Andrei Gromiko y la bipolaridad del poder
La elecci¨®n de Andrei Gromiko como presidente del Soviet Supremo de la URSS abre un haz de interpretaciones, todas interesantes e, incluso, significativas. Dado el hermetismo de la vida pol¨ªtica sovi¨¦tica, las m¨¢s de las mismas pueden separarse del blanco. No obstante, su enumeraci¨®n podr¨ªa dibujar algo as¨ª como un cuadro de la dial¨¦ctica del poder en aquella superpotencia y orientar al observador sobre el momento por el que ella atraviesa.En primer lugar, lo que podr¨ªa definirse como la interpretaci¨®n maliciosa elemental: Andrei Gromiko habr¨ªa sido apartado de la conducci¨®n de la pol¨ªtica exterior, siendo promovido a los m¨¢ximos honores a los que un servidor del Estado y un miembro del partido puede aspirar.
La segunda interpretaci¨®n, complementaria con la primera, es que manteniendo frente al exterior y en el interior el prestigio del veterano pol¨ªtico -mantenimiento sin duda positivo para el Estado- ha llegado la hora de la correcci¨®n de algunos aspectos de la pol¨ªtica exterior. Grorniko tranquilizar¨ªa desde su puesto -el m¨¢ximo protocolariamente, pero con mucho menor poder real
que el del secretario del PCUS a quienes en el interior temen cualquier aventurismo en pol¨ªtica exterior y tambi¨¦n a los interlocutores y socios en la rivalidad de la URSS.
Una tercera interpretaci¨®n: las reformas internas que se propone Gorbachov necesitan de la cobertura y respaldo de un miembro de la vieja guardia. La presencia de Gromiko permitir¨ªa que las reformas no apareciesen como rupturas excesivas. Es evidente que el reformismo de Gorbachov ser¨¢ en todo caso gradual, medido y siempre con la posibilidad de detener en momentos su curso para consolidarle. Las reformas necesitan el consenso del partido, de la tecnoburocracia y, quiz¨¢, del Ej¨¦rcito. Gromiko es un conservador, un socialista, as¨ª como el v¨ªnculo, no ya con una etapa del pasado, sino con lo esencial del proceso, al menos desde el final de la ¨¦poca Jruschov. Una ¨²ltima interpretaci¨®n ser¨ªa que, o bien Gorbachov ha tropezado con obst¨¢culos en su ascensi¨®n -Breznev tard¨® a?os en acumular las funciones de secretario general del PCUS y presidente del Soviet Supremo- o que, m¨¢s probablemente, gozando de mayor margen de tiempo por edad, imprime un ritmo m¨¢s pausado y cauteloso a su ascensi¨®n. Habr¨ªa que ser un kremlin¨®logo avezado para escoger entre estas u otras interpretaciones. Habr¨ªa, asimismo, que arrastrar entusi¨¢sticamente el riesgo de los kremlin¨®logos: ser desmentido por los hechos.
Impresi¨®n personal
S¨®lo me cabe a?adir mi impresi¨®n personal de Andrei Gromiko. En el curso de mi funci¨®n de ministro de Exteriores lo he encontrado unas seis veces. He hablado con ¨¦l, con int¨¦rpretes o a solas -en ingl¨¦s- durante horas. Obvia decir que, profesional como soy de la diplomacia, las condiciones del hasta ahora colega sovi¨¦tico me han impresionado profundamente. Lo he visto, en momentos de tensi¨®n como el que sigui¨® al derribo del avi¨®n surcoreano en la fase final de la Conferencia de Madrid, no perder ni el gesto ni la postura. He presenciado c¨®mo manifestaba un escepticismo descalificador en la etapa del despliegue de los Pershing. Le he visto presionar conociendo que la presi¨®n tiene un l¨ªmite, condenar radicalmente sin colocarse en una situaci¨®n que taponase la salida. Nunca ceder, pero no romper totalmente.Los elogios a la memoria, conocimientos -trabaja y discute sin notas-, incluso sentido del humor de Gromiko, son un¨¢nimes. Pero tambi¨¦n hay en personas bien informadas base para alguna cr¨ªtica. La principal coincide con su valor esencial en la ¨¦poca de la tensi¨®n: se dice que, de las 12 horas que puede trabajar al d¨ªa, m¨¢s de ocho las dedica a pensar en el comportan¨²ento y tendencias de su socio-adversario: Estados Unidos. Qu¨¦ pasa en Washington, cu¨¢l es el estadillo de la balanza militar entre las superpotencias, es su ocupaci¨®n, casi su obsesi¨®n. Gromiko ha vivido como joven la ¨¦poca del aislamiento del comunismo en un solo pa¨ªs, como joven maduro la guerra nacional -la gran guerra patria de 1941-1945-, la de la afianza y amistad con Roosevelt y luego la guerra fr¨ªa y el equilibrio del poder. Los hombres de su generaci¨®n tienen en Rusia un complejo de cerco y de amenaza. Junto a la viscerafidad que les estremece ante la debilidad posible posee -creo percibir- una concepci¨®n bipolar de la pol¨ªtica mundial. Si todo no se origina en Washington o Mosc¨², todo termina por reflejarse en las m¨¢rgenes del Potomac.Hablando con Andrei Gromiko y con su encantadora y maternal esposa he percibido una a?oranza por los tiempos felices del entendimiento americano-sovi¨¦tico. Andrei y Lidia Dimitriovna Grorniko fueron felices y exitosos en Washington y Nueva York.
Esta obsesi¨®n por la superpotencia ha condicionado la acci¨®n exterior de la URSS. La presencia sovi¨¦tica en el Tercer Mundo es escasa y en reiterada, salvo tal vez en la India. Incluso es posible que -como he o¨ªdo decir a alg¨²n dirigente socialista del Este- su dedicaci¨®n a los temas del bloque fuese escasa. Salvo lo esencial, evitar su disgregaci¨®n.
Gromiko no estar¨¢ ajeno, por conocimiento, prestigio y poder, de la configuraci¨®n de la pol¨ªtica exterior de este primer per¨ªodo de Gorbachov. Pero, desde hace meses que vengo intuyendo que en Mosc¨² van a completar la acci¨®n bipolar con una mayor atenci¨®n a otras zonas del Tercer Mundo o al bloque socialista. En este sentido, poco sabemos -yo, al menos- de las caracter¨ªsticas de su sucesor como ministro de Exteriores. Pero es de notar que no ha sido elegida para la funci¨®n la persona que m¨¢s centrada est¨¢ en la pol¨ªtica washingtoniana, el actual embajador ante la Casa Blanca, Anatoli Dobrinin.
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