Canad¨¢ o la promesa
La verdad es que el Rey no me pregunt¨® nunca lo que opinaba sobre la materia, pero de haberlo hecho la respuesta habr¨ªa sido altamente favorable a sus intenciones. Llevo a?os diciendo a todos los amigos con hijos adolescentes que el mejor sitio donde mandarles es Canad¨¢, un lugar que tiene todas las ventajas de Estados Unidos sin ninguno de sus inconvenientes; es decir: se trata de una sociedad industrializada con todos los alicientes del progreso en la construcci¨®n y en el transporte, en la medicina y en la libertad de expresi¨®n, pero sin las minor¨ªas irritadas por la desigualdad social o racial, como es el caso de la negra o de la hisp¨¢nica en EE UU. Y con la ventaja complementaria para un europeo de contar con dos culturas en pocos kil¨®metros de distancia, o sea, la angl¨®fona y la franc¨®fona, lo que permite al residente saltar simb¨®licamente de Par¨ªs a Londres sin salirse del pa¨ªs.... Exagerando un poco, claro. El ingl¨¦s de Toronto no es precisamente el de Cambridge y el franc¨¦s de Quebec est¨¢ aun m¨¢s alejado del de la Sorbona. Recuerdo que en un viaje mar¨ªtimo alrededor del mundo una quebecoise me preguntaba si en la Espa?a de Franco hab¨ªa tantos guardias civiles y pitres como se dec¨ªa. Yo le contest¨¦ que, efectivamente, se ve¨ªa a menudo en las zonas rurales a la Benem¨¦rita, pero que no ten¨ªa la menor idea de lo que eran los pitres. Ella insisti¨®, y despu¨¦s de varios esfuerzos descriptivos llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que se refer¨ªa a los sacerdotes, los pr¨ºtes, pronunciado en su an¨¢rquica y local manera.
Pero ese patois no obsta para que las librer¨ªas y los cinemat¨®grafos presenten all¨ª la crema de la cultura francesa, desde Proust a Truffaut, igual que en la zona angl¨®fona pueda leerse a un Hemingway, y o¨ªrse a un Lawrence Olivier.
Hace unos a?os, como es sabido, esa rica dualidad estuvo a punto de destrozarse en un separatismo tan falso como da?oso. Tras la desafortunada frase de De Gaulle "?Vive Quebec libre!", los franc¨®fonos extremistas de la zona se lanzaron a una campa?a de violencia en la que no falt¨® el horrible estilo de ETA, con asesinatos de personalidades de la otra cultura; la posibilidad de la escisi¨®n gravit¨® durante unos a?os sobre esas provincias, hasta que la pol¨ªtica inteligente de Trudeau consigui¨® desactivar la atenci¨®n con medidas comprensivas y descentralizadoras. Hoy, a juzgar por el resultado del congreso de los autonomistas que dirige Lev¨¦que, la situaci¨®n parece estabilizada. Los ciudadanos de Quebec y Montreal, como los de Toronto y Ottawa, se manifiestan primero canadienses y luego defensores de sus caracter¨ªsticas particulares en la lengua y en la costumbre.
Espl¨¦ndido lugar, pues, para mandar a un joven. Y preciso lo de joven porque son los ¨²nicos a los que no puede molestar el ¨²nico inconveniente grave que Canad¨¢ presenta a los forasteros. El intenso fr¨ªo, capaz de hacer retroceder en su proyectado viaje al espa?ol o al italiano maduro, se convierte para el muchacho en una agradable perspectiva del deporte sobre la nieve o el hielo. En la capital de Canad¨¢ un alcalde decidi¨® hace a?os aprovechar la existencia del canal que zizaguea por la ciudad convirti¨¦ndolo en los meses invernales en una espl¨¦ndida pista de patinaje por la que es normal ver a ejecutivos dirigi¨¦ndose a, o volviendo de, su trabajo, alternando as¨ª el sano ejercicio y la labor sedentaria.
Claro que no todo Canad¨¢ es fr¨ªo. Vancouver, en el extremo oeste, tiene una temperatura templada todo el a?o, con abundancia de lluvia y ausencia de nieve, pero en su contra est¨¢ la tremenda lejan¨ªa y la falta del aliciente franc¨¦s antes mencionado.
De Vancouver sal¨ª una ma?ana de un lunes en tren para apreciar mejor la inmensidad de Canad¨¢, lo que qued¨® claro cuando a pesar de su velocidad no llegu¨¦ hasta el jueves a Quevec. No conozco otro pa¨ªs en el que las distintas zonas est¨¦n divididas con la precisi¨®n de ¨¦ste. Parece que el que hizo el mapa con tiral¨ªneas repiti¨® su labor con la misma seguridad en la naturaleza. Uno est¨¢ recorriendo las bell¨ªsimas monta?as Rocosas, con sus cumbres nevadas, y de pronto ve c¨®mo empiezan las llanuras ininterrumpidas, las praderas donde se encuentra la gran producci¨®n agr¨ªcola de Canad¨¢ y sus yacimientos de petr¨®leo. Tras centenares de kil¨®metros de trigo, centeno y ma¨ªz, nuevo golpe de escena. Otra invisible raya vertical obliga al paisaje a cambiar de forma total acerc¨¢ndose en su aspecto -colinas boscosas, saltos de agua, verde c¨¦sped- a la Escandinavia europea. Y al final os esperan las dos hermosas ciudades antes mencionadas... Si Ottawa, con su majestuoso Parlamento y sus cuidados jardines, parece una dama brit¨¢nica dignamente sentada, Quebec recuerda una alegre ciudad francesa de provincias donde no falta el caf¨¦ al aire libre o los coches de punto para la sosegada visita.
Es un gran pa¨ªs para visitar, un gran pa¨ªs para abrirse camino porque todav¨ªa tiene espacio y oportunidades para quien quiera trabajar de firme. Los estadounidenses recuerdan siempre la frase de aquel pol¨ªtico del siglo XIX: "Go west, young man", "Joven, vete al Oeste"; a California, a Oreg¨®n: all¨ª est¨¢n las oportunidades. Nuestro Oeste, el Oeste prometedor de los europeos, para m¨ª es Canad¨¢. Su Majestad, evidentemente, est¨¢ de acuerdo.
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