Mar¨ªa Goretti, un mito que se tambalea
Casi todos los intelectuales italianos est¨¢n escribiendo o participando en un debate sobre santa Maria Goretti. El mecanismo se ha puesto en marcha por un libro de Giordano Bruno Guerri en el que se afirma que Maria Goretti ten¨ªa muy poco de santa y de m¨¢rtir. Era una pobre ni?a ignorante, asustada, asesinada por un pobre desgraciado como ella. Todo ello, en el mundo m¨ªsero de los pantanos pontinos antes de su saneamiento. Quienes montaron la cosa fueron los padres pasionistas, y luego el papa Pacelli -P¨ªo XII-, que deseaba obtener la simpat¨ªa del mundo campesino pobre y contraponer sus virtudes a los vicios de la ciudad. As¨ª, pues, la historia de Maria Goretti habr¨ªa sido manipulada, rehecha, hasta el punto de haber creado el mito de una Maria Goretti, jovencita bell¨ªsima y plena de ardiente fe, que se enfrenta al martirio para no renunciar a su virginidad. Pero en cambio era fea, peque?a y sucia, rota e ignorante. Hab¨ªa comulgado s¨®lo tres veces en su vida. Y perdon¨® a su asesino s¨®lo cuando se lo pidieron expl¨ªcitamente. Pero lo m¨¢s importante es que no se neg¨® a la violaci¨®n por fe, sino por repugnancia instintiva.Pero, ?d¨®nde est¨¢ el esc¨¢ndalo? Hay varios. El primero es que la historia m¨ªtica del santo, su hagiograf¨ªa, no corresponde a la realidad hist¨®rica. Naturalmente, se trata de algo que todo el mundo, en particular los intelectuales (incluidos los cat¨®licos), deber¨ªa saber: que muchos santos son totalmente inventados. Como san Jorge o san An¨®nimo. Que otros son santos por m¨¦ritos pol¨ªticos, como casi todos los reyes, desde Carlomagno. Que la proclamaci¨®n de un santo s¨®lo se produce cuando la Iglesia tiene inter¨¦s en que sea as¨ª. Juana de Arco vivi¨® en el siglo XV. Y nadie sabe a ciencia cierta qu¨¦ fue lo que hizo. Ni qui¨¦n fue en realidad. Lo que s¨ª es cierto es que fue santificada en el siglo XX, cuando el papado se acerc¨® a Francia.
La Iglesia cat¨®lica es una instituci¨®n milenaria. Se form¨® absorbiendo cultos, movimientos, fermentos surgidos para desafiarla. Se ha ido adaptando de manera m¨¢s o menos d¨²ctil a los tiempos. Desde un punto de vista sociol¨®gico, sus santos son personas que contribuyeron al engrandecimiento de la Iglesia durante su vida o tras su muerte. Muchos son jefes carism¨¢ticos: san Francisco, santo Domingo, san Ignacio. Verdaderos refundadores de la cristiandad. Otros, en cambio, resultaron ¨²tiles solamente despu¨¦s de su muerte, por el ejemplo que pod¨ªan dar, porque simbolizaban un comportamiento al que la Iglesia atribu¨ªa gran valor. ?ste fue el caso de san Luis Gonzaga o de Maria Goretti. Otros m¨¢s pudieron inquietar durante su vida, pero sus fieles merecieron atenci¨®n, como Gertrudis la Grande o como, recientemente, el padre P¨ªo. Ha habido tambi¨¦n muy grandes papas que no han sido santificados porque tuvieron demasiada importancia hist¨®rica, porque fueron demasiado conocidos como para poderlos enmarcar en los criterios de la hagiograf¨ªa cristiana, como Hildebrando de Soana (Gregorio VII) e Inocencio III.
La pobre historia de Maria Goretti parece llevar a las p¨¢ginas de los diarios, por primera vez, esta verdad constatada, notoria, sabida; pero, naturalmente, en Italia siempre negada. Es decir, que la santificaci¨®n es un proceso hist¨®rico, que depende de juicios de valor hist¨®ricos, basado en intereses concretos, en conflictos hist¨®ricos. Si luego los creyentes ven en todo esto la obra del Esp¨ªritu Santo, es su problema. El historiador no encontrar¨¢ nunca al Esp¨ªritu Santo. Si un historiador se pregunta si una determinada persona merec¨ªa realmente ser santificada, deja de ser historiador inmediatamente. El historiador -o el soci¨®logo- tratar¨¢ de explicar por qu¨¦ fulano fue beatificado en tal ¨¦poca, con qu¨¦ apoyos cont¨®, en beneficio de qui¨¦n y contra qui¨¦n. Pero si se pregunta si fue realmente santo o no, se sit¨²a en la misma perspectiva de la Iglesia. Es decir, se inserta, tard¨ªamente, en el proceso de beatificaci¨®n. Act¨²a y piensa como un creyente.
El libro que comentamos y el debate tienen que ver precisamente con este problema: si Maria Goretti es o no es santa, si mereci¨® el t¨ªtulo o no. Planteado as¨ª, el asunto se convierte en un acontecimiento interno del catolicismo. Participar en ¨¦l significa participar en la revisi¨®n del proceso de beatificaci¨®n. Puesto que hay debate sobre esto, quiere decir que la cultura italiana es todav¨ªa cat¨®lica, se halla totalmente inmersa todav¨ªa en la l¨®gica del catolicismo, puesto que piensa que hay una santidad objetiva que puede determinarse a trav¨¦s de un proceso por medio de la lista de las buenas obras y de los milagros. Una santidad rigurosamente cat¨®lica, construida sobre dogmas cat¨®licos, que implica una fe cat¨®lica.
El debate sobre Maria Goretti, por todo ello, es an¨¢logo al que el d¨ªa de ma?ana podr¨ªa producirse respecto de la beatificaci¨®n del padre P¨ªo. Un debate en el que tanto quienes est¨¢n a favor como quienes est¨¢n en contra comparten los mismos valores. Todo esto podr¨ªa considerarse un s¨ªntoma de revigorizaci¨®n religiosa. El fen¨®meno se produjo ya en Estados Unidos hace unos a?os; tanto la presidencia de Carter como la de Reagan se han visto influenciadas por nuevas fuerzas religiosas. Pero en Estados Unidos la religi¨®n influye en
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la pol¨ªtica desde el exterior y no en forma de partido pol¨ªtico, como ha ocurrido en Italia con la Democracia Cristiana. Tambi¨¦n la ¨²ltima fuerza pol¨ªtico-religiosa surgida en Italia, Comunione e Liberazione (Comuni¨®n y Libe-raci¨®n), se ha situado inmediatamente en esta corriente de participaci¨®n pol¨ªtica directa a trav¨¦s del Movimiento de Cat¨®licos Populares.
Lo que hasta el momento ha faltado en Italia ha sido un despertar exclusivamente religioso, sobre asuntos exclusivamente religiosos, que excluyan a la pol¨ªtica. El inter¨¦s por la santidad, la pregunta de si se trata de verdadera santidad es, en este campo, una verdadera pregunta religiosa, planteada seriamente. Una pregunta que puede plantearse al p¨²blico de hoy, m¨¢s preparado, m¨¢s culto, que ya no acepta la hagiograf¨ªa tradicional porque es incre¨ªble, grotesca. Y que utiliza ya los instrumentos de la raz¨®n cr¨ªtica, de la historiograf¨ªa, con el fin de conocer y opinar. En esto hay quiz¨¢ algo de impertinencia protestante. Alg¨²n monse?or puede molestarse. Pero se da tambi¨¦n el deseo sincero de hallar de nuevo un catolicismo honrado. Aun a costa de tirarlo todo por los aires, aun a costa de renunciar a muchos mitos. Si no fuese as¨ª, la gente no discutir¨ªa con tanta pasi¨®n.
La hip¨®tesis no es descabellada. Hace unos a?os se produjo un nuevo despertar en la filosof¨ªa. Pero el catolicismo, la Iglesia, segu¨ªan siendo una realidad compacta de la que los fieles, o los ex fieles, se manten¨ªan un poco alejados. Hoy quiz¨¢ haya comenzado una marcha de aproximaci¨®n m¨¢s madura, m¨¢s racional, y, por tanto, sin repercusiones sobre la pol¨ªtica, sobre el voto. Si admitimos la existencia de este despertar religioso-cat¨®llico, aqu¨¦lla no tiene que ver con lo pol¨ªtico. La cr¨ªtica de la dimension manipulativa de la santidad es precisamente lo contrario de lo pol¨ªtico, de la actividad de la Iglesia como cuerpo pol¨ªtico. Lo que no quiere decir en absoluto que el catolicismo, en general, se haga menos pol¨ªtico. Antes bien, este Papa es uno de los mayores pont¨ªfices de los ¨²ltimos siglos: se ha situado decididamente a la cabeza del catolicismo como religi¨®n universal y est¨¢ desafiando tanto al marxismo como al utilitarismo capitalista. En Suram¨¦rica, sus viajes provocan verdaderas movilizaciones populares, convirti¨¦ndole incluso en interlocutor v¨¢lido de Estados Unidos. Su lucha contra la teolog¨ªa de la liberaci¨®n est¨¢ destinada a evitar que haya nadie a su izquierda.
Pero de lo que estamos hablando es un fen¨®meno m¨¢s t¨ªpicamente italiano. Se trata de una emancipaci¨®n, t¨ªmida y parcial, si se quiere, de lo religioso respecto de la pol¨ªtica directa, de partidos. Una emancipaci¨®n, t¨ªmida y parcial, respecto del magisterio dogm¨¢tico y asfixiante de la Iglesia de la contrarreforma. Tan t¨ªmida y parcial que podemos preguntarnos si el proceso seguir¨¢ adelante o si el debate sobre Maria Goretti va a ser s¨®lo una moda ef¨ªmera.
(Traducci¨®n: C. A. Caranci.)
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