Los palestinos buscan a sus muertos en el cementerio de Chatila
Levant¨® t¨ªmidamente un hule que tapaba uno de los cad¨¢veres alineados en el suelo, despu¨¦s tir¨® de una manta que cubr¨ªa otro cuerpo. sin vida, y cuando repiti¨® el gesto por tercera vez, la anciana rompi¨® a llorar. Samia acababa de reconocer el rostro descompuesto de su hijo Ahmed, muerto d¨ªas atr¨¢s en los combates entre la milicia shi¨ª Amal (Esperanza) y los palestinos de los campamentos de refugiados de la capital libanesa. El Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR) convoc¨® ayer por la ma?ana, en el cementerio de los M¨¢rtires de Chatila, a los familiares y amigos de las v¨ªctimas mortales palestinas de los 18 d¨ªas de enfrentamientos.
Se trataba de identificar a los 83 primeros cad¨¢veres recogidos el pasado fin de semana en los campamentos y sus alrededores, que fueron enterrados a mediod¨ªa en una fosa com¨²n. Pero apenas un centenar de personas, entre las que figuraban s¨®lo cuatro hombres, se atrevieron a acercarse hasta all¨ª, por miedo a los milicianos shi¨ªes, que enturbiaron la ceremonia f¨²nebre pase¨¢ndose con sus armas entre las tumbas y los cad¨¢veres putrefactos, pertenecientes en su mayor¨ªa a hombres palestinos, pero tambi¨¦n a cinco mujeres y a cuatro ni?os, meticulosamente colocados en la entrada del cementerio."Que les dejen en paz con sus muertos", murmuraba para no ser o¨ªda una voluntaria libanesa de una organizaci¨®n humanitaria. "Al rnenos", recordaba indignada, "cuando hace tres a?os el Ej¨¦rcito israel¨ª toler¨® que se produjese la primera matanza en Sabra y Chatila, los familiares pudieron reconocer poco despu¨¦s y sin temor a sus parientes fallecidos".
Olor a putrefacci¨®n
A causa tal vez del inquietante ir y venir de los hombres de Amal o del insoportable olor a putrefac.ci¨®n que emanaba del lugar, las mujeres palestinas, enlutadas y con la cabeza tapada con un pa?uelo, apenas se quedaron en el cementerio, y s¨®lo aquellas pocas que tuvieron la suerte deencontrar a su hijo o a su marido, envueltos en unas colchas que el viento se empe?aba en destapar, prolongaron un poco su estancia para acompa?ar al difunto hasta su inhumaci¨®n.
Sentadas en las escaleras de la caseta del jardinero, las mujeres, en su mayor¨ªa ancianas, sollozaban casi en silencio, pero algunas adolescentes vestidas con pantalones vaqueros increpaban a gritos a los milicianos shi¨ªes llam¨¢ndoles "asesinos" y "carniceros". Mientras, impasibles, miembros de la defensa civil libanesa difuminaban insecticida y rociaban con cal los cuerpos salpicados de moscas e hinchados por su larga exposici¨®n al sol en el campamento de Chatila o en un patio del hospital palestino derruido de Gaza, pegado al de Sabra, de donde fueron recuper ados por la Cruz Roja.
Despu¨¦s eran arrojados en la fosa com¨²n, en cuya l¨¢pida mortuoria, se?al¨® una funcionaria del CICR, s¨®lo figurar¨¢n los nombres correspondientes a los 35 cad¨¢veres q¨²e pudieron ser identificados. Al lado, en la losa de otra tumba colectiva, s¨®lo han sido tambi¨¦n grabados los nombres de algunos pocos muertos, enterrados all¨ª en agosto de 1976, tras el asalto al famoso campamento palestino de Tell el Zaatar; y m¨¢s lejos, en otra gran sepultura cavada en 1982, est¨¢n inscritos los de, varias v¨ªctimas de la matanza de Sabra y Chatila.
Unos barbudos armados, adscritos probablemente a Amal, interpelaron a unos fot¨®grafos de prensa en la puerta del cementerio, y s¨®lo tras larga discusi¨®n permitieron a los reporteros abandonar el recinto sin velar sus rollos de pel¨ªcula.
Indiferente al tableteo de las ametralladoras en acci¨®n, a pesar del alto el fuego, en un cercano frente, Fuad Rustom, responsable de la defensa civil libanesa, afirmaba, a trav¨¦s de la mascarilla que le proteg¨ªa de los olores nauseabundos, que "en Chatila y Bourj Bourajne -el mayor de los campamentos- quedan a¨²n muchos cad¨¢veres por recoger".
Cuando los periodistas le preguntaron si, seg¨²n ¨¦l, el n¨²mero definitivo de v¨ªctimas superar¨¢ los 511 muertos y 2.127 heridos -¨²ltimas cifras proporcionadas por la polic¨ªa libanesa-, Rustom se encog¨ªo de hombros. "No lo s¨¦", contest¨®. "Lo ¨²nico que puedo decir es que habr¨¢ que repetir varias veces esta ceremonia. Estamos excavando ya nuevas fosas cornunes".
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