Reivindicaci¨®n de Moby-Dick
Las ballenas, v¨ªctimas de la codicia pesquera de japoneses y sovi¨¦ticos
Al final de la primavera los fr¨ªos mares de la Ant¨¢rtida se llenan de krill. Rorcuales y ballenas acuden en masa a consumir tan preciado alimento, formado por millones de peque?os crust¨¢ceos que flotan libremente en el agua del mar. Cuando bajan las temperaturas, falta el codiciado krill y estos enormes y pac¨ªficos cet¨¢ceos buscan climas m¨¢s favorables y nadan miles de kil¨®metros en busca de las aguas c¨¢lidas del indico o las costas de Am¨¦rica y ?frica.Hasta hace unos pocos cientos de a?os nadie turbaba la paz de estos largos viajes, pero apareci¨® el hombre, con sus barcos y sus arpones. Aunque al principio la caza era moderada y los m¨¦todos de captura rudimentarios, no por ello era inocua. La raz¨®n es bien simple: las ballenas son unos animales que no soportan f¨¢cilmente la explotaci¨®n y no han tenido jam¨¢s enemigos naturales. Su reproducci¨®n es demasiado lenta. El embarazo dura cerca de dos a?os, s¨®lo tienen una cr¨ªa por parto y tardan muchos a?os en alcanzar la madurez sexual.
Junto con los esquimales fueron los vascos uno de los primeros pueblos en practicar la caza de ballenas. Cuando se avistaba desde la costa alg¨²n ejemplar de ballena franca sal¨ªan las traineras a intentar arponear al incauto animal. No cabe duda, sin embargo, de que tal actividad era entonces un deporte arriesgado. Poco a poco la caza de ballenas se empez¨® a hacer desde barcos mayores, los balleneros, que no se limitaban a una actividad costera y buscaban presas cada vez m¨¢s lejos. Hoy en d¨ªa se utilizan complicados m¨¦todos de b¨²squeda (helic¨®pteros, radar, etc¨¦tera), captura (arpones con carga explosiva disparados desde barcos) y explotaci¨®n (barcos-factor¨ªa que despiezan varios animales en pocas horas), de modo que las ballenas han perdido todas sus oportunidades y varias especies se encuentran al borde de la extinci¨®n. De unos 200.000 rorcuales azules solamente quedan 6.000 (el 3%) y tan s¨®lo 3.000 ballenas francas, de una poblaci¨®n original de 120.000. No se puede dejar de sentir nostalgia y cari?o por la blanca y magn¨ªfica MobyDick, cabalgando fantasmag¨®rica sobre las olas con el atrapado cad¨¢ver del cruel y malvado capit¨¢n Ahab, rey de balleneros sin escr¨²pulos. Todo un s¨ªmbolo de lo que no pudo ser.
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