El escurridizo topo
De los da?os que causa en las praderas, el culpable es el jardinero
Descubrir que un topo se ha instalado en la pradera suele ser una desagradable sorpresa: los residuos que estos mam¨ªferos dejan sobre la superficie afean, como las bocas de las toperas, el aspecto del c¨¦sped. Las propias toperas tienen consecuencias nada apetecibles, porque impiden un buen desarrollo de las ra¨ªces y adem¨¢s facilitan el hundimiento del terreno en aquellos puntos muy pisados. A esto hay que a?adir que estos s¨ªntomas aparecen poco a poco y de forma casi misteriosa, porque el topo es un animal de h¨¢bitos nocturnos que apenas se deja ver, que construye numerosas galer¨ªas para diferentes usos y que algunas de ¨¦stas s¨®lo le sirven una vez en su vida: de ah¨ª que sea dificil localizarlo y que parezca una aut¨¦ntica plaga, aunque sea un animal de costumbres solitarias.Su capacidad de da?ar las plantaciones est¨¢ en relaci¨®n directa con la mala preparaci¨®n del terreno: a suelos mejor acondicionados corresponde un riesgo menor de aparici¨®n de topos. S¨®lo ocasionalmente puede alguna planta morir si el grueso de sus ra¨ªces coincide con el centro de una galer¨ªa, que el topo limpia hasta dejarla practicable, sin obst¨¢culo alguno. Grandes ¨¢rboles y arbustos pueden resentirse, pero normalmente pueden producir nuevas ra¨ªces que palien el da?o sufrido. Y verdaderamente una planta muerta no suele ser motivo de preocupaci¨®n, ya que el da?o lo compensa el propio topo al acabar con no pocas larvas e insectos perjudiciales del subsuelo.
Los da?os en las praderas son ya harina de otro costal. Y aqu¨ª, todo hay que decirlo, la culpa no es del topo, sino del jardinero. En efecto, el topo suele encontrar una tierra no excesivamente suelta (que no le gusta), un alto grado de humedad superficial (que le favorece) y una superficie intocable (porque no se cava ni se ara). Y todos esos defectos puede y debe corregirlos el buen jardinero, porque adem¨¢s de contribuir a la desaparici¨®n de los topos ayudar¨¢n a un mejor desarrollo de su pradera.
Lo primero ser¨ªa una buena preparaci¨®n del suelo, cavando en una profundidad de unos 40 cent¨ªmetros, organizando un buen drenaje y aportando algo de arena a la capa m¨¢s superficial para facilitarlo. En este momento habr¨ªa que tratar el terreno con un insecticida para eliminar adultos y larvas que luego podr¨ªan ser alimento f¨¢cil para los topos.
El mantenimiento b¨¢sico consistir¨ªa en los riegos habituales, pero en profundidad: lejos de dar muchos riegos poco copiosos, habr¨ªa que regar menos veces con m¨¢s agua cada vez, lo que favorece al c¨¦sped creando un buen sistema radicular y entorpece la vida de los topos; no estar¨ªa de m¨¢s una vigilancia continuada sobre las plagas que puedan aparecer para tratarlas r¨¢pidamene antes de que sirvan de cebo alimenticio a alg¨²n topo sin hogar.
Finalmente, el mantenimiento deber¨ªa incluir la reposici¨®n del c¨¦sped cada seis o siete a?os, seg¨²n su estado, operaci¨®n que puede realizarse por sectores oen su totalidad. Claro que esto puede ser excesivo en muchos casos, pero s¨ª hay otras operaciones de mantenimiento que deber¨ªan hacerse, como el escarificado anual y el subsolado cada pocos a?os. El escarificado debe practicarse con un peine o cilindro provisto de p¨²as o, mejor, de sacabocados que extraen cilindros de tierra: el terreno as¨ª tratado debe esponjarse con arena fina; ¨¦sta y los agujeros abiertos pueden animar a los posibles topos a mudarse de vivienda. El subsolado, necesario para grandes extensiones muy pisadas, se realiza con una m¨¢quina especial que puede remover la tierra con una p¨²a subsoladora sin levantar el c¨¦sped: s¨®lo deja unas huellas superficiales que cicatrizan r¨¢pidamente.
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