Papeles para la historia
Desde hace algunos a?os, desde que se restableci¨® en Espa?a el sistema democr¨¢tico, los responsables de la Administraci¨®n estatal de archivos, empezando por el profesor Javier Tusell durante el mandato de varios gobiernos de UCD, y con la inapreciable colaboraci¨®n de un excelente plantel de archiveros dirigidos por el subdirector general de Archivos, Jos¨¦ Manuel Mata, han emprendido la tarea de rescatar para el Archivo Hist¨®rico Nacional, y por ende para la conciencia colectiva de los espa?oles, la documentaci¨®n conservada por destacadas personalidades de la vida p¨²blica espa?ola durante la II Rep¨²blica Espa?ola, la guerra civil y posteriormente en el exilio.Se recuperaron as¨ª los papeles del general Vicente Rojo, los del pol¨ªtico y escritor socialista Luis Araquistain y los de Diego Mart¨ªnez Barrio, entre otros.
Durante la gesti¨®n del ministro Javier Solana tuvieron entrada en el Archivo Hist¨®rico Nacional los papeles, casualmente encontrados en la antigua Escuela Superior de Polic¨ªa, procedentes de la documentaci¨®n de don Manuel Aza?a.
Incomprensi¨®n y exilio
Pero la pol¨ªtica estimuladora, de donaciones no se ha paralizado; antes al contrario. Recientemente se ha incorporado a los legajos, preservados con gran cari?o en el Archivo Hist¨®rico Nacional, la documentaci¨®n que conserv¨® durante largos a?os de incomprensi¨®n y exilio el doctor don Marcelino Pascua, m¨¦dico, ex embajador de la Rep¨²blica en Mosc¨² y en Par¨ªs durante la, guerra civil y fiel colaborador de uno de esos socialistas que han tenido la mala fortuna de que casi nadie desde el poder pol¨ªtico, institucional o intelectual (salvo mi admirado amigo el profesor Juan Marichal y alguno que otro) haya querido romper con eficacia una lanza por ¨¦l: don Juan Negr¨ªn.
La cesi¨®n de los papeles del doctor Pascua al gran repositorio documental de nuestro pasado se debe a la generosidad de uno de sus amigos m¨¢s fieles y a quien corresponde hacer llegar desde estas l¨ªneas tributo pol¨ªtico de reconocimiento: don Jos¨¦ Guill¨¦n.
En los a?os en los que alboreaba el sistema democr¨¢tico -cuando el Ministerio de Hacienda reten¨ªa y se negaba a distribuir una obra sobre el oro espa?ol en la guerra civil, que me fue posible preparar merced al apoyo incondicional del profesor Enrique, Fuentes Quintana-, las pesquisas que primeramente el doctor Marcelino Pascua y luego don Jos¨¦ Guill¨¦n me autorizaron a realizar en los papeles de aqu¨¦l tuvieron una importancia capital para avanzar en el desmontaje de uno de los mitos m¨¢s tenazmente cultivados; por el r¨¦gimen franquista y de los que ¨¦ste no se desdijo jam¨¢s p¨²blicamente: el mito del llamado oro de Mosc¨².
Cuando se cumpla el plazo de cierre parcial de consulta impuesto a tales documentos (que es de cinco a?os) ser¨¢ posible para cualquier investigador verificar la gesti¨®n p¨²blica de don Marcelino Pascua, que es una de esas figuras que han quedado desdibujadas en el recuerdo colectivo y a la que no han faltado algunas apostillas hirientes de muchos de quienes no tuvieron pudor en falsear sus memorias o en utilizarlas como armas de guerra dial¨¦ctica.
Gracias a la labor meritoria del por desgracia prematuramente desaparecido doctor Gonzalo Moya se rescat¨® en los a?os de la transici¨®n la labor como m¨¦dico especializado en higiene y salubridad p¨²blicas del doctor Marcelino Pascua, primer director general de Sanidad de la II Rep¨²blica, un socialista de pro, docente de la Escuela Nacional de Higiene y diputado a Cortes en la primera legislatura republicana.
Se han comentado hasta la saciedad las realizaciones profesionales de los hombres de la instituci¨®n y de aquel peque?o n¨²cleo de espa?oles que en los a?os posteriores a la I Guerra Mundial hicieron acopio del bagaje cultural y filos¨®fico que, en Europa y Am¨¦rica, nos puso a tono con la sinton¨ªa del mundo m¨¢s avanzado.
Otra historia
Menos suerte han tenido los especialistas en ciencias de la salud. En lo que a ¨¦stos se refiere hay que recordar aqu¨ª que ya en 1926 un joven m¨¦dico, reci¨¦n terminados los cursos y seminarios del doctorado, se, especializaba en epidemiolog¨ªa general y especial, estad¨ªsticas sanitarias (campo en el que descollar¨ªa tras la II Guerra Mundial en la Organizaci¨®n Mundial de la Salud), administraci¨®n de higiene p¨²blica y bacteriolog¨ªa e ingenier¨ªa sanitarias en la Escuela de Sanidad de la universidad Johins Hopkins, de Baltimore, becado por la Fundaci¨®n Rockefeller.
Poco despu¨¦s, Marcelino Pascua proseguir¨ªa unos nuevos estudios sobre metodolog¨ªa estad¨ªstica en el University College y otros de epidemiolog¨ªa en el Medical Research Council londinenses, y unos terceros estudios sobre la organizaci¨®n sanitaria brit¨¢nica.
En Dinamarca, Alemania, Holanda,, Francia, Italia y Austria, siempre apoyado por la Fundaci¨®n Rockefeller, Pascua (doctorado en 1929) deambul¨® inquieto por diversas instituciones con el fin de aprender lo necesario para aportar su granito de arena a la modernizaci¨®n de Espa?a por la que aspiraban muchos de quienes dieron el no f¨¢cil salto que en la ¨¦poca representaba salir a estudiar al extranjero.
Los papeles hoy depositados en el Archivo Hist¨®rico Nacional cuentan, sin embargo, otra historia: algunas impresiones del doctor Pascua sobre el pa¨ªs de los soviets, entonces encenagado en las grandes purgas; sus contactos con Stalin (fue uno de los pocos embajadores occidentales que despach¨® con ¨¦l en varias ocasiones) y con la alta Administraci¨®n sovi¨¦tica; las laboriosas gestiones para estimular el apoyo del Kremlin a la causa republicana, y -?c¨®mo no?- las vicisitudes por las que atraves¨® a su llegada el oro de Mosc¨², ese que el franquismo sepult¨® finalmente bajo una losa de patra?as y mentiras en momentos en que acrisolados prohombres del r¨¦gimen del general Franco no dudaban en dejar tras de s¨ª una situaci¨®n de tierra quemada cuando cesaban en sus funciones y desaparec¨ªan de sus despachos llev¨¢ndose consigo los escasos documentos fiables que la dictadura hab¨ªa podido conseguir o generar.
Pero tambi¨¦n, y sobre todo, lo! papeles del doctor Pascua cuentan el lado espa?ol (que no aflora siempre en los documentos del Quai d'Orsay) de las procelosas relaciones of¨ªciales con la Francia del per¨ªodo de Munich, la amargura por las amenazas de cierre de frontera y su realizaci¨®n, la desorientaci¨®n que precedi¨® a la derrota y el lamentable espect¨¢culo de un presidente de la Rep¨²blica huyendo de su propia cobard¨ªa y de sus responsabilidades.
Se?as de identidad hist¨®rica
Como background aparecen los sufrimientos del pueblo llano interpretados en numerosas cartas personales por la prosa magn¨ªfica de aquel gran socialista que fue Juli¨¢n Zugazagoitia, autor de una de las primeras visiones magistrales de la reci¨¦n terminada contienda y que fue fusilado poco despu¨¦s por el general Franco.
S¨ª; dimensiones que todas ellas han permanecido m¨¢s o menos ocultas al gran p¨²blico, e incluso tambi¨¦n a los historiadores y los especialistas, pueden rescatarse de papeles amarilleados por el paso de los a?os, por el decoloramiento de la tragedia encerrada en secas ¨®rdenes, en escuetos telegramas, en apresurados informes y en lo que entonces aparec¨ªa tan solo como una ef¨ªmera correspondencia entre individuos y que, con los a?os, adquiri¨® un significado hist¨®rico y documental que no ten¨ªa en un principio.
Para la ' recuperaci¨®n de ciertas se?ales de identidad hist¨®rica espa?ola hay que decir que termin¨® bien el pasado a?o de 1984, considerado desde el punto de vista de la pol¨ªtica de enriquecimiento del Archivo Hist¨®rico Nacional.
?Qu¨¦ diferencia, en comparaci¨®n, con la documentaci¨®n oficial conservada por el general Franco y todav¨ªa hoy sustra¨ªda al pueblo espa?ol, de derechas e izquierdas, para mejorar la comprensi¨®n colectiva de 40 largas a?os de posguerra.
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