Numeiri, amenazado
EN EL momento en que era recibido en la Casa Blanca el general Numeiri, presidente de Sud¨¢n, estaba sufriendo en su capital, Jartum, uno de los ataques m¨¢s fuertes a los que su r¨¦gimen ha estado sometido en los 16 a?os de ejercicio del poder. Esta situaci¨®n tiene que preocupar en Washington. Sud¨¢n, el pa¨ªs mayor de ?frica por su superficie (cinco veces la de Espa?a), tiene adem¨¢s una importancia geopol¨ªtica fundamental, por sus fronteras con Egipto, Libia, Chad y Etiop¨ªa. En su propia estructura interna, Sud¨¢n contiene alguna d¨¦ las contradicciones m¨¢s caracter¨ªsticas del continente africano: en concreto, entre el Norte, ¨¢rabe y musulm¨¢n, que impone el marco pol¨ªtico y jur¨ªdico al conjunto del pa¨ªs, y el Sur, habitado por poblaciones negras, animistas o cristianas. En realidad, desde la independencia, proclamada en 1956, despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo de un condominio brit¨¢nico-egipcio, el Sur ha conocido un estado casi permanente de rebeld¨ªa m¨¢s o menos latente.El r¨¦gimen del general Numeiri se ha caracterizado, desde el golpe de Estado gracias al cual se adue?¨® del poder, por una represi¨®n particularmente dura: dirigentes sindicalistas y pol¨ªticos de izquierda fueron ejecutados o encarcelados en condiciones inhumanas. El establecimiento como norma jur¨ªdica de la sharia, el derecho isl¨¢mico, da lugar a penas particularmente crueles, como mutilaciones f¨ªsicas en casos determinados, y coloca a las poblaciones del Sur en una situaci¨®n de discriminaci¨®n absoluta. A la vez, Sud¨¢n ha sido considerado como uno de los apoyos m¨¢s seguros de la pol¨ªtica occidental en esa parte del mundo; con un desarrollo econ¨®mico casi nulo y zonas de terrible miseria, el pa¨ªs depende en gran medida de las ayudas exteriores. El reciente viaje a Washington del presidente sudan¨¦s tiene precisamente por objeto obtener un incremento de dichas ayudas.
La ¨²ltima explosi¨®n del descontento popular se inici¨® en Jaxtum, la ¨²ltima semana de marzo, para protestar contra la suspensi¨®n de los subsidios estatales a productos alimenticios de base, lo que significa una elevaci¨®n considerable de su precio. Ha sido una revuelta del hambre.
Para comprender la profundidad de estas acciones conviene recordar que en los primeros d¨ªas de marzo el vicepresidente de EE UU, Bush, hizo una visita a Jartum durante la cual se entrevist¨® no s¨®lo con representantes del Gobierno sino de la oposici¨®n. En particular, con una delegaci¨®n de dirigentes del Sur, que inclu¨ªa al general Joseph Lagu, vicepresidente y firme apoyo de Numeiri en otras ¨¦pocas; la delegaci¨®n pidi¨® el cese de la ayuda de EE UU al r¨¦gimen actual. Igual demanda present¨®, Sayed Sadeq el-Mahdi, jefe -recientemente liberado- de la poderosa secta musulmana de los Ansar, en el Norte. Bush recibi¨® asimismo un memor¨¢ndum de un grupo de abogados, m¨¦dicos, funcionarios y profesores de universidad que acusaban al r¨¦gimen de Numeiri de estar en guerra "no s¨®lo con las provincias del Sur, sino con el conjunto de la naci¨®n". Esta extraordinaria amplitud de la oposici¨®n, manifestada ya con motivo de la visita de Bush, adquiere ahora una plasmaci¨®n pr¨¢ctica en manifestaciones, huelgas y movimientos de desobediencia civil. Esta situaci¨®n no puede por menos de inquietar a la Administraci¨®n norteamericana, y asimismo a Egipto. Hace algunos meses, el presidente Hosni Mubarak atendi¨® la demanda que le hizo Numeiri de que le enviase un contingente de tropas seguras ante el peligro de "un ataque de Libia"; pero recientemente aqu¨¦l decidi¨® retirar ese contingente militar. A todas luces, no quiere correr el riesgo de que sea empleado no contra un ataque libio sino contra fuerzas sudanesas.
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