Sartzetakis, juez de 'Z' ayer, presidente griego ma?ana
Christos Sartzetakis, que el pr¨®ximo 29 de marzo puede convertirse en presidente de Grecia, contesta personalmente al tel¨¦fono. Su n¨²mero es uno de los secretos peor guardados de Atenas. Pero lo ¨²nico que puede averiguar el periodista, griego o extranjero, de labios del m¨ªtico juez del caso Z es que parece hablar franc¨¦s mejor que ingl¨¦s y que es amable, pero firme, especialmente en su negativa a hablar con la Prensa. Cuestiones tan simples como el nombre de su esposa o de su hija, si sobrepasa o no el 1,80 de estatura o el n¨²mero de dioptr¨ªas de sus gafas, que no siempre usa, entra en el infinito cat¨¢logo del silencio cort¨¦s. "Hasta que no concluya todo este proceso", asegura, "no har¨¦ declaraciones ni conceder¨¦ entrevistas". Y no hay quien le saque de ah¨ª.
Un cierto halo de misterio rodea a Sartzetakis, pero no es impenetrable. Para la generaci¨®n de los a?os sesenta es una referencia hist¨®rica y pol¨ªtica fundamental. Pero los j¨®venes, incluso los que han visto la pel¨ªcula Z, de Costa Gavras, con gui¨®n de Jorge Sempr¨²n, recuerdan peor el nombre inequ¨ªvocamente griego de este macedonio tesal¨®nico, de 56 a?os, que el m¨¢s extra?o, por franc¨¦s, y m¨¢s pr¨®ximo por actor de fama internacional de Jean-Louis Tr¨ªntignant, su imagen en la pantalla.Sartzetakis tuvo su momento cr¨ªtico y glorioso en el caso recogido en el filme, el asesinato, durante un mitin, el 22 de mayo de 1963, en Sal¨®nica, del diputado izquierdista Grigoris Lambrakis. Constantino Caramanlis, el l¨ªder hist¨®rico de la derecha griega, que acaba de dimitir como presidente de la Rep¨²blica, era entonces jefe del Gobierno. Con 34 a?os, pero ya con una experiencia de 10 como juez, Sartzetakis fue encargado de instruir el sumario. La pel¨ªcula de Costa Gavras, basada en el libro del novelista Vasilis Vasilikos (ahora directivo de la televisi¨®n griega), muestra escrupulosamente c¨®mo Sartzetakis tuvo que hacer frente a toda clase de presiones para llegar al fondo del asunto, donde se encontraban -confiados y prepotentes al principio, asustados, aunque arrogantes, al final- altos cargos de la gendarmer¨ªa. Las presiones llegaron del jefe m¨¢ximo de este cuerpo, el general Varvulakis, y del fiscal general del Tribunal Supremo, Constantino Kollias, que se convirti¨®, en 1967, en el primer jefe de Gobierno de la dictadura de los coroneles. Es notorio que hubo tambi¨¦n presiones del palacio real. Hay sospechas, pero nadie se atreve a afirmarlo rotundamente, y, en todo caso, no existen pruebas de que el Gobierno de Caramanlis se ensuci¨® tambi¨¦n las manos.
Todas las presiones fueron in¨²tiles. As¨ª se empez¨® a formar la imagen de hombre incorruptible de quien tiene las m¨¢ximas posibilidades de ser el pr¨®ximo jefe de Estado griego. El joven juez proces¨® y detuvo, no s¨®lo a los militantes ultraderechistas autores materiales de la muerte de Lambrakis, sino tambi¨¦n a los oficiales de la gendarmer¨ªa responsables de la conspiraci¨®n, incluyendo a un general y a un coronel. M¨¢s tarde, el tribunal que los juzg¨® fue ben¨¦volo y los coroneles, cuando tornaron el poder en 1967, llegaron al agradecimiento. Les pusieron a todos en la calle.
Un alto precio
Fue la hora negra en la que Sartzetakis pag¨® el precio de su honradez. Cuando triunf¨® el golpe estaba ampliando estudios en Par¨ªs. Fue llamado por la Junta y, en uni¨®n de otros 29 jueces considerados poco fiables, apartado de sus funciones. Lady Amalia Fleming recuerda desde su ¨¢tico de la c¨¦ntrica calle ateniense Kanari c¨®mo ambos colaboraron entonces. "Hizo todo lo que pudo para luchar contra la dictadura, aunque no se integr¨® en ning¨²n grupo concreto de resistencia. Defendi¨® a detenidos pol¨ªticos y recogi¨® valiosas informaciones que yo pasaba a PAK, el grupo de Andreas Papandreu (actual primer ministro). Tambi¨¦n colabor¨® con Defensa Democr¨¢tica. Fue detenido en deis ocasiones, la primera tan s¨®lo unos d¨ªas; la segunda, justamente en la Nochebuena de 1970, y, esta vez casi por un a?o".La viuda del descubridor de la penicilina, diputada del Movimiento Socialista Panhel¨¦nico (PSOK) y jefa de la delegaci¨®n griega en el Consejo de Europa, s¨®lo es una anciana por su edad. Su lucidez y su actividad son m¨¢ximas. Sus recuerdos a¨²n est¨¢n vivos. "Christos desapareci¨®. Nadie sab¨ªa d¨®nde estaba. Le busqu¨¦ por todas partes. Finalmente, supe que estaba en las dependencias de la polic¨ªa militar, EAT-ESA, un siniestro centro de interrogatorio en el que yo tambi¨¦n pas¨¦ 31 d¨ªas, durante los cuales perd¨ª 25 kilos, a pesar de que no fui torturada en sentido estricto. La presi¨®n internacional no tard¨® en forzar a la Junta a liberarme. Con Sartzetakis las cosas fueron m¨¢s despacio. ?l jam¨¢s habla del asunto, pero fue salvajemente torturado. Sus verdugos le dec¨ªan que yo hab¨ªa sido detenida, lo que entonces era falso, y que hab¨ªa confesado todos mis contactos con ¨¦l y con la resistencia y que, por tanto, no ten¨ªa ning¨²n sentido que no hablara. Pero ¨¦l no dijo una sola palabra. Y, por encima de todas las medidas de seguridad, yo pude comunicarme con ¨¦l".
El correo empleado por Amalia Fleming probablemente no tiene precedentes en la historia de la lucha clandestina. "Era, y soy, aficionada ala cocina y estaba muy orgullosa de uno de mis descubrimientos, una sopa que precisamente le gustaba mucho a Sartzetakis. No, no puedo darle la receta, no quiero que se haga famosa... Christos sab¨ªa que esa sopa s¨®lo pod¨ªa ser m¨ªa. As¨ª que me las arregl¨¦ para hac¨¦rsela llegar al centro de interrogatorio. Y el supo, por fin, que sus torturadores le ment¨ªan. Cada vez, romp¨ªan el termo en busca de mensajes ocultos. No llegaron a enterarse de que el mensaje no estaba en el continente, sino en el contenido".
Los militares, ante el silencio de Sartzetakis, no tuvieron nada sustancial con lo que sostener ante un tribunal la acusaci¨®n de compl¨® contra el r¨¦gimen. No le procesaron, pero le tuvieron encarcelado hasta noviembre de 1971 en la prisi¨®n de Karidalos, en el ¨¢rea de Atenas, que precisamente ahora acoge a los jerarcas de la Junta. La movilizaci¨®n internacional provocada por el ¨¦xito de Z logr¨® su liberaci¨®n.
El regreso
La restauraci¨®n democr¨¢tica, en 1974, trajo consigo la inmediata vuelta a la judicatura de Sartzetakis y sus 29 colegas depurados por la Junta. En estos 11 a?os ha ganado una s¨®lida fama de juez incorruptible, ¨ªntegro, inclemente, intransigente y duro como una roca. "Nadie podr¨¢ lograr que haga lo que crea que no es justo", afirma Amalia Fleming, que admite que en su escrupuloso sentido de la justicia puede llegar a ser implacable. "No es sensible a argumentos como el de que un acusado tiene esposa y ocho hijos a los que alimentar. Para ¨¦l la ley es la ley y se debe aplicar en todo su rigor, aun en contra de su propio coraz¨®n. Esta forma de ser suya se manifiesta a veces en cosas m¨¢s sencillas, en su c¨ªrculo de amistades, y no siempre es comprendida. Por todo eso, estoy segura de que ser¨¢ un gran presidente, por encima de todo partidismo".Se cas¨® en 1979. Su mujer, Efi, es licenciada en Filolog¨ªa griega y trabaja en la universidad de Atenas. Tienen una ni?a de nueve meses. Amalia Fleming asegura que Sartzetakis, gran amante del orden, es un intelectual, pero, sobre todo, un erudito que trabaja d¨ªa y noche, que tiene una enorme biblioteca y que lee sobre todo textos jur¨ªdicos. "No le queda tiempo para las novelas. Pero no se crea usted que no puede llegar a ser muy alegre".
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