Cariacontecidos
Elena Mart¨ª es una excelente profesional de la televisi¨®n, que ha sido marginada muchas veces, y a veces por razones tan absurdas como la vida misma. Tiene el aplomo adecuado como para ser brit¨¢nica en las zonas en las qu¨¦ los entrevistadores chillan, y tiene adem¨¢s la informaci¨®n suficiente como para aparecer en la peque?a pantalla ante cualquier acoso y salir por el letrero final como una eficaz conocedora de los temas m¨¢s complejos.Pero es de la escuela espa?ola, y esto no es una descalificaci¨®n, sino un punto y seguido. La escuela espa?ola de los entrevistadores de televisi¨®n tiene como primera asignatura la amabilidad encorbatada, que deja dif¨ªcil resquicio a la entrevista dura; en Inglaterra pasa algo parecido, con una diferencia: el entrevistador m¨¢s agresivo -Robin Day- usa pajarita, y es capaz de echar del estudio a la primera ministra, Margaret Thatcher, si trata de usurparle las reglas del juego. La acorrala, le busca las cosquillas, la sit¨²a en su sitio. Porque sabe tanto como ella.
Los papeles de siempre
Hubo un equ¨ªvoco permanente en la televisi¨®n, espa?ola, y fue el de creer que se pod¨ªa entrevistar con los papeles de siempre a los personajes dif¨ªciles. Si el personaje es norteamericano, vive la aventura suficiente de soportar los ataques de los diversos medios de su pa¨ªs y es capaz de hablar en castellano como si fuera de Santiago de Chile o de Buenos Aires, la dificultad es sublime. E insuperable.Pas¨¦ anteayer, cuando Elena Mart¨ª y Luis Alberto Rivas se enfrentaron al ex directivo de la CIA y nuevo embajador norteamericano en la ONU, Vernom Walters, para inquirirle sobre lo que ¨¦l se sabe con una profesionalidad que excede cualquier dossier de prensa. Mart¨ª y Rivas se saben los dossieres, o esto es conveniente creer. Walters se sabe los datos; a lo mejor no dice la verdad, y es probable que no nos guste lo que dice, pero es capaz de comunicar lo que quiere como si fuera una m¨¢quina de triturar t¨®picos.
A lo mejor no son t¨®picos los que tritura Vernom Walters, pero sabe triturarlos, y adem¨¢s los prepara con tiempo. Debe ser un buen jugador de las m¨¢quinas tragaperras, a las que hay que llegar con la rapidez del rayo para confundirles y ganarles, y los que se le enfrentan no saben que este hombre que procede de la mejor central de informaci¨®n del mundo lleva consigo, en su cabeza, el dossier que los dem¨¢s le quieren desmontar. Mart¨ª y Rivas se acercaron al personaje como si fueran a entrevistar a Miquel Roca, y salieron trasquilados. No supieron hacerlo, o ¨¦l supo hacerlo con la iron¨ªa que destroza cualquier papelillo mal preparado. Daba la sensaci¨®n de ¨¦l hab¨ªa estado all¨ª; lo periodistas lo hab¨ªan estudiado por correspondencia.
Fuera de juego
Mart¨ª y Rivas quisieran coger a Walters en fuera de juego, y fue imposible. Ning¨²n informador que haya sido periodista durante m¨¢s de dos d¨ªas de su vida puede reprocharles otra cosa que la ingenuidad. Un se?or de esta categor¨ªa hist¨®rica no va a un plat¨® a perder la partida; va a ganarla, y la gana siempre, porque no hay servicio de documentaci¨®n en el mundo que sea tan profesional como para ofrecerle una catalogaci¨®n de los datos como la que llev¨® en su manga el diplom¨¢tico norteamericano.Vernom Walters -se deduce- sab¨ªa m¨¢s que Elena Mart¨ª -y que Mor¨¢n, si esto no es apurar demasiado las cosas- sobre la divisi¨®n espa?ola de la tierra del S¨¢hara. Y ¨¦l se conoc¨ªa los datos sobre las relaciones norteamericanas con Nicaragua. No queremos creerlo, pero parece tan convivencente que nos dej¨® cariacontecidos. Como a los periodistas que se le enfrentaron.
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