La columna infame
?La columna infame! No me refiero, claro est¨¢, a la que ahora inicio con estas palabras; aunque es seguro que va a serlo (como todo o casi todo lo que uno publica en los peri¨®dicos, por importantes que ellos sean) en el sentido m¨¢s vinculado a la etimolog¨ªa de la palabra: algo sin-fama, algo que no ha de ser re-nombrado posteriormente. Pero tambi¨¦n hay, o sobre todo hay, la infamia como des-honra. Y eso espero que no. La cosa, al menos esta vez, es mucho m¨¢s sencilla. Ocurre que...Ocurre -o no ocurre demasiado, digamos la verdad- que por estos d¨ªas se conmemora el segundo centenario del nacimiento de Alessandro Manzoni. Al menos, algo se va a hacer en ese sentido bajo los auspicios del Instituto Italiano de Cultura en Barcelona, y all¨¢ piensa ir uno para decir, mejor o peor, algo sobre, precisamente, la columna infame. ?De qu¨¦ va la cosa? Los italianistas -?hay muchos en Espa?a?- y, sin serlo, quienes hayan le¨ªdo Los novios, de Manzoni, lo saben de sobra, o por lo menos suficientemente. Entre ¨¦stos me cuento: entre los que lo sab¨ªan, por lo menos, suficientemente. A mis recuerdos de adolescencia pertenece la lectura de las aventuras de Lorenzo y Luc¨ªa -tengo que decir que le¨ª una edici¨®n de la editorial catalana Ram¨®n Sopena, que hizo en su tiempo una importante labor en la difusi¨®n popular de la gran literatura-, y no olvido la presencia de ese extraordinario personaje que es el cura don Abundio; pero, sobre todo, las fases documentales en las que Manzoni, bas¨¢ndose particularmente en el testimonio de Giuseppe Ripamonti, relata la gran peste de Mil¨¢n en 1630. Qu¨¦ atm¨®sfera, qu¨¦ ambiente, qu¨¦ gran sensaci¨®n de cat¨¢strofe cuasi b¨ªblica da -y ah¨ª est¨¢ lo curioso del asunto la mera, o casi mera, reproducci¨®n documental de los hechos, transcritos casi siempre con la precisi¨®n propia de los notarios y hasta, si mal no recuerdo, con una cierta exhibici¨®n de fuentes. ?Qu¨¦ tiene que hacer en una novela el aparato bibliogr¨¢fico? El problema de los g¨¦neros se plantea ya, sin duda, en casos tan ilustres como este de Los novios, de Manzoni.
Ahora parece que vivimos en una ola -de esas que suelen invadirnos, como se dice- de novelas hist¨®ricas: que si Yourcenar, que si Graves, que si otros muchos, ya ancianos como ¨¦stos, ya m¨¢s j¨®venes; cosa que ocurre una y otra vez en la historia de la novela: el recurso a la historia como materia o como fondo de la narraci¨®n que muchas veces cobra relieve de primer plano. Por cierto que el tema de la peste ha motivado una buena estirpe de narraciones m¨¢s o menos vinculadas a la ficci¨®n:, desde aquel A?o de la peste, de Daniel de Foe -obra en la que ¨¦l se considera presente en la que se abati¨® sobre Londres 35 a?os despu¨¦s de la de Mil¨¢n-, hasta cuentos y novelas propiamente dichos, como en Poe, London o Camus.
El problema de los g¨¦neros, apunt¨¢bamos hace un momento. As¨ª es, y Leonardo Sciascia lo apunta muy bien en la nota previa que acompa?a a una edici¨®n castellana de la Historia de la columna infame, de Alessandro Manzoni, que acaba de aparecer. Se problematiza el concepto de novela hist¨®rica aplicado a esta de Manzoni. Novela-investigaci¨®n, prefiere definirla Renzo Negri en su ensayo de 1974, que cita el mismo Sciascia. Sea como sea, la existencia como obrita aparte de este texto sobre la columna infame nos llama la atenci¨®n sobre un problema de equilibrio entre los datos de la invenci¨®n novelesca y los de la historia, que Manz¨®ni se plante¨® muy seriamente, pues algo en la estructura de su novela produjo el rechazo de esta parte hasta convertirla en un ap¨¦ndice de la novela; situaci¨®n en la que la Historia de la columna infame ha continuado por mucho tiempo, hasta que observadores sensibles a la importancia de tal texto lo fueron rescatando de su situaci¨®n secundaria y apendicular para reivindicar su autonom¨ªa como obra y aun como obra maestra.
En mis art¨ªculos, publicados en este peri¨®dico, sobre la tortura (La gangrena), ya hice menci¨®n de esta columna infame, aunque mi referencia fue sobre todo a la obra de Pietro Verri Observaciones sobre la tortura. Se recordar¨¢ que la llamada colaboraci¨®n ciudadana dio uno de sus frutos podridos -el m¨¢s reciente entre nosotros o, por lo menos, el m¨¢s grave es el que puede designarse como el horror de Almer¨ªa, de infausta memoria- al advertir cierta vecina de la calle de la Vetra dei Cittadini, en Mil¨¢n, que un hombre hac¨ªa movimientos extra?os con un papel y restregaba sus dedos contra la muralla. El mito de los untadores pest¨ªferos estaba a punto de tomar terrible cuerpo en la historia de Mil¨¢n. Denunciado el hecho a las autoridades por aquella buena se?ora, se abri¨® el proceso, en el que se tortur¨® y se ejecut¨® por medio de atroces suplicios a varias personas, naturalmente inocentes, pues no hab r¨¢ que decir a estas alturas -?o quiz¨¢ s¨ª?- que tales untadores fueron un producto de la imaginaci¨®n m¨¢s ignorante y de la mala fe de aquellos jueces en el marco institucional de la tortura como m¨¦todo legal de investigacion. Una de las v¨ªctimas fue un pobre barbero, de nombre Giangiacomo Mora; precisamente sobre el solar en, que se alzaba su barber¨ªa fue erigida aquella columna infame para memoria y escarmiento de las gentes futuras.
El librito de Manzoni tiene un cierto car¨¢cter pol¨¦mico con relaci¨®n al de Verri. Teniendo en cuenta que Verri escribio el suyo en 1777, y Manzoni public¨® Los novios en 1827, podr¨ªa pensarse -claro est¨¢ que desde un punto de vista historicista y desde una beata creencia en el progreso, d¨ªa a d¨ªa, de las ideas humanasque la Historia de la columna infame habr¨ªa de significar un paso adelante en la l¨ªnea del pensa miento italiano contra la pr¨¢ctica, legal o ilegal, de la tortura: un pensamiento ilustre que presenta -en el mundo de la cultura italiana- muestras como los famosos pasajes de Cesare Beccaria en su obra De los delitos y de las penas, contempor¨¢nea en cuanto a su escritura de la de Verri, la cual se public¨® despu¨¦s, en raz¨®n de su posici¨®n familiar y social y
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de la actitud del Senado, que se pronunciaba contra la abolici¨®n de la tortura al menos en tres casos -el de tratarse de un delito particularmente grave, la imposibilidad de obtener la verdad (?) de otra manera y el que se tratara de un juicio urgente-, hasta, ya en nuestros d¨ªas, la importante obrita en la que Lelio Basso, revel¨® c¨®mo la pr¨¢ctica de la tortura sigui¨® realiz¨¢ndose en Italia despu¨¦s de la ca¨ªda del fascismo... Pues bien, en la lectura de la obra de Manzoni advertimos que ¨¦l puso el acento, al analizar aquel escandaloso proceso de 1630, en la ciega pasi¨®n de los jueces, es decir, en ciertas instancias individuales, de manera que el sistema de la tortura aparece como en un segundo plano dentro de su investigaci¨®n del caso. Manzoni viene a decir que el mismo sistema policiaco-judicial, aplicado por otros jueces, hubiera desembocado en una evitaci¨®n de tama?a tragedia. "No queremos, por cierto ( ... ) eximir a la ignorancia y a la tortura de la responsabilidad que les cupo en aquel horrible hecho ( ... )", dice Manzoni; pero tambi¨¦n se expresa, en los t¨¦rminos corteses tan propios de su estilo, contra Verri en la medida en que ¨¦ste "se propuso extraer de aquel hecho un argumento contra la tortura ( ... )". Para Manzoni, del hecho de estar -en vigor la tortura "no se segu¨ªa necesariamente que debieran padecerla todos los acusados, ni que todos aquellos a quienes fuera infligida debieran ser sentenciados culpables". Etc¨¦tera, pues no puede tratarse aqu¨ª del asunto en toda su complejidad. S¨ª es cierto, al menos desde mi punto de vista, que el ilustrado Verri, hist¨®ricamente anterior, va por delante de Manzoni en el tratamiento de este problema; y ello sucede con frecuencia: que lo cronol¨®gicamente posterior es ideol¨®gicamente anterior, y otras paradojas de la historia. Apor¨ªas que el materialismo hist¨®rico suele resolver con bastante facilidad, por cierto. Que las causas aparecen muchas veces despu¨¦s de que los efectos act¨²en ya como verdaderos agentes hist¨®ricos es cosa que puede ser observada sin mayores dificultades, por ejemplo; y que no se puede depositar confianza en el progreso mec¨¢nico de las generaciones en cuanto a la producci¨®n de pensamiento nuevo es asunto que salta a la vista en la historia de la filosofia. ?El pensamiento nuevo se ha producido tantas veces antes que el que se produce, por ejemplo, en el seno de nuestra actual generaci¨®n, portadora una y otra vez, en su conjunto, de pensainiento viejo (as¨ª sucede ahora con ese negocio de la posmodernidad)! En el caso Verri / Manzoni parece como si el pensamiento de la Ilustraci¨®n italiana hubiera que situarlo por delante de hechos culturales posteriores, como el romanticismo ,cat¨®lico de Alessandro Manzoni. Pero doctores tiene la historia de la cultura que seguramente mantendr¨¢n opiniones -doctas, por definici¨®n- m¨¢s autorizadas que las de uno.
Transferido el tema a nuestro tiempo y a nuestros pa¨ªses, ah¨ª est¨¢n quienes atribuyen a la promulgaci¨®n de ciertas leyes especiales, como la llamada entre nosotros ley antiterrorista, poco menos que la agencia de la tortura, o al menos su consolidaci¨®n y su proliferaci¨®n, frente a quienes plantean los casos de tortura como ciertos excesos personales de algunos raros funcionarios, cosa que podr¨ªa darse indistintamente con esta o aquella legislaci¨®n. Tal parece ser la opini¨®n del ministro Barrionuevo, con lo que ciertamente arroja gruesas piedras contra su propio tejado personal; pues, ciertamente, su gesti¨®n ministerial podr¨ªa entenderse, a ese tenor, con juicios muy peyorativos para su persona y, por tanto, exculpatorios del organismo pol¨ªtico del que ¨¦l forma parte (una parte muy desagradable, ciertamente). En realidad, es m¨¢s cierto lo que ha escrito Jes¨²s Ib¨¢?ez en un reciente art¨ªculo: que si el espacio es curvo, no se puede dar en ¨¦l una l¨ªnea recta. La f¨ªsica nos provee, en ocasiones, de preciosas met¨¢foras; as¨ª es en este caso.
Alessandro Manzoni pensaba adem¨¢s que la tortura era un asunto del pasado. Otro punto de discusi¨®n que podr¨ªamos apuntar en la cuenta de su idealismo. Pero tambi¨¦n hay que apuntar en su cuenta, para la debida contribuci¨®n a su, gloria, lo certero de su argumento cuando, al rese?ar que el presunto financiero de la presunta actividad criminal -un espa?ol llamado Padilla, que era hijo del alcaide del castillo de Mil¨¢n fue absuelto, nos expuso que ipso facto quedaba desmentida toda la trama. S¨®lo que las ejecuciones ya se hab¨ªan producido, y all¨ª se elevaba nada menos que una columna infame: monumento que desde entonces apunt¨® acusatoriamente no a donde quer¨ªa apuntar, sino al coraz¨®n de aquellos infames jueces, como se?ala Manzoni, pero sobre todo a la infamia del sistema, como ya hab¨ªa dicho Pietro Verri.
Otro punto muy bien subrayado por Manzoni es el del efecto terrible que en el proceso produjeron las promesas de impun¨ªdad. Leonardo Sciascia, muy certeramente, asocia ahora aquellas promesas a la pol¨ªtica de arrepentidos que en Italia se ha desarrollado durante los ¨²ltimos a?os contra las personas y la estructura de las Brigadas Rojas. De manera que si leemos, a¨²n hoy, esta Historia de la columna infame -y se puede hacer en cualquier momento, y no porque este a?o Manzoni sea objeto de una cierta efem¨¦ride-, lo que suscita en nosotros tiene mucho que ver con los debates de nuestra ¨¦poca. Efectivamente: ?c¨®mo se resisten los tiempos a convertirse en arqueolog¨ªa!
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