Un recuerdo a Joselito
JOAQUIN VIDAL, Terminado el pase¨ªllo, como es tradici¨®n en Madrid todos los 16 de mayo, las cuadrillas y el p¨²blico puesto en pie guardaron un minuto de silencio en memoria de Joselito, muerto en Talavera hace 65 a?os. 65 a?os ya, y a¨²n pervive el recuerdo de aquel torero de toreros, que fue, y a¨²n no ha tenido sucesi¨®n, rey de reyes de la mo?arqu¨ªa taurina. Despu¨¦s, la novillada le har¨ªa honor, porque result¨® tan emocionante como debieron ser las de aquella ¨¦poca y a¨²n continuaban siendo hace 20 a?os.
Este es el valor de la corrida, cuando se produce aut¨¦ntica: que tiene inter¨¦s, aunque sea mala. La novillada de ayer ser¨¢ de las que se califican malas en cuanto a resultado art¨ªstico, pero constituy¨® un espect¨¢culo de primer orden, lleno de'trepidantes aconteceres.
Plaza de Las Ventas
16 de mayo. Tercera de feria.Cinco novillos de Pe?ajara, bien presentados, con casta y genio, en general mansos. Sexto, sobrero de Infante da C¨¢mara, con gran trap¨ªo y poder. Juan Rivera. Estocada corta trasera atravesada -aviso con retraso- y descabello (algunos pitos). Pinchazo, media atravesada, pinchazo -aviso-, dos pinchazos m¨¢s, med¨ªa y descabello; la presidencia le perdon¨® el segundo aviso, (silencio). Juan Carlos Vera. Pinchazo y media baj¨ªsima (silencio). Bajonazo descarado (silencio). Carmelo. Estocada ca¨ªda (oreja). Estocada corta tendida y descabello (a!gunas palmas).
Los novillos, con presencia, casta y genio, pon¨ªan la emoci¨®n. Los lidiadores hac¨ªan lo que pod¨ªan desde su inexperiencia, pero pon¨ªan la emoci¨®n tambi¨¦n, con su valor y sus ansias de triunfo. Hubo asimismo, no se crea, su pizca de arte, y cada cual lo cre¨® en la medida de lo posible. Menos Juan Rivera, que era un manojo de nervios y no pudo con la casta agresiva de los novillos. M¨¢s el debutarte Juan Carlos Vera, porque interpretaba con gusto las suertes y ha debido torear mucho de sal¨®n, que es ejercicio necesario en la formaci¨®n integral de los novilleros. Y a¨²n m¨¢s Carmelo, que incluso gan¨® una oreja.
Carmelo, con uno de los pocos novillos boyantes de la tarde, tore¨® muy relajado en unas ver¨®nicas de manos bajas y pata l'ante, y en varias series de redondos, bien rematadas con los pases de pecho. El natural, en cambio, no le sal¨ªa, y volvi¨® a la mano derecha. S¨ª, era boyante el novillo, pero lo mejor¨® Carmelo con su temple.
Un torero sosegado puede templar a un toro brusco, y el mismo aserto es v¨¢lido para su contrario. Y as¨ª pudo verse c¨®mo Juan Rivera acrecentaba con sus crispaciones el genio del primer novillo, aunque este tambi¨¦n era de comportamiento boyante y segu¨ªa codicioso a los enga?os. Es decir que Juan Rivera, por dej¨¢rselos enganchar continuamente y no templar la viveza temperamental del novillo, perdi¨® la oportunidad de consagrarse en Madrid.
El otro de su lote, cuarto de la tarde, era un ejemplar de respeto, violento y con genio, al que parti¨® la espalda el picador con una carnicera agresi¨®n en el espinazo. En el mismo momento y lugar de autos cambi¨® ese novillo su talante. Hundido y borbotando sangre el lacerado lomo, enarbolaba las astas para protegerlo de un nuevo atentado.
En el siguiente encuentro empuj¨® al caballo contra la puerta del 7 y en el alboroto la sacaron de sus goznes. Qu¨¦ bestias. Abatida la puerta, el caballo volvi¨® grupas y el novillo le tiraba viajes al pandero. Sintiendo en parte tan ¨ªntima el bullir de los pitonazos, el caballo escapaba atribulado por el callej¨®n, mientras el novillo se crec¨ªa, d¨¢ndole por all¨ª, sin ning¨²n decoro. El capote de Juan Rivera disuadi¨® al novillo de su vengativo af¨¢n, devolvi¨¦ndolo al ruedo; caballo y picador aparecieron despu¨¦s muy ofendidos por la falta de respeto sufrida, y los empleados de la plaza colocaron la puerta en su sitio, malamente, pues tuvieron que estar sujet¨¢ndola el resto de la corrida.
Este suceso, que produjo enorme griter¨ªo y no menos alborozo entre el p¨²blico, muchos no recordaban haberlo visto nunca jam¨¢s, ni siquiera el abuelete coet¨¢neo. a Joselito que estaba en nuestra proximidad apoyado en el bast¨®n, y no paraba de decir aquello de "el toro de cinco y el torero de 25" o "para toreros, los de antes". Ni el sult¨¢n Juan, otro habitual de la feria, si bien no deb¨ªa, importarle demasiado pues le acompa?aban cinco, a cual m¨¢s guapa.
El toro desportillador s¨®lo quer¨ªa que lo dejaran ir a tumbarse bajo el estribo, para recitar en dolorosa soledad las coplas de Jorge Maririque, en tanto Juan Rivera lo que quer¨ªa era pegarle pases. La ocasi¨®n no era propicia, evidentemente; sorte¨® como pudo un amplio surtido de achuchones, y a punto estuvo de oir los tres avisos.
Al sexto, devuelto al corral por cojo, le sustituy¨® un novillo con cuajo de toro, que al segundo puyaz o se ech¨® el caballo a los lomos con impresionante ferocidad. A ese nov¨ªllo-toro, manso y fiero, tambi¨¦n le parti¨® la espalda el picador, no una sino cinco veces, y le, produjo un s¨ªndrome que le imped¨ªa embestir. Carmelo ensay¨® pases, sin fortuna, y hasta result¨® arrollado, sin consecuencias.
La casta de los novillos era excesiva para los j¨®venes lidiadores, pero especialmente para Juan Carlos Vera, que pareci¨® muy inmaduro para cometidos de tanta responsabilidad. Apuntaba finura, mientras era incapaz de ligar- los pases. No pasa nada. Ya se forjar¨¢ diestro. Tampoco Joselito naci¨® sabiendo aunque los de su tiempo -entre otros, el abuelete- dec¨ªan que. lo habia tenido que parir una vaca, tan sabio era. C¨®mo ser¨ªa de sabio que, 65 a?os despu¨¦s, a¨²n se le recuerda y se le atribuyen estas cosas tan chocantes.
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