Otra vez en Ginebra
EST?N YA en marcha, de nuevo, las negociaciones de Ginebra entre la URSS y EE UU. No son la prolongaci¨®n de las anteriores, interrumpidas en el oto?o de 1983. El m¨¦todo acordado esta vez es otro; los temas han sido ampliados. Factores pol¨ªticos han cambiado el horizonte: los euromisiles est¨¢n ya instalados, al menos en parte. El cambio en la cumbre sovi¨¦tica ha creado un clima m¨¢s favorable. Sobre el curso de las dos primeras sesiones el secreto es casi total. Parece que la delegaci¨®n de EE UU desea pasar cuanto antes a la discusi¨®n en los tres grupos espec¨ªficos (armas espaciales, estrat¨¦gicas y de alcance medio) y que un acuerdo en ese sentido ha sido logrado ya, si bien no se ha hecho p¨²blica la fecha en que se pasar¨¢ a esa etapa. Es l¨®gico que los norteamericanos prefieran abordar temas concretos, como el de eventuales disminuciones de misiles, dejando en un plano menor la cuesti¨®n espacial, que han aceptado discutir, pero sobre la cual es obvio que no quieren asumir ning¨²n compromiso. Los sovi¨¦ticos, en cambio, prefieren las reuniones globales para dar el m¨¢ximo de vigencia al principio de interdependencia, aceptado en el comunicado Shultz-Gromiko de enero pasado, y con el que que podr¨ªan bloquear las cosas si no se avanza en el tema que m¨¢s les preocupa.En todo caso, al menos de cara a la opini¨®n p¨²blica, la guerra de las galaxias est¨¢ hoy en el primer plano. Paul Nitze, consejero especial de Shultz para estas negociaciones, ha hecho en el Los Angeles Times la exposici¨®n sin duda m¨¢s racional, menos propagand¨ªstica, de la nueva estrategia de la Administraci¨®n Reagan en esta materia: en los pr¨®ximos 10 a?os seguir¨¢ la disuasi¨®n basada en las armas nucleares ofensivas, y el esfuerzo central es lograr una disminuci¨®n controlada y equilibrada de estas armas. Dentro de 10 a?os o m¨¢s se sabr¨¢ si los cient¨ªficos han descubierto armas capaces de cerrar, desde el espacio, la llegada de los misiles. Si esto fuese as¨ª -y Nitze emplea t¨¦rminos de escasa confianza-, se pasar¨ªa a la fase de su instalaci¨®n mediante acuerdos negociados con la URSS; se entrar¨ªa as¨ª en una fase de disuasi¨®n mixta, basada en parte en las armas ofensivas y en parte en las defensivas. Luego, y en un plazo mucho m¨¢s largo, ya avanzado el siglo XXI, se podr¨¢ pensar en poner fin a todas las armas nucleares, sin efectos desestabiliz adores.
A pesar de que los dirigentes norteamericanos lo niegan, no cabe duda de que este proyecto de defensa espacial estrat¨¦gica tiende a crear una situaci¨®n, no de equilibrio, sino de superioridad de EE UU; ello explica que el rechazo de Mosc¨² haya sido tajante desde el primer momento. El ex canciller Helmut Schmidt, siempre inclinado a favor de la pol¨ªtica de Washington, advirti¨®, sin embargo, con mucha claridad, que en esa tendencia a imponer la superioridad norteamericana resid¨ªa un peligro grav¨ªsimo para la paz. Los sovi¨¦ticos no suelen descubrir sus proyectos estrat¨¦gicos, pero s¨ª aparece con toda claridad que -bien por el coste que calculan, bien por su retraso tecnol¨®gico- no quieren de ning¨²n modo entrar en una carrera de armamentos espaciales.
El presidente Reagan insiste en que se trata s¨®lo de estudios, por ahora; y, obviamente, los estudios son incontrolables. Pero los sovi¨¦ticos pueden proponer, por ejemplo, la preparaci¨®n de un tratado prohibiendo totalmente la utilizaci¨®n del espacio con fines militares. Aceptarlo por parte de EE UU ser¨ªa contradecir objetivos hoy centrales de su estrategia. A la vez, el propio comunicado aprobado por Shultz y Gromiko en enero menciona como uno de los objetivos de las negociaciones de Ginebra el de impedir una carrera de armamentos en el espacio, lo que puede ser un argumento en apoyo de la tesis sovi¨¦tica. Pero no se trata solamente de los sovi¨¦ticos; las dudas y la oposici¨®n al proyecto de guerra de las galaxias siguen siendo ampl¨ªsimas entre especialistas del m¨¢ximo prestigio en EE UU, y por parte de los Gobiernos europeos, a pesar de declaraciones contradictorias, predominan el escepticismo y el desacuerdo. En una reciente conferencia, el secretario del Foreigri Office, sir Geoffrey Howe, ha insistido en los aspectos negativos de dicho proyecto; lo compar¨® incluso con una l¨ªnea Maginot del siglo XXI, expresi¨®n cargada de simbolismo, ya que esa l¨ªnea defensiva fue causa de la terrible derrota de Francia en 1939. Todo indica que el presidente Reagan se ha dejado entusiasmar con excesiva facilidad por ese proyecto y se est¨¢ comprometiendo a fondo con ¨¦l, cuando es un aspecto endeble -y quiz¨¢ el m¨¢s conflictivo ante Europa- de la estrategia de EE UU.
Ser¨ªa, pues, absurdo disminuir, tal como est¨¢n las cosas hoy, los obst¨¢culos para un desarrollo positivo de las negociaciones de Ginebra. Su valor esencial estriba en que existen, en que los problemas de armamentos se discuten en una mesa. Pero su futuro depender¨¢, con toda probabilidad, de que avance un proceso de distensi¨®n m¨¢s amplio, que necesita englobar, para ser fruct¨ªfero, otros aspectos, tanto pol¨ªticos como de cooperaci¨®n econ¨®mica.
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