Apocalypse no(w)
Los 10 jefes de Estado o de Gobierno que se re¨²nen a partir de hoy en la cumbre europea de Bruselas se encuentran frente a una espantosa y afortunada responsabilidad hist¨®rica. Ya es cient¨ªficamente cierto que en ?frica estamos a punto de ser testigos, en menos de 100 d¨ªas, de una cat¨¢strofe sin precedentes para la humanidad, para el planeta.Las previsiones son tales que no es posible imaginar plenamente las consecuencias. Los cursos de agua del Sahel, el N¨ªger, los dos Volta, el Senegal, el Gambia, el Chari est¨¢n a punto de agotarse. El lago Chad -que de sus 25.000 kil¨®metros cuadrados originales se encuentra ya reducido a 3.500- corre el riesgo de desaparecer casi por completo. No s¨®lo la vida humana sino tambi¨¦n la vida vegetal y animal est¨¢n a punto de ser suprimidas. Si se tratara de proceder a unos ¨¦xodos terror¨ªficos, ¨¦stos no ser¨ªan m¨¢s que holocausto y exterminio. Las im¨¢genes et¨ªopes ser¨¢n m¨¢s atroces, pero ya lo son hoy las de Sud¨¢n, aun cuando nos son ocultadas o dejadas de lado. Cuando al fin lleguen las lluvias, las dimensiones del desastre se ver¨¢n multiplicadas por dos. Lo que haya podido salvarse en vida potencial ser¨¢ arrastrado por los aluviones. Las zonas a las que lleguen los supervivientes y donde los actuales habitantes viven ya en la miseria, ser¨¢n regiones de frontera, pero la tregua ser¨¢ breve. Conocer¨¢n de ahora en adelante el triunfo del desierto. El triunfo del desierto de la muerte no podr¨¢ dejar de desplegarse tambi¨¦n en el seno de nuestra conciencia, colectiva, de la vida de los Estados y de los pueblos que hayan aceptado -crey¨¦ndose alejados de ella e inmunizados- la tragedia que no habr¨¢n podido evitar y que, por el contrario, durante estos 10 ¨²ltimos a?os, han contribuido a provocar. La humanidad no podr¨¢ dejar as¨ª de contemplar desbordados los l¨ªmites necesarios de los valores de la vida y de la ley, l¨ªmites necesarios para toda la sociedad, para cualquier tipo de sociedad.
Es preciso que los que en Bruselas representan y gobiernan Europa aprovechen esta ¨²ltima oportunidad. El anuncio del hambre y de la sed ya se ha hecho muchas veces y en el momento oportuno. Y esto vale tambi¨¦n para Etiop¨ªa. Que se escuche esta vez -convencidos de estas espantosas responsabilidades y de las precedentes- y que se act¨²e en consecuencia con los hechos.
Es, en efecto, no s¨®lo necesario sino tambi¨¦n posible, hacer de este momento, que ya es un momento de agon¨ªa, el momento de la resurrecci¨®n y de la salvaci¨®n. Es preciso quererlo. Decidirlo. Intentarlo. De esta manera se resolver¨¢. De esta manera, se tratar¨¢ de una elecci¨®n de civilizaci¨®n, de una elecci¨®n pol¨ªtica. En un sentido o en otro, un de vida o de exterminio. Lo posible y lo necesario son bien conocidos.
Soluciones pr¨¢cticas
De acuerdo con los Estados del Sahel y los dem¨¢s Estados interesados se puede transportar inmediatamente con una task force internacional todo lo necesario para la supervivencia activa en los propios lugares de las poblaciones y del ganado de esas regiones y la vuelta de esas poblaciones y del ganado de esas regiones que se encuentran en peligro de muerte en las zonas reservadas a los refugiados, ya en avanzado estado de desertizaci¨®n, castigadas por la inanici¨®n y las enfermedades. Esto es lo que se ha logrado -o se ha intentado lograr- en los ¨²ltimos meses en Burkina Faso, en Mali y en N¨ªger.
A partir de esos elementos y de esas cabezas de puente, en cooperaci¨®n con las poblaciones as¨ª establecidas, es preciso emprender una obra grandiosa, una epopeya de preparaci¨®n ante las lluvias para que ¨¦stas no se transformen en un nuevo desastre sino en una victoria sobre el desierto.
En estos meses, puede ponerse a punto un sistema de peque?os, medianos y grandes diques de retenci¨®n de aguas; un sistema de valoraci¨®n y de defensa de los oasis y de los manantiales; un sistema de instalaciones avanzadas, pero tambi¨¦n de infraestructuras de comunicaciones, que saque de su aislamiento a estas regiones. ?ste, entre otros, es uno de los escenarios posibles de intervenci¨®n. Se trata ¨²nicamente de un problema de toma de conciencia y de voluntad pol¨ªtica, y nada m¨¢s. Nosotros os conjuramos en estos momentos a que os moviliceis todos para estimular al Consejo de Europa a que siga la v¨ªa justa. El Manifiesto-llamamiento firmado por 94 premios Nobel y la resoluci¨®n 375/ 81 del Parlamento Europeo, que el ministro de Asuntos Exteriores franc¨¦s calific¨® de "hist¨®rica", alentaron y pusieron en marcha a partir de entonces una serie de campa?as' y acciones encaminadas hacia este objetivo.
Una reciente ley italiana concedi¨® casi 1.000 millones de d¨®lares para un per¨ªodo de 18 meses, y esto como complemento a otras formas de ayuda encaminadas precisamente a este fin, es decir, la reducci¨®n de las tasas de mortalidad mediante el desarrollo y la defensa de las poblaciones v¨ªctimas de una pol¨ªtica que permite el triunfo del hambre, la sed, la miseria y el exterminio.
Esto demuestra que en Bruselas, el Consejo Europeo puede decidir hacer frente, con determinaci¨®n y con esperanza, a esta amenaza espantosa. Basta que lo quiera.
Las decisiones tomadas por el precedente Consejo de Dubl¨ªn no pueden ser suficientes. Y el comit¨¦ de crisis para ?frica existente en el seno en la Comisi¨®n no dispone ni de los medios ni de los objetivos adecuados. Incluso las decisiones, muy importantes, tomadas estos ¨²ltimos d¨ªas en Ginebra por la ONU, corren el riesgo de revelarse tr¨¢gicamente inadecuadas, e incluso err¨®neas.
Una ayuda esencialmente alimenticia no ser¨ªa, en efecto -y todos nosotros lo sabemos-, m¨¢s que una simple tregua de algunos meses para el exterminio, y ser¨ªa el pr¨®dromo de desastres posteriores. S¨®lo servir¨ªa para deshacerse de los excedentes alimenticios y arruinar¨ªa todav¨ªa m¨¢s a los pa¨ªses a los que est¨¢ destinada esta ayuda, incluso en las zonas que no hayan sido directamente alcanzadas todav¨ªa por la cat¨¢strofe.
Hay que someter inmediatamente este problema a la Asamblea y al Consejo de Seguridad de la ONU. En efecto, el problema tiene que ser planteado a nivel pol¨ªtico. Los 10 -y en lo sucesivo, los 12- pa¨ªses de la Comunidad pueden y deben hacerlo conjunta e individualmente.
La Comunidad ACP-CEE de Lom¨¦ III, con sus 65 pa¨ªses de ?frica, el Caribe y el Pac¨ªfico, y sus pa¨ªses europeos, tiene que movilizarse totalmente y actuar en este sentido. Hay que superar el fracaso de Canc¨²n.
Una plegaria p¨²blica
Pido a las eminentes personalidades a quienes este art¨ªculo-llamamiento est¨¢ dirigido me perdonen estas expresiones recurrentes: "Es necesario...", "...es preciso que...". Ojal¨¢ me absuelva la confianza con que me dirijo a ellos y el haber aprendido de ellos -o de aquellos a los que representan- todo lo que hoy convierto en una plegaria p¨²blica.
Que nuestros 10 -o 12- jefes de Estado y de Gobierno tengan confianza en si mismos y en sus conciencias, as¨ª como en sus pueblos.
Un ej¨¦rcito de deseos, de voluntades, de esperanza de vida y de paz est¨¢, con toda seguridad, dispuesto a sostenerles. A los hombres y las mujeres de gobierno de nuestros pa¨ªses de Europa, y no s¨®lo los pa¨ªses de la Comunidad, sino tambi¨¦n a las fuerzas pol¨ªticas, a todos y cada uno individualmente, a todos y cada uno de nuestros paises, incumbe la responsabilidad directa de hacer lo posible, lo necesario, cada uno a su nivel de responsabilidad.
Pero hoy son los 10 jefes de Estado o de Gobierno los que se han reunido en la cumbre europea de Bruselas para hacer frente a una espantosa y afortunada responsabilidad hist¨®rica. Actuemos de manera que no sea espantosa. Que sea feliz.
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