Sin que sirva de precedente
UNO DE los rasgos m¨¢s empobrecedores de nuestra vida p¨²blica es la tendencia de algunos medios de comunicaci¨®n a convertirse a s¨ª mismos en noticia y a incitar a otros peri¨®dicos para que les sigan por el despe?adero del narcisismo y las pol¨¦micas. Las tentativas para aumentar la tirada y para disminuir los n¨²meros rojos en la cuenta de sus p¨¦rdidas explican parcialmente esos ejercicios de autocomplacencia y esas agresiones tabernarias entre nuestros colegas.Mentir¨ªamos si dij¨¦ramos que nos importa un comino, porque tambi¨¦n somos periodistas los que hacemos EL PAIS, y nos duele ver la degradaci¨®n de nuestra propia familia, y porque EL PAIS es una empresa estrictamente period¨ªstica, nacida al calor de la libertad y demasiado comprometida con ella para no alarmarse ante las incitaciones que al enfrentamiento civil y a la subversi¨®n reaccionaria hacen connotados diarios. Pero mentir¨ªamos tambi¨¦n si dij¨¦ramos que nos importa mucho, porque en el pecado llevan la penitencia: los lectores est¨¢n cansados de que peri¨®dicos y periodistas no hagan otra cosa que hablar de ellos mismos -para qu¨¦ decir de las tertulias radiof¨®nicas- y pagan con su despego hacia los medios la fatuidad de ¨¦stos.
La seria crisis por la que atraviesa la Prensa espa?ola hoy, y que en sus perfiles econ¨®micos explicamos en este mismo n¨²mero, proviene no s¨®lo de causas objetivas: est¨¢n presentes tambi¨¦n la incapacidad de algunos gestores y la megaloman¨ªa de otros. La situaci¨®n de esa Prensa, t¨¦cnicamente en quiebra, y cuya supervivencia s¨®lo es posible gracias al impago de deudas estatales o a cr¨¦ditos concedidos a fondo perdido, y las pretensiones de algunos periodistas de sustituir a los pol¨ªticos en el ejercicio del poder convergen en ese panorama desolador que empieza a merecer la desatenci¨®n de la calle. Los flatos sonoros que reclaman independencia en algunas de esas cabeceras tienen que poner sordina a sus pretensiones cuando el inspector de Hacienda visita la casa. Y es una triste realidad que muchos de los que aparentemente gritan tanto contra la autoridad s¨®lo son dram¨¢ticos rehenes de ¨¦sta seg¨²n los libros del fisco.
Pero es triste: peri¨®dicos importantes, o que podr¨ªan haberlo sido; agencias que un d¨ªa brillaron, radios rompedoras, han abandonado sus tareas espec¨ªficas -recoger y elaborar la informaci¨®n, ofrecer an¨¢lisis y valoraciones, servir de cauce a las opiniones de la sociedad, para aturdir a los lectores u oyentes con noticias acerca de sus propias glorias y con incitaciones a la pol¨¦mica -cuando no groseras injurias- dirigidas contra otros ¨®rganos de Prensa. No es la paciencia franciscana, que admiramos, sino la dignidad del propio oficio, el respeto a nuestros lectores y la defensa del papel que debe desempe?ar la Prensa en una sociedad libre las causas de que otros peri¨®dicos -y se?aladamente EL PAIS- prefieran guardar silencio. En cuanto a los motivos para hacer tanto ruido est¨¢n bien explicados en las cifras de difusi¨®n y en las contabilidades de quienes lo organizan.
Claro, que el Gobierno ha contribuido tambi¨¦n a la puesta en escena de esa disparatada comedia de equ¨ªvocos, en la que la megaloman¨ªa de los periodistas aspirantes a pol¨ªticos alterna con la prepotencia de los Pol¨ªticos empe?ados en convertirse en maestros de escuela de los periodistas. La realidad es que esto no es una novedad tampoco. Todos los Gobiernos lo han hecho, y todos los Gobiernos lo har¨¢n. La historia de la libertad de expresi¨®n es la historia de la lucha contra el poder y no pod¨ªa ser una excepci¨®n en esto el Gabinete socialista. Es verdad que reproduce los males de los anteriores Gobiernos, pero ser¨ªa injusto en este caso decir que los empeora. Y algunos ex ministros, de la democracia y de la dictadura, que hoy se dedican trabajosamente al oficio de columnistas o de patronos de los medios de comunicaci¨®n, deber¨ªan tener m¨¢s memoria hist¨®rica de lo que s¨®lo ocurr¨ªa anteayer.
Este comentario est¨¢ hecho tambi¨¦n al hilo de que Promotora de Informaciones. (PRISA), sociedad editora de nuestro diario, ha adquirido un paquete de acciones de la Sociedad Espa?ola de Radiodifusi¨®n (SER) y participa desde anteayer en sus ¨®rganos de gesti¨®n y decisi¨®n. El respeto de ambas empresas por la independencia profesional de los que hacen la SER y EL PAIS ha permitido a esa cadena de radios y a nuestro peri¨®dico ocupar el primer lugar en sus respectivos campos. PRISA ha tomado la decisi¨®n, p¨²blica y conocida, de ampliar sus actividades profesionales, como muchos otros medios de comunicaci¨®n lo hacen, hacia el terreno audiovisual, y la participaci¨®n en la SER tiene miras m¨¢s largas, puestas en la posibilidad de organizar un gran consorcio pluralista de medios de comunicaci¨®n, capaces de gestionar una cadena televisiva en leal competencia con las estatales. En el supuesto de que el Gobierno env¨ªe finalmente a las Cortes un proyecto sobre televisi¨®n privada, seg¨²n ha prometido el presidente Gonz¨¢lez. Esto exige, primero no mezclarse, y segundo, no confundirse: EL PAIS es un proyecto aut¨®nomo de la SER. Su l¨ªnea editorial est¨¢ establecida en un estatuto de la Redacci¨®n, la avalan sus lectores y no hay que perder tiempo en definirla para quienes lean estas p¨¢ginas a diario. La transacci¨®n que comentarnos se ha hecho contra desembolso de m¨¢s de 400 millones de pesetas, salidos ¨ªntegramente de la cuenta do resultados de este peri¨®dico. Y no es cierto que se haya hecho en competencia o disputa con los trabajadores de la SER: las negociaciones han durado m¨¢s de dos a?os y en ning¨²n momento PRISA ha tenido conocimiento de que el comit¨¦ de empresa de la SER optara a esos paquetes de acciones, que s¨ª hab¨ªan sido objeto de otras ofertas. Cuando el lunes pasado la Fundaci¨®n Banco Urquijo recibi¨® una carta de dicho comit¨¦ optando a la compra, la operaci¨®n estaba realizada y firmada desde hace semanas.
Por lo dem¨¢s, es obvio que seguimos dispuestos a publicar cuantas cr¨ªticas merezca la SER, igual que publicamos cuantas merece EL PAIS en nuestras propias p¨¢ginas. Nuestro peri¨®dico se ha construido sobre el convencimiento de la duda, pero sobre bases morales y empresariales ciertas: la aceptaci¨®n de que son los periodistas los responsables de la informaci¨®n, y de que la libertad de expresi¨®n debe ser defendida de las manipulaciones de todos los poderes, pol¨ªticos, econ¨®micos o espirituales; tambi¨¦n del corporativismo de las propias redacciones. Desde el primer d¨ªa lo hemos intentado as¨ª, y a juzgar por los resultados, hay que decir que nuestros lectores nos han comprendido bien. Es con ellos, no con el poder en ninguna de sus formas, con quienes hemos establecido este di¨¢logo. Es a ellos a quienes les debemos explicaciones. Y no vamos, por lo mismo, a abusar ni un minuto m¨¢s de ellos habl¨¢ndoles de c¨®mo se miran los periodistas el ombligo en este pa¨ªs. Deseng¨¢?ense los polemistas: si esto les vale como respuesta, ah¨ª la tienen. Otra cosa no les vamos a contestar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.