchara del pa¨ªs, quienes m¨¢s lo sentir¨ªan ser¨ªan los negros.
Los trabajadores negros parados ser¨ªan enviados a los territorios nacionales, explica el director del Instituto Surafricano de Relaciones Raciales. Y los empresarios liberales comparten este juicio.
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