Javier Krahe y el desali?o como est¨¦tica
Es imposible no recordar a Georges Brassens cuando se escucha a Javier Krahe, al margen de si el conocimiento fue previo o posterior al momento en que este ¨²ltimo comenz¨® a componer y ejecutar sus canciones.Como el cantante franc¨¦s, Krahe es un contador de historias, y como ¨¦l tiene una dif¨ªcil facilidad para la versificaci¨®n, la capacidad narrativa y la chispa creativa, cualidades nada desde?ables y que le sirven para componer un friso de personajes divertidos, parad¨®jicos y chocantes, que se enredan en historias cr¨ªticas y agridulces perfectamente estructuradas y narradas.
Hay, sin embargo una diferencia notable entre ambos. A Javier Krahe le falta el toque de ternura y de amor que puso Brassens en los cuentos morales que escribi¨®, y ello redunda en cierta falta de profundidad. Quizas un cierto exceso de cinismo y desapego, que bien podr¨ªa esconder un extremo pudor, o bien falta de amor o de odio hacia los personajes que pueblan sus canciones, lo que le situa en ocasiones al borde de la banalidad.
Javier Krahe
Recital. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 9 y 10 de marzo.
Tal vez por ello las canciones que resultan m¨¢s atractivas de Krahe son las que se alejan m¨¢s claramente de su modelo, aquellas en que se entrega a un juego de palabras distorsionador, alcanzando efectos de pat¨¦tico y dram¨¢tico distanciamiento. Canciones como La hoguera, El hombre y el oso y el madro?o o el homenaje a Luis Bu?uel, sin que las dem¨¢s dejen por ello de ser historias divertidas y perfectamente construidas.
Toque braseniano
Tienen las canciones de Javier Krahe un indudable toque braseniano pasado por el filtro de una orquestina creole de Nueva Orleans, con reminiscencias esperp¨¦nticas en sus mejores composiciones, que provienen de la m¨¢s genuina ra¨ªz de la Espa?a negra, la que va desde Goya y Solana hasta Bu?uel, pasando por las orquestinas de pueblo, los cuentos de abuela y el teatro chino de Manolita Chen.Ingredientes que configuran la obra de un cantante original, con recursos intelectuales enmascarados en el desali?o esc¨¦nico con que presenta los temas y con el que juega a lo largo de toda su actuaci¨®n, hasta convertirlo en una parte de su est¨¦tica.
Gran parte de la responsabilidad final del recital la tienen los excelentes m¨²sicos que acompa?an a Krahe, algunos de ellos miembros de ese ins¨®lito grupo que es Jazz el Destripador. Con Andreas Priswich en los instrumentos de viento, aportando con su precisi¨®n y buen gusto un alto porcentaje del colorido sonoro del esp¨¦ctaculo, y Jimmy Rios, correcto como percusionista pero totalmente sobreactuado como gracioso, en los extremos del arco, los cinco m¨²sicos hacen un derroche de profesionalidad y buen hacer, visiblemente presente en el preludio instrumental que hicieron a La tormenta, versi¨®n de la canci¨®n de Brassens que cerr¨® el recital.
Javier Krahe interpret¨® algunas de sus canciones m¨¢s conocidas, destacando las ya citadas y una magnifica versi¨®n de Un burdo rumor. Tambi¨¦n incluy¨® algunas de las nuevas composiciones que figurar¨¢n en su pr¨®ximo disco, Corral de cuernos, reci¨¦n grabado y todav¨ªa no editado. Canciones como Nembutal, Encefalogramas, Ud. me comprenda, vaya por delante o ese divertido anti-himno madrile?o que es El hombre y el oso y el madro?o, con m¨²sica de Antonio S¨¢nchez, que despu¨¦s de colaborar con otros cantantes, Joaqu¨ªn Sabina o Raul Alcover entre ellos, parece que se lanza a la interpretaciones de sus propias canciones.
Se nota en estas nuevas composiciones una visible evoluci¨®n dentro del estilo ya marcado por Javier Krahe en su obra anterior, especialmente en el terreno de los arreglos y en el de la adecuaci¨®n m¨²sica-texto.
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