Nuestros queridos esclavos
Son duros los tiempos que corren incluso para quienes ten¨ªan el porvenir resuelto. Al cabo de los a?os s¨®lo han podido resolver el pasado. No obstante, la batalla contin¨²a. La lucha del individuo contra el medio, m¨¢s a¨²n si ese individuo es un disidente o un no alineado, aquel a quien no convencen los partidos ni las coyunturas, sigue viva, tajante, implacable. Su derrota, por tanto, es segura.S¨®lo los mes¨®cratas alcanzan el reino de los fuertes. Cuantos han entendido que no es necesario el trabajo bien hecho, sino la sonrisa oportuna, la coba adecuada. Los primeros, pierden; los segundos, sobreviven en su sue?o de poder.
Un noble catedr¨¢tico de Derecho ha perdido su guerra. Desde su lejano republicanismo, ha visto descender sus acciones en el raro mercado del trabajo. Quiz¨¢ lo que piensa y dice no es producto de la moda, o quiz¨¢ su viudez, tambi¨¦n lejana, le ha mantenido en un reducto personal que no le contagi¨® de los vocablos o morales de los tiempos nuevos.
Stico
Direcci¨®n: Jaime de Armi?¨¢n. Gui¨®n: Armi?¨¢n y Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Fotograf¨ªa: Teo Escamilla. M¨²sica:Alejandro Mass¨®. Int¨¦rpretes: Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Carme El¨ªas, Amparo Bar¨®, Manuel Zarzo. Comedia, espa?ola, 1984. Locales de estreno: Pompeya, Gayarre y Sainz de Baranda. Madrid.
Lo cierto, en cualquier caso, lo que Stico presenta en sus primeras im¨¢genes, es que ese catedr¨¢tico vagabundea por las calles de Madrid en pat¨¦tica busca de un bocado de pan.
A ello han quedado reducidas sus largas horas de, estudio, sus ut¨®picas ilusiones de un mundo mejor, su trabajo lento y riguroso que se concreta en ese archivo de leyes, citas y opiniones donde se conservan los criterios ajenos y cuantos pacientemente ¨¦l ha esbozado a su lado. Se ha quedado solo.
Una humorada
La humorada que Jaime de Armi?¨¢n y Fern¨¢n-G¨®mez han planteado en el gui¨®n de Stico es la de convertir a ese entra?able catedr¨¢tico en un esclavo de la toma antigua. ?Qu¨¦ otra soluci¨®n puede quedarle a quien, como ¨¦l, ha, sido vencido en todas sus pol¨¦micas? Su moral no es la de ahora; su competitividad, abstracta. Siguiendo el curso de aquella historia, se ofrece como esclavo a uno de sus disc¨ªpulos, quiz¨¢ el m¨¢s mediocre, pero tambi¨¦n, o por eso, al borde del ¨¦xito institucionalizado. Si, como aquellos soldados que perd¨ªan sus guerras, ¨¦l pudiera ofrecerse como esclavo al mejor postor, su futuro, el futuro de las comidas, los trajes y el buen dormir, podr¨ªa quedar asegurado.A partir de esa admirable presentaci¨®n, aunque no la m¨¢s brillantemente rodada por Armi?¨¢n, Stico contempla la situaci¨®n de ese raro siervo en ¨¦poca actual, donde los tales han disimulado su condici¨®n con jerga de sindicato. ?Un siervo que duerme a la puerta de su se?or en un moderno chal¨¦ de urbanizaci¨®n a letras! Las oportunidades para imaginar la cotidianeidad de tan pintoresco personaje han sido desarrolladas por guionistas y director con desigual fortuna, perdiendo por su tono plano la capacidad corrosiva de la idea. Pero ¨¦sta permanece a lo largo de todo el filme, que por otra parte abunda en gags y situaciones ins¨®litas.
Las mejores tienen a Fern¨¢n-G¨®mez como protagonista absoluto. Ese excepcional actor, que ha desarrollado a lo largo de su trabajo como guionista y autor las m¨¢s desoladoras cr¨®nicas de perdedores, comunica a su Stico el desvalimiento y la lucidez de tipo tan peculiar, convirti¨¦ndolo en un veros¨ªmil ser de nuestros d¨ªas, pero adem¨¢s, con la ayuda de Armi?¨¢n en un s¨ªmbolo posible en la amenaza de una sociedad llena de esclavos o en la posibilista oportunidad laboral del 20% de la poblaci¨®n activa.
En Fern¨¢n-G¨®mez se dan los matices y la humanidad de un dolor que se toma a risa como soluci¨®n de emergencia. No fue extra?o, sino previsible, el aplaudido Oso de Plata del reciente festival de Berl¨ªn como homenaje a su trabajo.
Los dem¨¢s actores realizan su cometido con devoci¨®n y complicidad, pero en ellos recaen las m¨¢s d¨¦biles situaciones del gui¨®n, las que alargan la historia por el camino de la an¨¦cdota. Agust¨ªn Gonz¨¢lez y Amparo Bar¨® exponen su inteligente sabidur¨ªa para el sainete y Carme El¨ªas su inquietante personalidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.