El fracaso de Siles
AL CABO de dos a?os y medio de presidencia, Hern¨¢n Siles Zuazo no ha podido mover la econom¨ªa del pa¨ªs, barrida por la corrupci¨®n y las mafias -propias y ajenas- de las drogas, y se encuentra entre la espada y la pared. La pared de la dura, tumultuosa e irreductible huelga de los mineros y la espada de los militares. Al iniciar su mandato, Siles obtuvo lo que se defini¨® como "apoyo cr¨ªtico" de la Central Obrera Boliviana (COB); con ¨¦l y una tolerancia de Estados Unidos y el apoyo de las democracias europeas, que esperaban sobre todo que pudiera poner orden y controlar la producci¨®n y la exportaci¨®n de la coca, Siles contaba con un considerable capital pol¨ªtico. Se le ha fundido en las manos. La COB ha ido aumentando el nivel cr¨ªtico y disminuyendo el apoyo hasta llegar a una guerra abierta con los sindicatos. El viejo dirigente Juan Lech¨ªn, apoyado por un grupo de mandos que se califican de trotskistas, deja que los mineros pidan en las calles de La Paz el poder obrero y la disoluci¨®n del laborioso y ciertamente poco eficaz Parlamento. No es su primera aventura en este sentido: en mayo de 1965, Lech¨ªn lanz¨® con la Confederaci¨®n de Obreros Bolivianos, de la que entonces era secretario, una huelga general que condujo a enfrentamientos muy duros, a la ocupaci¨®n de las minas por los militares y a la dictadura del general Ovando, y Lech¨ªn tuvo que irse al exilio.Las condiciones no son ahora las mismas. Los militares dejaron el poder al Gobierno de Uni¨®n Democr¨¢tica Popular por agotamiento propio frente a los desafios del pa¨ªs, que es tanto como decir que por la confesi¨®n de su propio fracaso ante una econom¨ªa y una situaci¨®n social que no consegu¨ªan dominar. Muchos no tienen el menor deseo de volver a ocupar el poder, y no parece que exista una verdadera conspiraci¨®n de ese cuerpo, pero algunos esgrimen ya la idea de que "la patria est¨¢ en peligro" y sienten el peligros¨ªsimo hormiguillo de salvarla.
Durante estos 30 meses, Siles Zuazo ha estado manejando la idea de que la herencia de las dictaduras ha dejado el pa¨ªs esquilmado y que los grupos conservadores son tan fuertes que todo intento de gobernar el pa¨ªs ha de ser paciente y mesurado; en estos argumentos consiste ahora su defensa y su intento de negociaci¨®n. Pero la verdad es que la clase obrera, de la que siempre han aparecido en ese pa¨ªs los mineros como vanguardia, tiene pocos motivos ya para ejercitar la paciencia. Los argumentos que ahora manejan sus dirigentes no son distintos a los de otros pa¨ªses americanos e incluso europeos: un aumento, aun sustancioso, de sus salarios no conducir¨ªa a nada, puesto que la inflaci¨®n lo devorar¨ªa inmediatamente y todo el esfuerzo habr¨ªa sido in¨²til.. Lo que piden los mineros es una participaci¨®n real en la propiedad, la gesti¨®n y los beneficios del esta?o. Hay ahora en vigor un acuerdo de cogesti¨®n, pero la COB mantiene que es ficticio y no resuelve el problema.
Est¨¢ claro que esa concesi¨®n est¨¢ por encima de la capacidad del Gobierno y que inmediatamente arrastrar¨ªa unas exigencias semejantes por los otros sectores de trabajo. Esta amenaza es la que permite a los militares y a las clases dominantes decir que se est¨¢ ante un movimiento comunista -el partido comunista, en s¨ª, est¨¢ muy prudente y no tiene inter¨¦s en dejar hundir al Gobierno, con el que colabor¨® institucionalmente; espera, sobre todo, las elecciones- y que hay un proyecto de colectivizaci¨®n del pa¨ªs, y esos gritos de alarma llegan f¨¢cilmente a Washington, donde los o¨ªdos son muy sensibles para esta clase de gritos y donde se ve siempre la sombra de Cuba y Nicaragua.
La realidad es que Siles no gobierna como quiere, sino como puede. Las elecciones generales previstas, que podr¨ªan clarificar la situaci¨®n, se han aplazado hasta mediados de julio: la raz¨®n esgrimida es la de que en estas circunstancias podr¨ªan ser peligrosas y falseadas, pero parece que la realidad es que se teme un aumento del potencial pol¨ªtico de la izquierda y una respuesta violenta de la derecha.
No es f¨¢cil suponer que las cosas van a variar de aqu¨ª a cuatro meses, en el sentido de hacer m¨¢s viables las elecciones. Por el contrario, la situaci¨®n social se ir¨¢ haciendo m¨¢s y m¨¢s aguda, confirmando el fracaso de Siles. Un fracaso grave para Bolivia y para el ejemplo del progreso de la democracia en Am¨¦rica.
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