Denis Rafter
El irland¨¦s que monologa en ingl¨¦s en Espa?a sobre Shakespeare y Wilde
PEDRO SORELA Denis Rafter interpret¨® por primera vez en un manicomio de Dubl¨ªn a los siete a?os -cantaba baladas irlandesas-, y desde entonces no ha abandonado el teatro, pese a un obst¨¢culo importante: desde hace 23 a?os vive en pa¨ªses de habla no inglesa, pero eso no le ha desanimado. En los ¨²ltimos tiempos se especializa en mon¨®logos, que escribe, dirige y representa. Con el soliloquio The remarkable Oscar Wilde, reci¨¦n representado en Madrid, Rafter fue premiado en el festival de Edimburgo, en 1981, entre 800 grupos.
Rafter vive en este pa¨ªs, junto con su esposa, australiana, y su hija, nacida en Roma, desde que en 1960 fue trasladado como jefe de ventas de la compa?¨ªa a¨¦rea para la que trabaja. En ¨¦sta saben que para retenerlo es preciso dejarle ir de cuando en cuando para que represente.Su vida estaba escrita, no s¨®lo porque en su familia hay actores (y boxeadores), sino porque, como ¨¦l dice, "todo irland¨¦s quiere ser actor y viajero". Cuando a los 20 a?os le lleg¨® la oportunidad, abandon¨® los ensayos de tres obras y se march¨® a Roma. Eran los tiempos del Concilio Vaticano II y su trabajo consist¨ªa principalmente en llevar de un lado a otro a sacerdotes y monjas. Ahora tiene 43 y nunca se ha podido dedicar al teatro por completo, pero siempre ha intentado incorporarlo a su vida. Por ejemplo, cuando imagina como una escena el complejo tur¨ªstico que proyecta su compa?¨ªa y distribuye los espacios con arreglo a criterios de director. "Pero lo importante es el teatro", dice, y se resiste a mezclarlo con cualquier otra cosa.
"Es arriesgado pensar que uno, solo, puede divertir a la gente durante hora y media", dice este actor, director y escritor de mon¨®logos, a quien parece importar mucho el pulso de su audiencia: la escucha durante todo el tiempo de la representaci¨®n, e intenta no perder comba, pues sabe que en los ¨²ltimos cinco minutos un descuido puede fastidiarlo todo. Ahora se propone llevar sus obras a India y Jap¨®n.
Cuando no act¨²a con esa contenida emoci¨®n de la escena sajona, su voz es amable y baja y ello le describe: desconf¨ªa de cualquiera en quien intuya una m¨¢scara y se siente cercano de quienes llama los payasos, o, lo que es lo mismo, los perdedores. De hecho, es esa idea la que gu¨ªa sus elecciones. The remarkable Oscar Wilde refleja la ca¨ªda del escritor m¨¢s traducido de Inglaterra despu¨¦s de Shakespeare, desde la gloria londinense a la c¨¢rcel de Reading y el exilio, y Judas, el personaje sobre el que ahora escribe otro mo n¨®logo, tambi¨¦n fue un perdedor
Los payasos hilan su soliloquio O'Shakespeare, sobre el dramaturgo, en cuya obra abundan. Lu gar: el escenario devastado del teatro The Globe, el 30 de junio de 1613, a la ma?ana siguiente de la representaci¨®n de Enrique VIII en la que un ca?onazo incendi¨® todo el tinglado. De una cesta se levanta un hombre que se acaba de despertar. Se encuentra con el p¨²blico. Es el ¨²ltimo actor de la compa?¨ªa, sabe lo que ha ocurrido y poco a poco intuye que le ha llegado su oportunidad: al fin podr¨¢ recitar lo que nunca pudo. Lo hace. Se entusiasma y llega a sugerir que ¨¦l es el verdadero creador. Mas en la actuaci¨®n el actor va comprendiendo que todo ello no es s¨®lo teatro. Se encarna en Lear abandonado por sus hijas, y en Macbeth a punto de perder la corona de Escocia, y termina con la conocida r¨¦plica de As you like ?t (A vuestro gusto): "El mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres son solamente actores". Se mete en su cesta y la cierra como un ata¨²d. Tel¨®n.
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