Una brillante Espa?a super¨® la planificaci¨®n de la RFA
![Luis G¨®mez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F2ce46456-ac54-4700-96db-0b8f394a4fda.jpg?auth=77002eb2305650451646ff522b8a51b014f7c806758a28329fafa3c3944a40f6&width=100&height=100&smart=true)
ENVIADO ESPECIALEspa?a ya es semifinalista. Derrot¨®, con intensidad, y apoyada en el aplomo de Epi, a una selecci¨®n que dio miedo: la RFA. Espa?a jug¨® un encuentro de enorme desgaste y contest¨® al castigo de la superioridad f¨ªsica alemana con el castigo del juego total de Epi y una mejor organizaci¨®n estrat¨¦gica. Epi no s¨®lo realiz¨® 36 tantos, sino que fue el origen del aplomo espa?ol. Cuando sus compa?eros se dieron cuenta de que estaba en todo y para todo, supieron aguantar la presi¨®n inagotable de los germanos. Despu¨¦s de resolver el primer tiempo con harta suficiencia, Espa?a se vio acosada por la RFA, que emple¨® toda su energ¨ªa en la t¨¢ctica del miedo. Dieron miedo, porque Espa?a estaba desamparada: ninguno de los dos colegiados se iba a jugar el pellejo en Stuttgart.
El significado de una victoria ante la RFA era evidente: hacer in¨²tiles varios a?os de trabajo, la inversi¨®n costosa de encontrar a varios gigantes, educarlos en un deporte tan poco natural en su tradici¨®n como el baloncesto, costearles una larga estancia en Estados Unidos y realizar un campeonato en el momento adecuado para dar a la luz otro ejemplo m¨¢s de la planificaci¨®n germ¨¢nica Todo se vino abajo.
La t¨¢ctica espa?ola era clara: insistir, insistir e insistir; no permitir que su juventud, la arrogancia con que saltaron a la cancha, les diera alas. Los espa?oles deb¨ªan conservar la mente fr¨ªa: velocidad, s¨ª, pero para pensar y no tanto para correr. D¨ªaz Miguel jug¨® la primera parte con casi todo el equipo. Realiz¨® 10 cambios. Busc¨® una defensa individual que se fuera ajustando a la disposici¨®n del rival; primero para evitar el juego de los hombres altos, Blab y Welp y, luego, para socavar la eficacia de Schrempf y Jaeckel, sustentadores del 50% de la potencia ofensiva de la RFA. Schrempf se movi¨® en diversas posiciones, seguido inicialmente de Sibilio. Pero antes, Mart¨ªn y Jim¨¦nez consiguieron echar a Welp al banquillo, por ingenuo, y detener la fortaleza de Blab.
Con cuentagotas, variando el ritmo con mimo, tratando a los alemanes con exceso de seriedad, se fue ganando terreno. El marcador subi¨® como un term¨®metro, lentamente, y el juego espa?ol no se estabilizaba porque no pensaba en s¨ª mismo, sino en anular al rival. As¨ª, la fugaz salida de Villacampa, o el esfuerzo de Iturriaga y la eficacia inicial de Sibilio.
Todos estos cambios fueron, para dar tiempo al tiempo, hasta encontrar la soluci¨®n: Epi, tirador, l¨ªder, reboteador, defensor, hombre orquesta.
Ganar de 16 en el descanso hubiese sido suficiente, pero no en este caso. La RFA no quer¨ªa perder este partido y sab¨ªa que iba a contar con detalles a favor. Tuvo la honradez de emplearse a fondo en toda la segunda parte y someter a la selecci¨®n espa?ola a una constante tensi¨®n. A pesar de que la selecci¨®n espa?ola se lleg¨® a tener una diferencia de 19 tantos, ¨¦stos comenzaron a ser reducidos de forma sistem¨¢tica.
El desgaste era tremendo. En pocos minutos la diferencia bajaba un tanto, pero cuatro jugadores se situaban en las cuatro personales. D¨ªaz Miguel orden¨® una zona para aliviar la situaci¨®n, pero no hab¨ªa alivio posible. Hab¨ªa que soportar la fuerza del juego alem¨¢n, su tenacidad. As¨ª se presenci¨® una segunda parte terror¨ªfica por el miedo que lastraba a los jugadores espa?oles.
Las diferencias se acortaron hasta los siete tantos y los ¨¢rbitros condenaban a los hombres de D¨ªaz Miguel al desamparo. Fueron dos errores providenciales del equipo alem¨¢n, bien aprovechados, los que permitieron entrar en los tres ¨²ltimos minutos con m¨¢s de 10 tantos de ventaja. Ya estaban en el camino de la medalla.
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