El largo adi¨®s a L¨ªbano
El Ej¨¦rcito israel¨ª abandona, desmoralizado y sin contrapartidas, un territorio conquistado por las armas
Con el anuncio de la retirada total de su Ej¨¦rcito, en tres etapas, del sur de L¨ªbano, Israel evacua por primera vez en su historia un territorio conquistado militarmente sin ninguna contrapartida, como fue el acuerdo de Camp David, firmado con El Cairo a cambio de la restituci¨®n del Sina¨ª. Y ni siquiera cede ahora a las presiones de Estados Unidos, su principal aliado, que en 1956 forz¨® a Tel Aviv a devolver a Egipto esa misma pen¨ªnsula des¨¦rtica. La resistencia de los habitantes de L¨ªbano meridional ha conseguido lo que no lograron ni los ej¨¦rcitos ¨¢rabes ni los palestinos asentados en la zona ocupada de Cisjordania y Gaza: obligar a marcharse a las fuerzas armadas israel¨ªes.
La carretera de la costa que enlaza las ciudades de Sid¨®n y Tiro ha sido cortada a la altura de la aldea de Adjun. Los automovilistas hacen cola ante un lejano puesto de control militar. Una patrulla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Sur (ELS, milicia pro israel¨ª) adelanta a gran velocidad al cortejo inm¨®vil de coches. La espera se prolonga. Algunos conductores impacientes intentan dar media vuelta. "?Qu¨¦ habr¨¢ pasado?", se preguntan los conductores de unos camiones. "?Nos habr¨¢n detenido para dar paso a un convoy israel¨ª, o les habr¨¢n vuelto a machacar all¨ª?".Las facciones tensas de los soldados israel¨ªes, con el dedo en el gatillo de su fusil de asalto Galil, los impactos de bala en la carrocer¨ªa de un jeep aparcado al borde del camino, los j¨®venes cacheados con las manos en alto y la cara pegada al muro de un garaje, aclaran lo sucedido cuando por fin se pasa el control armado: el Ej¨¦rcito israel¨ª ha sido v¨ªctima de un nuevo atentado.
De nada ha servido reducir el a?o pasado los desplazamientos de convoyes y multiplicar las pesquisas para encontrar armas, fortificar bases y utilizar al ELS como escudo del Tsahal, prohibir la entrada de veh¨ªculos y reforzar el control sobre las personas que entran en el Sur. En los ¨²ltimos ocho meses de 1984, 2.159 israel¨ªes han resultado heridos en el L¨ªbano ocupado, un promedio de m¨¢s de ocho al d¨ªa.
"Ese pa¨ªs est¨¢ loco", afirmaba refiri¨¦ndose a L¨ªbano el coronel israel¨ª Abraham Elran, muerto la semana pasada a consecuencia: de las heridas sufridas en un atentado; probablemente sus hombres, destacados en los alrededores de Tiro, opinen que el estado mayor les ha enviado al infierno, una palabra frecuentemente utilizada en las cartas que los soldados env¨ªan a sus familiares.
"Nuestras fuerzas armadas son un gigante maniatado librado a la ira de la canalla", argumentaba el rabino Isaac Peres, ministro del Interior, para justificar su salida del territorio liban¨¦s. Con un lenguaje m¨¢s matizado, el ministro de Defensa israel¨ª, Isaac Rabin, reconoc¨ªa ante diversas comisiones que su Ej¨¦rcito no estaba en condiciones de mantener el orden en L¨ªbano meridional con la misma eficacia que en Cisjordania, que "el tiempo jugaba all¨ª contra Israel", que "el terrorismo shi¨ª podr¨ªa resultar mucho m¨¢s peligroso que el palestino".
"En L¨ªbano", prosigui¨®, "para nosotros s¨®lo hay opci¨®n entre lo malo y lo peor", y, aunque no lo dijo expl¨ªcitamente, lo malo consiste en retirarse sin haber alcanzado casi ninguno de los objetivos de la operaci¨®n Paz para Galilea. Pero lo peor ser¨ªa, sin duda, quedarse y seguir soportando la hemorragia diaria de sangre israel¨ª.
Al dar la orden a su Ej¨¦rcito, el 6 de junio de 1982, de cruzar la frontera septentrional, el Gobierno israel¨ª pretend¨ªa no s¨®lo poner de una vez a salvo de las bombas palestinas el norte de su pa¨ªs, especialmente Galilea, sino arrasar la infraestructura de la resistencia palestina en L¨ªbano e instalar all¨ª un Gobierno fuerte y amigo.
Aunque con much¨ªsima menos frecuencia que antes de la invasi¨®n, los proyectiles de katyuchas caen a¨²n de cuando en cuando sobre la alta Galilea. Pero m¨¢s a¨²n que estas explosiones espor¨¢dicas, los vivas a Yasir Arafat, l¨ªder de la OLP, proferidos a principios de semana por palestinos y libaneses que se manifestaron sin miedo por las calles de la Sid¨®n a¨²n ocupada, dan la medida del fracaso de Israel en L¨ªbano.
A pesar de estas muestras de nacionalismo palestino, la retirada israel¨ª no significar¨¢ la reaparici¨®n de una presencia armada de la OLP, porque, como ya lo hicieron en los campamentos de refugiados de los suburbios de Beirut, Siria y las facciones libanesas locales intentar¨¢n impedirlo.
Al menos por alg¨²n tiempo, aca so hasta que se reconcilien Damasco y la central palestina, el sur de L¨ªbano dejar¨¢ de ser el punto de partida de ataques de fedai contra el Estado israel¨ª. Al expulsar a la OLP del pa¨ªs, Israel ha logrado, no obstante, reducir su autonom¨ªa de cara a los pa¨ªses ¨¢rabes, permitiendo as¨ª a Damasco entrometerse en sus asuntos y provocar escisiones. ?ste parece ser hasta ahora el ¨²nico resultado positivo para Israel de su ¨²ltima conquista militar.
Activismo nuevo
Pero en vez del terrorismo palestino, Tel Aviv tiene ahora que temer el de los libaneses de confesi¨®n shi¨ª, que hartos de la dominaci¨®n de su regi¨®n por la OLP acogieron a su Ej¨¦rcito con flores en las callejuelas de Nabatiye y que ahora le combaten con m¨¢s determinaci¨®n a¨²n que los milicianos de Arafat. Seg¨²n los expertos israel¨ªes, queda por ver s¨ª, cuando est¨¦ terminada la evacuaci¨®n del Tsahal, los seguidores del imam Musa Sadr, un disc¨ªpulo desaparecido del ayatolah Jomeini, continuar¨¢n acosando a Israel, como lo prev¨¦ el general Ury Or, comandante en jefe de la regi¨®n militar Norte, o dar¨¢n por concluida la batalla contra la entidad sionista.
A trav¨¦s del ELS, que capitanea el ex general Antoine Lahd, los israel¨ªes intentar¨¢n, una vez acabada la evacuaci¨®n, conservar el control de una estrecha franja de territorio liban¨¦s a lo largo de su frontera, como ya hicieron antes de la invasi¨®n con la ayuda del fallecido Saad Haddad, para protegerse de las infiltraciones enemigas.
Pero, a diferencia de Haddad, que pose¨ªa una milicia confesional en la que participaban numerosos shi¨ªes originarios de esa banda territorial fronteriza, Lahd cuenta entre sus hombres con una abrumadora mayor¨ªa de cristianos, porque parte de los miembros musulmanes del ELS han desertado de sus filas durante los 31 meses de ocupaci¨®n del Sur.
A finales de los setenta y principios de los ochenta, las inmediaciones de la frontera israel¨ª fueron un foco permanente de incidentes entre milicianos de Haddad y palestinos. Cuando concluya este a?o la tercera y ¨²ltima etapa de la retirada de las fuerzas jud¨ªas, esa misma zona corre el riesgo de convertirse en un nuevo frente caliente, que opondr¨¢ esta vez a libaneses shi¨ªes y cristianos. Una situaci¨®n muy similar a la que prevalec¨ªa antes de la invasi¨®n.
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