Un regalo desaprovechado
A esta pol¨¦mica Salom¨¦ que hizo su presentaci¨®n anteayer en Barcelona deber¨ªan cambiarle el t¨ªtulo y rebautizarla Herodes, tal es el protagonismo de Herodes (Carlos Lucena), frente a una Salom¨¦ (N¨²ria Espert) apagada, que no ha sabido aprovecharse del regalo que le ha hecho Terenci Moix. En efecto, Terenci Moix, en su nueva versi¨®n, esta vez en castellano, de la Salom¨¦ de Wilde, le hab¨ªa reglado a Salom¨¦ una escena, la que precede a la danza -la llamada de los siete velos- y en la, que ¨¦sta brinda su baile al profeta Iokanaan: "Por t¨ª, mi baile y mi agon¨ªa". Pero ver¨¢n lo que ocurre. En primer lugar, Iokanaan, de acuerdo con el texto de Wilde -pero contrariamente a la versi¨®n televisiva (marzo de 1977) que Moix, Schaaff y la Espert ofrecieron en catal¨¢n de esta obra- ha desaparecido. Durante esa escena se halla bajo tierra, en la cisterna que le sirve de prisi¨®n. Su cuerpo, pr¨¢cticamente desnudo, no est¨¢, pues, ah¨ª, bien visible, para avivar el parlamento de Salom¨¦. De resultas de ello, el brindis queda apagado, dicho sin convicci¨®n, de rodillas, mirando a trav¨¦s de la reja de la cisterna, sin ver nada, perdi¨¦ndose incluso algunas palabras.El efecto que produce es deplorable. Digamos, ante todo, que el escenario del Grec le sienta como un tiro a esta obra. El Iokanaan, recluido en la cisterna, y cuya presencia, salvo en la escena en que es sacado y mostrado por orden de Salom¨¦ y donde ¨¦sta se encapricha de ¨¦l, nos llega tan s¨®lo a trav¨¦s de su voz, de sus gritos, puede que tenga su fuerza en un teatro a la italiana, en un espacio cerrado, y m¨¢s a¨²n en la versi¨®n oper¨ªstica de Strauss, pero en el Grec su voz se pierde, no llega. Lo que llega y lo que llena en el Grec es el cuerpo de Iokanaan (Tony Isbert), casi. desnudo, atado a un par de cuerdas en la escena en que est¨¢ sumergido en la piscina hasta la s rodillas. Esa presencia es la que da luz propia a las palabras de Salom¨¦, que intenta en vano seducirle, en una escena, discutible, pero, insisto, que llega, y en la que la actriz parece ' hacer, por momentos, una caricatura de Theda Bara o de Nita Naldi.
Herodes histri¨®nico
Y eso es todo. El resto se lo come Herodes, un Carlos Lucena que todav¨ªa no se ha desecho del tabardo de Don Latino que llevaba en Luces de Bohemia y que hace de pavo real histri¨®n?co sin la grandeza de Latino.El protagonismo de Herodes llega hasta el extremo de convertir la danza de los siete velos en una partida de tute acu¨¢tica entreSalom¨¦ y ¨¦l. El rijoso tetrarca termina por lanzarse a la piscinita tras la lujuriosa Salom¨¦ -y hay que aplaudir el esfuerzo que realiza la Espert en semejantes demostraciones, m¨¢s dignas de una actriz recien salida del Conservatorio- y, all¨ª, tras un peque?o homenaje a Esther Williams, el rijoso termina por propinarle a la hijastra un cunilingus de campeonato.
Queda, claro, la ¨²ltima escena, la escena entre Salom¨¦ y la cabeza cortada de Iokanaan. Escena tan apagada como la anterior. Vamos, de mortuorum, en la que la cabeza es acunada por la actriz como si fuese una mu?eca. Y ahora viene el final, el gran acierto del director. En la obra de Wilde, Herodes ordena a sus soldados que den muerte a Salom¨¦, la cual muere aplastada bajo el peso de sus escudos. En el montaje de Gas, Salom¨¦, despues de besar los labios fr¨ªos y amargos del profeta, tal y como se hab¨ªa propuesto, coge la cabeza y desciende a la cisterna, en busca, pienso yo, de algo m¨¢s sustancioso que los fr¨ªos y amargos labios y, en ¨¦sas, Herodes aparece tras ella llevando una antorcha encendida. Arroja la antorcha en el interior de la cisterna y cierra la trampa. Total, que Salom¨¦ muere abrasada y de la cisterna suben unas llamas, que cierran la obra, sin que veamos a Salom¨¦, sin que se oiga el m¨¢s leve grito, Lo que se dice todo un homenaje a Els Pastorets.
A esa Salom¨¦ le falta grandeza, fuerza, le falta el cuerpo de Iokanaan; le sobra el protagonismo de Lucena y le falta la N¨²ria Espert capaz de poner en pie un teatro; le sobra el humor de Gas y le falta una mejor direcci¨®n y una mejor ac¨²stica. Flaco servicio, en definitiva, el que les hace este espect¨¢culo a Wilde, a Moix y a N¨²ria Espert. La reacci¨®n del p¨²blico, muy calurosa. Se aplaudi¨® mucho y se escucharon tambi¨¦n algunos silbidos. Hubo una espl¨¦ndida entrada, aunque el Grec no se abarrot¨®, como era norma cada vez que la Espert actuaba en ¨¦l.
La cr¨ªtica de E. Haro Tecglen apareci¨® publicada en EL PAIS, el 27 de julio de 1985.
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