Irak-Ir¨¢n, dos designios irreconcilibles
La escalada de la contienda entre Sadam Husein y Jomeini puede hacer incontrolable la regi¨®n
El detonante inmediato de la ¨²ltima escalada en la guerra irano-iraqu¨ª ha sido el bombardeo hace dos semanas, por parte de Irak, de la central nuclear iran¨ª de Bandar Bushehr, de 1.200 megavatios, cuya construcci¨®n fue pactada por el sha Pahievi y Bonn en 1974. Obra de la compa?¨ªa alemana occidental KWU, terminados sus -trabajos en un 80%, la central nuclear simboliza el futuro energ¨¦tico no petrolero de un pa¨ªs que vive hoy pendiente del hilo de la exportaci¨®n de crudo.
Irak llev¨® la guerra al Golfo justo encima de los buques-tanque de todo el mundo que acud¨ªan a la terminal petrolera iran¨ª de Jarq a aprovisionarse de crudo. Por ello, los precios de los fletes han trepado vertiginosamente, ya que los due?os de los buques y los marineros saben de los riesgos que implica viajar a por petr¨®leo a una zona en llamas. Ir¨¢n ha improvisado todo un circuito alternativo de exportaci¨®n desde las terminales meridionales de Sirri, al sur del Golfo, fuera de la zona de guerra decretada por Irak alrededor de la isla de Jarq.Con las divisas recibidas por estos encargos, Ir¨¢n ha costeado sus gastos de guerra, que cada a?o le arrebatan 6.000 millones de d¨®lares. La central de Bushelir le ha costado 3.500 millones. Su hostigamiento es considerado por Ir¨¢n como un caso de guerra en regia. He ah¨ª el origen inmediato de la escalada.
Sin embargo, el detonante de fondo de esta contienda es la rentabilidad pol¨ªtica que, parad¨®jicamente, la guerra acarrea para ambos contendientes. Dos Estados, dos reg¨ªmenes, dos revoluciones -una, laica, ¨¢rabe, iraqu¨ª; otra, isl¨¢mica, iran¨ª-, siguen pugnando por ganar la batalla del liderazgo pol¨ªtico e ideol¨®gico entre los pueblos de la zona, abatidos por la derrota hist¨®rica de la resistencia ante Israel y por la postraci¨®n del designio universalista ¨¢rabo-isl¨¢mico.
Por ello, si bien los efectos materiales de la guerra irano-iraqu¨ª, con su saldo de sufrimientos, corroen la moral de ambos pueblos, las clases pol¨ªticas de Ir¨¢n e Irak encuentran en la contienda buenos argumentos para galvanizar y movilizar a las masas hacia el combate con la promesa en la. victoria de un designio pan¨¢rabe o isl¨¢mico, sagrado en ambos casos.
Asimismo, ni Jomeini ni Sadam Husein pueden justificar ante sus pueblos los gigantescos esfuerzos y recursos destinados a una guerra que se prolonga sin victorias decisivas, en el desierto o en el mar, desde el mes de septiembre de 1980. Por ello, la perpet¨²an.
Las causas del conflicto
Contemplados casi cinco a?os despu¨¦s, los motivos de la contienda resultan muy devaluados por la magnitud en v¨ªctimas (en torno a 500.000) y en recursos materiales (varios billones de d¨®lares) que la guerra ha consumido desde entonces.
Irak denunci¨® unilateralmente, el 23 de septiembre de 1980, el Tratado de Argel, que en 1975 puso fin a las numerosas disputas lim¨ªtrofes sobre la soberan¨ªa de Chat el Arab (Arvand Rud, en persa) libradas por iran¨ªes e iraqu¨ªes desde 17 a?os atr¨¢s. Sadam Husein crey¨® poder infligir al aparentemente d¨¦bil Ruhollah Jomeini, el enturbantado suicesor del destronado sha, la derrota militar en revancha por el Tratado de Argel, que, para Sadam, zanj¨® un litigio hist¨®rico desfavorablemente resuelto para Irak.
Del "sino modo, Bagdad anunci¨® entonces su prop¨®sito de devolver a los Emiratos Arabes del Golfo la soberan¨ªa sobre tres peque?os islotes: Ab¨² Musa, Gran Tomb y Peque?o Tomb. Esta soberan¨ªa hab¨ªa sido arrebatada por el Ej¨¦rcito del sha durante la fase de expansi¨®n de los a?os setenta, que llev¨® a las tropas de Palilevi hasta Dofar, en Om¨¢n, para sofocar una rebeE¨®n marxista que pon¨ªa en peligro al viejo y reaccionario sult¨¢n Qabus, aliado de Teher¨¢n.
Pero entre los motivos ocultos de la guerra emprendida por Irak se hallaba tambi¨¦n el deseo de imponer un designio en la zona, dictado por la necesidad de afirmaci¨®n de una revoluci¨®n laica y pan¨¢rabe como la iraqu¨ª.
Los c¨¢lculos del l¨ªder iraqu¨ª fallaron, con consecuencias para la pol¨ªtica interior de Bagdad. Las purgas han resuelto las desavenencias entre Sadam Husein, sus Estados mayores o la c¨²pula del partido Baaz. La guerra no s¨®lo fortaleci¨®, sino que tambi¨¦n envalenton¨® a Jomeini y a sus revolucionarios. Ir¨¢n expuls¨® a las tropas iraqu¨ªes de Jorramshahr en la primavera de 1982, levant¨® el cerco de la urbe petrolera de Abad¨¢n y, a partir de entonces, desaloj¨® al enemigo de la mayor parte del territorio del Juzest¨¢n.
En tierra, la guerra qued¨® desde entonces sentenciada a favor de Ir¨¢n, cuyos ca?ones se encuentran a 25 kil¨®metros de Basora y a 120 de Bagdad. En el Golfo, la ?niciativa la lleva la fuerza a¨¦rea iraqu¨ª, con sus enjambres de Mig, Tupolev y Super ?tendard, m¨¢s la ayuda informativa crucial que le brindan los Awacs norteamericanos vendidos por Washington a Arabia Saud¨ª.
La guerra ha provocado alineamientos, a veces contra natura, de los pa¨ªses de la regi¨®n con unos y otros contendientes. Sirla y Libia se pus¨ªeron del lado de Ir¨¢n desde el principio; Jordania y Egipto, del lado de Irak, que recibi¨® sustanciosa ayuda financiera de Arabia Saud¨ª, Qatar, Om¨¢n, Emiratos ?rabes Unidos, Balirain y Kuwait. La URSS y Estados Unidos contemplan, no sin desesperaci¨®n, un conflicto que pueden agravar, pero no sofocar.
Paralelamente a todo esto, la guerra tiene su dimensi¨®n propia para los mercaderes de armas y tambi¨¦n para los que comercian con petr¨®leo. Singapur y Sal¨®nica son dos de los mercados negros a los que Ir¨¢n acude regularmente, con dinero fresco, a pertrecharse de repuestos para su arsenal norteamericano.
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