Horas decisivas en Nicaragua
Los 27 millones de d¨®lares (unos 4.500 millones de pesetas) aprobados por la C¨¢mara de Representantes norteamericana el pasado mi¨¦rcoles como ayuda a los contra constituye una escalada significativa en la tensi¨®n que rodea la situaci¨®n de Nicaragua. Reagan ha convencido a la C¨¢mara de que existe un peligro real para los intereses norteamericanos en Centroam¨¦rica y de que, para acabar con el sandinismo o desvirtuar su contenido revolucionario, hay que aumentar la presi¨®n. El presidente norteamericano ha tenido que recorrer un largo camino para vencer la oposici¨®n de los congresistas, y para conseguir su prop¨®sito tuvo en el viaje de Daniel Ortega a Mosc¨² su mejor aliado.A los 10 a?os del final de la guerra de Vietnam, la opini¨®n p¨²blica norteamericana, en todos sus estamentos, rechaza con fuerza y vigor cualquier envolvimiento de tropas propias en conflictos exteriores. Este es uno de los principales frenos con que se encuentra la Administraci¨®n Reagan para soluciones militares, que de todas maneras no se pueden descartar como ¨²ltimo recurso. La ayuda a los contra es otro camino para conseguir el cambio del propio r¨¦gimen sandinista o su derrocamiento.
Aparte de su ilegalidad flagrante, esta pol¨ªtica encierra obviamente el riesgo de una escalada militar en una zona ya explosiva. La primera reacci¨®n nicarag¨¹ense ha confirmado la extrema gravedad de la situaci¨®n. Tras el voto del Congreso, Daniel Ortega se ha considerado desligado de su compromiso de detener la compra de armamento sofisticado y ha dejado, por tanto, las puertas abiertas a la adquisici¨®n de modernos aviones de combate, de los que todav¨ªa no disponen los sandinistas por temor a una reacci¨®n norteamericana.
La aprobaci¨®n de la ayuda a los contra es peligrosa, adem¨¢s, en la medida en que supone la legitimaci¨®n de una pol¨ªtica de presi¨®n militar contra un pa¨ªs que dispone de un Gobierno leg¨ªtimamente constituido y con el que incluso Estados Unidos mantiene relaciones diplom¨¢ticas. Siguiendo la l¨®gica de esa pol¨ªtica, va a ser dif¨ªcil evitar que, si los contra fracasan -como prev¨¦n el Pent¨¢gono y otras instituciones y personalidades norteamericanas-, Reagan se decida por la intervenci¨®n directa.
Aunque el complejo sistema legislativo norteamericano tiene todav¨ªa que decidir la cantidad exacta de dinero para los contra y la manera en que ¨¦stos recibir¨¢n la ayuda -existen dos proyectos distintos aprobados en el Senado y en la C¨¢mara de Representantes-, los que sin duda ser¨¢n principales destinatarios de estos fondos hacen esfuerzos por articular un movimiento m¨¢s presentable a la opini¨®n p¨²blica norteamericana y europea de lo que son los grupos de oficiales somocistas que integran la Fuerza Democr¨¢tica Nicarag¨¹ense (FDN).
Nicaragua puede caer en la trampa de radicalizar aun m¨¢s su pol¨ªtica. Intentar resolver el conflicto en el terreno militar es apostar simplemente por la derrota. La negociaci¨®n es en este caso algo m¨¢s que un s¨ªntoma de pragmatismo. Una actitud m¨¢s flexible con la oposici¨®n exterior y medidas que refuercen el pluralismo interno quitar¨ªan argumentos a la ret¨®rica de la Casa Blanca y aumentar¨ªan la fuerza de los legisladores norteamericanos que -con Tip O'Neill y Edward Kermedy a la cabeza- intentan parar los planes de Reagan.
El r¨¦gimen sandinista necesita tambi¨¦n moderaci¨®n, flexibilidad, prudencia y habilidad. Algo que le falt¨® a Daniel Ortega al viajar a Mosc¨² precisamente cuando los congresistas estaban m¨¢s en contra de los planes de Reagan. Pero por encima de todo es necesario pensar que la situaci¨®n nicarag¨¹ense est¨¢ en horas decisivas.
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