El d¨ªa de la patria vasca
La celebraci¨®n del Aberri Eguna (el d¨ªa de la patria vasca), ha estado marcada, tambi¨¦n en esta ocasi¨®n, por la divisi¨®n del movimiento nacionalista vasco. En cualquier caso, el papel central que ocupa el PNV en la vida p¨²blica vasca le convierte en el punto de referencia en torno al cual giran el resto de las fuerzas pol¨ªticas. Mientras los dirigentes de Euskadiko Ezkerra reiteraban en Villabona sus cr¨ªticas al neoforalismo, Herri Batasuna repet¨ªa en Pamplona sus conocidas diatribas contra el nacionalismo moderado y contra el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez.La elecci¨®n de Pamplona como lugar de encuentro de los nacionalistas radicales pretend¨ªa mantener el fuego sagrado de la reivindicaci¨®n irredentista de Navarra -junto con Guip¨²zcoa, Vizcaya y ?lava y los tres territorios del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s, parte integrante del proyecto de Sabino Arana de un Euskadi independiente- y ahondar a la vez. en las heridas producidas por la crisis del PNV de Navarra tras la expulsi¨®n, en 1983, de los seguidores de Carlos Garaikoetxea. El caso de Navarra -para no hablar de la zonas ling¨¹¨ªstica y culturalmente vascas del departamento franc¨¦s de los Pirineos atl¨¢nticos, donde el independentismo jam¨¢s ser¨ªa aceptado por el vigoroso centralismo republicano- basta para mostrar la imposibilidad de conciliar el respeto hacia las reglas de juego democr¨¢ticas con las aspiraciones a crear una entidad pol¨ªtica de nuevo cu?o con esos siete territorios. En las elecciones auton¨®micas de mayo de 1983, Herri Batasuna obtuvo 28.000 votos y el 10% de los sufragios frente a los 193.000 votos y el 73% de los sufragios que consiguieron conjuntamente el PSOE, la Uni¨®n del Pueblo Navarro y Afianza Popular, los tres partidos que fueron m¨¢s votados en esa comunidad y que tienen en com¨²n el rechazo del independentismo. El PNV, incluso antes de su escisi¨®n, s¨®lo logr¨® 18.000 sufragios en Navarra.
Los actos convocados por el PNV en Bilbao han tenido como tel¨®n de fondo los enfrentamientos que culminaron con la dimisi¨®n forzada de Carlos Garaikoetxea como lendakari. No resulta sencillo aislar el papel que est¨¢n desempe?ando en la crisis del PNV los antagonismos de car¨¢cter personal, las disputas sobre las competencias presupuestarias de las provincias, la soterrada rivalidad entre vizca¨ªnos y guipuzcoanos, la irritaci¨®n suscitada por la campa?a de desprestigio contra Carlos Garaikoetxea, la pol¨ªtica de alianzas a corto y medio plazo con partidos de ¨¢mbito estatal y el debate en torno a las instituciones comunes y el foralismo. Con la sola excepci¨®n del mayoritario alineamiento de los nacionalistas de Guip¨²zcoa y de Vitoria con el ex lendakari, es dificil distinguir a primera vista las reales l¨ªneas divisorias que separan a los seguidores de Xabier Arzallus y Carlos Garaikoetxea.
El pacto de legislatura entre el lendakari Ardanza, respaldado por el Comit¨¦ Ejecutivo del PNV, y los socialistas vascos, apoyados por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, desminti¨®, al menos provisionalmente, los pron¨®sticos que atribu¨ªan a la actual mayor¨ªa del partido nacionalista actitudes escasamente favorables a una pol¨ªtica modernizadora basada en el desarrollo del Estatuto de Guernica y la plena aceptaci¨®n de la v¨ªa auton¨®mica inserta en el marco constitucional. La posterior declaraci¨®n del Gobierno Ardanza contra la violencia terrorista confirm¨® la voluntad del nuevo Ejecutivo vasco de cumplir el acuerdo. La f¨®rmula consensuada en el Senado para la designaci¨®n de los secretarios de ayuntamiento de la comunidad aut¨®noma vasca puso fin, igualmente, a un litigio cargado de peligrosa conflictividad. Pero tal vez sea precisamente la dificultad para definir en t¨¦rminos de pr¨¢ctica pol¨ªtica las diferencias dentro del PNV el elemento que contribuya a desplazar el conflicto hacia un terreno abstractamente ideol¨®gico. Cabe temer, as¨ª, que la expresi¨®n p¨²blica de las ideas del nacionalismo fundamentalista sea tomada durante los pr¨®ximos meses como la piedra de toque de la ortodoxia dentro del PNV, de forma tal que unos y otros se vean arrastrados a competir en una puja doctrinaria y ret¨®rica -probablemente lesiva para la soluci¨®n de los problemas pol¨ªticos planteados a corto y medio plazo al Pa¨ªs Vasco-sobre las perspectivas hist¨®ricas a largu¨ªsimo t¨¦rmino de Euskadi.
En v¨ªsperas del Aberri Eguna, Carlos Garaikoetxea, l¨ªder del sector disidente, y Jes¨²s Insausti, presidente del Comit¨¦ Ejecutivo del PNV, han recordado que la independencia sigue figurando en el programa m¨¢ximo del nacionalismo vasco. Si este cruce de intervenciones no se hubiera producido en el enrarecido contexto de la actual pol¨¦mica, la obligada referencia al legado de Sabino Arana no tendr¨ªa mayor trascendencia que las menciones rituales de los congresos del PSOE a las metas so?adas por Pablo Iglesias. Al nacionalismo vasco s¨®lo se le debe y se le puede pedir que cumpla la legalidad vigente, respete las reglas del juego democr¨¢ticas, acepte el veredicto de las urnas y rechace la violencia. El PNV, que ejerce el poder en la comunidad aut¨®noma, en sus tres diputaciones y en decenas de ayuntamientos, es actualmente una pieza b¨¢sica de la vida institucional en el Pa¨ªs Vasco. Exigir a sus militantes que falseen sus sentimientos o que oculten sus convicciones doctrinales, por irreales que parezcan a unos o por molestos que resulten a otros, significar¨ªa no s¨®lo un atentado inquisitorial contra la libertad ideol¨®gica y de conciencia que la Constituci¨®n garantiza, sino tambi¨¦n una disparatada propuesta para fomentar la hipocres¨ªa colectiva en nuestro pa¨ªs y un procedimiento suicida para cegar la manifestaci¨®n pac¨ªfica de unas ideas y promover su expresi¨®n violenta. S¨®lo la exasperaci¨®n del conflicto interno del PNV, manipulado desde fuera por las fuerzas desestabilizadoras del sistema democr¨¢tico o por la irresponsabilidad de otros partidos, podr¨ªa sacar de quicio esa inevitable dial¨¦ctica entre la pr¨¢ctica pol¨ªtica del nacionalismo moderado, vinculada a la v¨ªa estatutaria, y la doctrina heredada de Sabino Arana, asociada al menos emocionalmente con el maximalismo independentista.
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