El sue?o europeo
El coloquio en el que el director de los Informativos de Televisi¨®n Espa?ola, Enric Sopena, congreg¨® anteayer a tres primeros ministros del ¨¢rea socialista de la manifiestamente ampliable Comunidad Econ¨®mica Europea cumpli¨® los prop¨®sitos que debi¨® marcarse la voluntad pol¨ªtica de los convocantes y produjo en el telespectador la sensaci¨®n que habitualmente se padece frente a una discusi¨®n de amigos en las que est¨¢n todos de acuerdo. A TVE le falta un buen programa de debate; ¨¦ste fue un ensayo general; con todo, menos con debate. Dejar¨¢n para otra ocasi¨®n la vieja oportunidad olvidada.No hab¨ªa ning¨²n objetivo de subrayar desacuerdos, eso era obvio, porque la Europa que nos toca m¨¢s de cerca vive una elemental luna de miel regada con vino de Rioja, vinho verde y espaguetti carbonara. Pero a los dirigentes pol¨ªticos se les debe obligar a discrepar en p¨²blico para que la hora bruja de las once de la noche no pese como una losa sobre los ojos cansados del televidente que se ha despertado de pronto europeo, pero con horarios espa?oles, y padece la obligaci¨®n de estar despierto cuando sus compatriotas de la CEE tienen ya antiguo el sonido de la despedida y el cierre en el televisor.
Soares, en su rinc¨®n
Aparte de la discrepancia que se ech¨® en falta y de la inveterada costumbre de poner floreros donde deb¨ªa haber campo abierto, de modo que Mario Soares no pareciera ante el telespectador como el convidado de piedra oculto por la facundia de las plantas, el coloquio de los dirigentes socialistas de esta parte del mundo depar¨® un espect¨¢culo breve y secreto, protagonizado por Gonz¨¢lez ante Craxi, que se habr¨¢ apreciado desde lejos como una simple cortes¨ªa de gratitud.
La abundancia de citas que el presidente del Gobierno espa?ol dedic¨® a su colega italiano Bettino Craxi parece una consecuencia de la generosidad con que el titular del Gobierno de Roma ha tratado la petici¨®n espa?ola de ingreso en el Mercado Com¨²n; pero es que con Portugal, Italia ha debido tener igual comportamiento, y Soares no se convirti¨® en exegeta perpetuo de Craxi. No se quiere ver en el dispendio de citas una prefeienc¨ªa demogr¨¢fica, o pol¨ªtica, o cultural del presidente espa?ol, pero al telespectador poco avisado debi¨® resultarle extra?o que en igualdad de circunstancias no tuviera Felipe Gonz¨¢lez iguales o¨ªdos para las frases, brillantes o no, de su colega de aqu¨ª al lado.
Desde el punto de vista puro del programa de televisi¨®n, digamos que el debate, anunciado en principio para el final del segundo telediario de la primera cadena y luego expuesto a las once de la noche, como un regalo final de despedida del telespectador so?oliento, fue lo que podr¨ªa llamarse en el lenguaje propio de las fechas un programa institucional, una especie de recorrido complaciente por el rostro de Europa. Sopena lo ilustr¨® bien, evocando el sue?o europeo de V¨ªctor Hugo. Pero la escasez de la controversia hizo despu¨¦s que el recuerdo del sue?o europeo pesara demasiado sobre los ojos golpeados del espa?ol que se acerca a la medianoche.
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