Lo que pudo haber sido y no fue
Toda tertulia es un consejo de ministros en potencia y todo consejo de ministros intenta fingir que no es una tertulia. Hasta aqu¨ª no hay nada antinatural en este par de variantes del dif¨ªcil arte de juntarse para charlar de todo lo divino y humano, precisamente los dos casos extremos del reunionismo: el de la m¨¢xima y el de la m¨ªnima espontaneidad. Lo malo es cuando una tertulia intenta representar en p¨²blico, ante millones de espectadores, lo que en privado jam¨¢s osa pronunciar, sobre todo, si tal simulacro se oficia en una tertulia tan escasamente espont¨¢nea como un consejo de ministros. Y adem¨¢s sin gui¨®n, pero con las c¨¢maras a todo gas.Eso es lo que ocurri¨® los dos ¨²ltimos martes en Si yo fuera presidente: el naufragio estrepitoso de una reuni¨®n contranatura (contracultura) de famosos que durante unas horas, muchas horas, intentaron sentarse con postura par¨®dica en los sillones ministeriales de la Moncloa. La idea es buena. Tan buena, que no hay manera electr¨®nica de reproducirla en la pantalla. En realidad, se trata de la idea original del programa de Tola, perfectamente resumida en las letras de su cabecera y nunca hasta la fecha llevada a cabo de manera tan literal.
Paradoja de la parodia: el peor programa de la muy eminente historia de Si yo fuera presidente fue aquel en el que Tola, por dos noches, asumi¨® ser Presidente. Y lo asumi¨® al pie de la letra, incluso exhibiendo los tres c¨¦lebres s¨ªmbolos gr¨¢ficos del actual poder ejecutivo: el cohiba, la mesa de billar y la cabecera del Consejo de Ministros. El fracaso el ensordecedor rumor inconexo que ininterrumpidamente emit¨ªa aquella insumable tertulia de personajes c¨¦lebres- carece de misterio. Lo que Tola hizo con este programa fue incumplir todas y cada una de las normas, tradiciones y hallazgos por los que Si yo fuera presidente logr¨® el ¨¦xito durante tantas semanas. Fue rigurosamente fiel al t¨ªtulo del programa, sustituy¨® los personajes an¨®nimos por los m¨¢s famosos del patio nacional, se meti¨® en camisa de once varas pol¨ªticas y dej¨® que la tertulia se estrellara por su propio peso ilustrado, sin intervenir cuando la reuni¨®n se precipitaba en el ruido.
Este ¨²ltimo programa de Tola demostr¨® que lo que pudo haber sido y no fue era un error, y la nostalgia del error amplifica todav¨ªa m¨¢s la metedura de pata. Porque Si yo fuera presidente encontr¨® su formato y su gancho popular huyendo de la f¨®rmula presidencialista del t¨ªtulo, concediendo la palabra libre a esos personajes an¨®nimos.
Pero hubo errores imputables a los c¨¦lebres tertulianos del consejillo. Una reuni¨®n as¨ª s¨®lo puede sostenerse apoyada en un sentido del humor permanente, y ese fue el tono y la distancia que no supieron encontrar por dos noches los ministros del ramo. Todos intentaron conjugar la iron¨ªa en rabiosa primera persona del singular, cuando sabemos por experiencia que ese accidente gramatical, en TV, s¨®lo es apto para el chiste, la boutade o gracias peores. Lo que exig¨ªa ese programa era nada menos que la cuarta persona del singular, ese punto cr¨ªtico entre el el y el nosotros, que es el dif¨ªcil morfema del humor.
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