El congreso de la placidez pujolista
EL VII Congreso de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica de Catalunya, que se clausura hoy en Barcelona, re¨²ne dos caracter¨ªsticas esenciales: una gran dos¨ªs de complacencia de los delegados hacia la gesti¨®n de la c¨²spide del partido, como fruto de la arrolladora victoria lograda en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas, y una absoluta falta de tensiones en los debates. Esto ¨²ltimo se ha convertido ya en una marca de la casa para el partido que lidera Jordi Pujol, facilitado por el hecho de que los m¨¢ximos dirigentes de CDC siempre se han reservado para ellos el examen, dentro de una gran discreci¨®n, y la capacidad decisoria sobre los temas m¨¢s delicados.No se espera en este congreso ninguna nota disonante, y en caso de que se produjese, muy dif¨ªcilmente trascender¨ªa. Converg¨¦ncia es uno de los pocos partidos espa?oles que celebra sus sesiones congresuales a puerta cerrada y sin Prensa, aunque en esta ocasi¨®n acepta la presencia de periodistas en dos momentos muy concretos de los trabajos: la presentaci¨®n del informe del secretario general, que sea aclamado tras su reelecci¨®n como presidente de la Generalitat, y el an¨¢lisis en el plenario de los resultados de las ponencias que se habr¨¢n debatido en secreto. Independientemente de todas estas medidas estructurales y preventivas, existen pocas posibilidades de que este congreso pueda deparar alguna sorpresa. Ya antes de iniciarse, las altas instancias del partido hab¨ªan filtrado la filosof¨ªa congresual y sus resultados concretos: Converg¨¨ncia crece en militancia y cohesi¨®n interna -su actual eslogan es "muchos y bien avenidos"-, no hay ninguna raz¨®n para reestructurar el equipo dirigente (Jordi Pujol seguir¨¢ siendo el secretario general y continuar¨¢ delegando sus principales funciones partidistas en Miquel Roca), y el congreso debe transmitir a toda Catalu?a una imagen de positiva normalidad. En ese sentido, se ofrece como dato muy constructivo el hecho de que las numerosas enmiendas presentadas a las ponencias oficiales versen sobre matices muy menores y poco esenciales.
Hay una explicaci¨®n de fondo para la armon¨ªa que se exhibe: CDC es un partido con una ¨²nica dimensi¨®n ideol¨®gica clara, el nacionalismo, y vertebrado alrededor de un jefe indiscutible, Pujol, y estos dos elementos, tras una victoria electoral tan sonada como la de 1984, minimizan todos los dem¨¢s aspectos. En este sentido, la realizaci¨®n de un giro tan apreciable como el registrado desde que en 1978, en el manifiesto del V Congreso, CDC se autodefini¨® como partido "defensor de un programa socialdem¨®crata" y como "protagonista de la alternativa de centro-izquierda catalana", hasta la posici¨®n actual, en que aglutina todas las esperanzas de poder del centro y la derecha catalanes, aspirando tambi¨¦n a llegar a hacer lo mismo con el centro y la derecha espa?oles, en un partido as¨ª no han sido necesarios sesudos debates congresuales. Toda la militancia convergente se ha limitado a seguir los razonamientos e intuiciones de Pujol, en quien tiene depositada una confianza ciega para que sea ¨¦l quien decida puntualmente, en cada momento, lo que es mejor para Catalu?a.
En las ¨²ltimas semanas la direcci¨®n convergente ha puesto su acento en anticipar ala opini¨®n p¨²blica, junto al ya mencionado car¨¢cter de placidez previsto para el congreso, su esencia b¨¢sicamente continuista. Pero aunque las ponencias de CDC no supongan oficialmente ninguna revoluci¨®n, la que tiene car¨¢cter estrat¨¦gico, titulada Catalu?a en el a?o 2000, que se atribuye a la pluma personal de Pujol y Roca, incluye dos novedades sintom¨¢ticas. Por un lado, despu¨¦s de que tradicionalmente CDC ha rechazado la cr¨ªtica de que encarna a un catalanismo cerrado -y de que, como alternativa, tanto el PSC como el PSUC aseguren encarnar a un catalanismo progresista y abierto-, la ponencia propone expl¨ªcitamente, en esta ocasi¨®n, que "el concepto de Catalu?a ha de ser cada vez m¨¢s abierto a todos los ciudadanos catalanes y a todos sus valores", una expresi¨®n que tiene un claro sentido din¨¢mico y que s¨®lo se explica en funci¨®n de que antes existiera un concepto de Catalu?a menos abierto a la totalidad de sus habitantes. El sentido de esta apertura es intentar consolidar, de cara al futuro, el voto de aluvi¨®n que Converg¨¨ncia recibi¨® en las auton¨®micas en zonas catalanas con elevada inmigraci¨®n y que hasta esa consulta hab¨ªan sido feudos electorales de los partidos de izquierda.
La segunda novedad, que resulta mucho m¨¢s significativa de lo que expresan las voces que deliberadamente subrayan que el congreso es continuista porque CDC nunca ha recelado del espa?olismo, es el acento que, tambi¨¦n expl¨ªcitamente, expresa la ponencia sobre la participaci¨®n de los convergentes en la pol¨ªtica espa?ola. Se habla, como objetivo, de una "apertura a toda la realidad espa?ola" del partido, y se especifica que "Catalu?a puede hacer ahora", el subrayado es nuestro, "aportaciones importantes al pensamiento pol¨ªtico, social y cultural de Espa?a, aportaciones que, probablemente, no son s¨®lo convenientes, sino tambi¨¦n necesarias". Para una parte del pensamiento catalanista que est¨¢ representado en los sectores m¨¢s radicales de Converg¨¨ncia, ¨¦stas afirmaciones deben resultar muy duras. Duras por su falta de ambig¨¹edad y duras por su contraste respecto a ideas y textos anteriores, ya que, por ejemplo, el principal factor de distanciamiento respecto a los socialistas, que tambi¨¦n se confiesan catalanistas, ha sido la voluntad que han puesto ¨¦stos por participar en la gesti¨®n del conjunto del Estado. No deja de ser triste, sin embargo, que esta clarificaci¨®n tan positiva y tan constructiva para Espa?a llegue a remolque de la necesidad puntual que tiene Miquel Roca, en estos momentos, de conseguir mejorar su credibilidad electoral fuera de Catalu?a. Con todo, y ante las tensiones que este tema podr¨ªa generar en las bases convergentes si se realizaran unas discusiones desinhibidas, hay indicios sobrados de que los debates congresuales sobre la actitud de CDC respecto al Partido Reformista ser¨¢n extremadamente contenidos, pues para ello el propio Jordi Pujol ha volcado previamente todo el carisma de su caudillaje personal se?alando que la direcci¨®n a seguir apunta hac¨ªa la capital de Espa?a.
El congreso de la tranquila euforia convergente puede contribuir, con todo, a cimentar las bases de una dulcificaci¨®n de las relaciones entre el Gobierno de Catalu?a y la Administraci¨®n central. El a?o 1985, sin ninguna cita electoral en esta comunidad aut¨®noma, puede llegar a ser muy positivo en este terreno, aunque algunas espadas de Damocles sigan amenazando a la escena pol¨ªtica. No olvidemos, por ejemplo, la culminaci¨®n de la descentralizaci¨®n financiera, un elemento fundamental para una autonom¨ªa que, como la catalana, ya tiene perfectamente asumidas todas las caracter¨ªsticas pol¨ªticas y culturales de su identidad nacional. Y no olvidemos tampoco las decisiones judiciales que puedan producirse respecto a la gesti¨®n hist¨®rica en Banca Catalana, tema que es la verdadera asignatura pendiente que planea sobre la actual placidez del partido de Jordi Pujol.
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