Es necesario hacer esta teolog¨ªa
Se ha atribuido al Papa las opiniones m¨¢s contradictorias sobre la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. En el avi¨®n que le tra¨ªa a Am¨¦rica Latina se le hizo decir que ella constitu¨ªa un desv¨ªo fundamental de la fe cristiana. En el mismo avi¨®n, regresando a Roma, afirmaba -como se inform¨® oportunamente- que ella segu¨ªa siendo un tema abierto; que requiere estudios, particularmente sobre sus aspectos positivos, y adem¨¢s, utilizando sus propias palabras, "ya se dice con claridad que hay un tipo de teolog¨ªa de la liberaci¨®n que es indispensable; pues es necesario hacer esta teolog¨ªa". Por tanto, no existe un rechazo puro y simple de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. Cabe considerar qu¨¦ tipo de teolog¨ªa no s¨®lo es leg¨ªtima, sino hasta necesaria; cu¨¢l es criticable, y, por fin, cu¨¢l debe ser rechazada. El Papa no podr¨ªa estar contra el Papa, por cuanto en el documento Instrucciones sobre algunos aspectos de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, publicado por el Vaticano con el pl¨¢cet pontificio, se afirma expl¨ªcitamente que "la teolog¨ªa de la liberaci¨®n es una expresi¨®n perfectamente v¨¢lida porque designa a una reflexi¨®n teol¨®gica centrada en el tema b¨ªblico de la liberaci¨®n y de la libertad, y la urgencia de sus incidencias pr¨¢cticas".Queremos mostrar r¨¢pidamente c¨®mo surgi¨®, de forma natural y por eso necesaria, la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. Antes de que hubiese un te¨®logo de la liberaci¨®n hab¨ªa ya una comunidad comprometida con la justicia social, un laico que participaba en los procesos de concientizaci¨®n y de liberaci¨®n en las zonas perif¨¦ricas de las ciudades y en el campo, un obispo que denunciaba prof¨¦ticamente las estructuras inicuas de la desigualdad social. La teolog¨ªa a la que nos referimos surgi¨® despu¨¦s, como segunda palabra, resultado de la reflexi¨®n, animaci¨®n, cr¨ªtica y profundizaci¨®n de esta pr¨¢ctica liberadora. La teolog¨ªa de la liberaci¨®n no es otra cosa que la reflexi¨®n de una Iglesia que tom¨® en serio la opci¨®n preferencial y solidaria para con los pobres y oprimidos. Por eso esta teolog¨ªa es comprendida sin demasiadas explicaciones por los pobres y quienes optan por los derechos atropellados y por la justicia negada a las grandes mayor¨ªas de nuestro continente. Un fen¨®meno que constatamos durante los ¨²ltimos 25 a?os en casi todos los pa¨ªses latinoamericanos es ¨¦ste: los pobres, en su mayor¨ªa cristianos, irrumpen; animados por la fe, esclarecida en los c¨ªrculos b¨ªblicos y vivida en comunidades eclesiales de base o en peque?os grupos de reflexi¨®n y acci¨®n, se organizan, no aceptan morir antes de tiempo y luchan por alternativas que atiendan mejor sus necesidades b¨¢sicas y les proporcionen una vida m¨ªnimamente digna. El Reino de Dios tiene, ciertamente, su origen en el cielo; mas comienza ya, ahora, aqu¨ª en la tierra, siempre que se implanten nuevos niveles en la reducci¨®n de las desigualdades sociales. Lo que deja perplejos a los cat¨®licos tradicionales y a los gobernantes (generalmente militares) de un cristianismo meramente nominal y estereotipado es escuchar de estos cristianos nuevos, embarcados en procesos de liberaci¨®n, que lo hacen en nombre de la fe, que a esto llegaron meditando sobre los Evangelios y adorando a Jesucristo; Dios encarnado en nuestra pobreza, martirizado como consecuencia de un mensaje y de una pr¨¢ctica que cuestionaba el poder religioso y pol¨ªtico de aquel tiempo, y resucitado como hombre nuevo. Primicias del Reino de Dios, concretado en su humanidad y prometido a todos los hombres.
La teolog¨ªa de la liberaci¨®n se hace a partir de este lugar o ¨¢mbito social: junto con los pobres, asumiendo su causa y participando en sus luchas. Toda la teolog¨ªa se hace a partir de alg¨²n lugar predominante, incluso aquella que se pretende universal y oficial. Otrora se hac¨ªa en el coro de la iglesia, entre las varias horas can¨®nicas: de all¨ª result¨® una teolog¨ªa piadosa, como comentario de las Escrituras; piadosa en el sentido m¨¢s eminente de la palabra. Despu¨¦s pas¨® por los pupitres de la Universidad, en di¨¢logo con los dem¨¢s saberes: de all¨ª surgi¨® una reflexi¨®n sistem¨¢tica y acad¨¦mica. Del lugar de los monjes en sus monasterios se origin¨® una vigorosa teolog¨ªa m¨ªstica que termina siempre en el silencio ante el misterio abismal de Dios. Todos estos lugares son leg¨ªtimos, y de ellos se hacen apropiaciones diferentes de una verdad religiosa que es en s¨ª misma inagotable. A partir de all¨ª se plantean, evidentemente, interrogantes importantes al te¨®logo que inicia este sendero: ?qu¨¦ imagen de Dios aflora de la pr¨¢ctica de la liberaci¨®n?; a partir del compromiso con las v¨ªctimas de la injusticia, ?qu¨¦ facetas del misterio de Dios se tornan m¨¢s relevantes?; ?qu¨¦ imagen de Jesucristo se desentra?a de la experiencia religiosa de las comunidades eclesiales comprometidas con la lucha por la tierra, la denuncia de las violaciones de los derechos del trabajador, en el contacto con las mujeres marginadas por la prostituci¨®n?; ?qu¨¦ dimensiones de Mar¨ªa son particularmente queridas por los cristianos de las comunidades de base?; ?qu¨¦ modelo de Iglesia emerge de las pr¨¢cticas de participaci¨®n interna, con nuevos ministerios y con la responsabilidad social en cuanto a los cambios necesarios en las formas de convivencia?; ?c¨®mo quedan el pecado, la gracia, la comprensi¨®n de los sacramentos? A partir del lugar de los oprimidos resalta con fuerza la dimensi¨®n p¨²blica y social de la fe cristiana, el car¨¢cter estructural de las injusticias y la dimensi¨®n procesal de las luchas por la liberaci¨®n. No se trata, evidentemente, de negar la dimensi¨®n personal e ¨ªntima de la fe, pues aun en lo social persiste la irreductabilidad de la persona humana; mas se agranda la dimensi¨®n del problema humano y se descubren riquezas ocultas del mensaje evang¨¦lico y de la pr¨¢ctica de Jes¨²s, que innegablemente poseen un componente social. Este debe, a su vez, ser entendido socialmente. La superaci¨®n de la pobreza a partir del compromiso cristiano demanda un descubrimiento de aquellos mecanismos pol¨ªticos y econ¨®micos que la producen y reproducen continuamente. El te¨®logo se ve urgido a apropiarse de categor¨ªas anal¨ªticas, generalmente extra¨ªdas de la interpretaci¨®n hist¨®rico-estructural de los conflictos (la pobreza es conflictiva), para cumplir mejor la tarea cristiana de ayudar en la liberaci¨®n de la pobreza inicua. El cristiano comprometido pide una racionalidad de su fe y los motivos de su esperanza. La teolog¨ªa de la liberaci¨®n intenta ofrecer una respuesta. Por eso es necesario hacer esta teolog¨ªa en las condiciones hist¨®ricas de aciertos y eventuales equ¨ªvocos.
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