Saldos Miura
La casa Miura est¨¢ de saldo, quiz¨¢ liquidaci¨®n por fin de temporada, y envi¨® a Bilbao un batiburrillo de toros, cada uno de los cuales parec¨ªa de su padre y de su madre. Aqu¨¦l prurito ganadero de enviar a las ferias de post¨ªn una corrida pareja, no debe concordar con los criterios comerciales de la casa Miura. Habr¨ªa cabido suponer que la disparidad de tipos obedec¨ªa a una selecci¨®n por bravura, pero tampoco se daba el caso, pues la mayor parte de los ejemplares que pisaron ayer la carbonilla de Bilbao tiraban m¨¢s a moruchos que a encastados.El toro que abri¨® plaza, un c¨¢rdeno gigant¨®n sospechosamente cornicorto y romo, daba en la tablilla 699 kilos de peso, aunque en realidad deb¨ªan ser 700 pues se tom¨® un kalimotxo para combatir los calores bilbainos. 700 kilos de peso en un toro, m¨¢s si se trata de un Miura, es horrible panorama para el torero, pero a la hora de la verdad lo mismo habr¨ªa sido que pesara cuarto y mitad, porque fue incapaz de tumbar al caballo y trotaba desmayado, sin fuelle y sin codicia.
Plaza de Bilbao
22 de agosto. Quinta corrida de feria.Toros de Eduardo Miura, desiguales de presencia, flojos, mansos, excepto el quinto. Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada y descabello (aplausos y saludos); estocada trasera ca¨ªda (algunas palmas); pinchazo, media trasera y rueda insistente de peones (algunos pitos). Tom¨¢s Campuzano: estocada delantera ca¨ªda (petici¨®n y vuelta); pinchazo hondo ca¨ªdo (silencio); estocada atravesada (vuelta).
Jos¨¦ Antonio Campuzano libr¨® como pudo, por derechazos y naturales, su moruchona embestida, y la bestia s¨®lo se puso fiera cuando sinti¨® en las entra?as la quemaz¨®n del estoque. La emprendi¨® entonces a coces, arrebataba capotes a pezu?azo limpio y la divisa verde y grana se pon¨ªa grana toda, de puro rubor.
Pinta de N¨²?ez
El siguiente, terciadito y armado, daba toda la pinta de un N¨²?ez, lo mismo en tipo que en comportamiento. Tom¨¢s Campuzano no se lo acababa de creer y tom¨® sus precauciones durante la larga faena, profusa en naturales y derechazos; pero de hab¨¦rselo creido con fe de catec¨²meno, arma all¨ª un alboroto, pues est¨¢ en un excelente momento de plenitud t¨¦cnica.
Le ocurri¨® al joven Tom¨¢s que sus banderilleros le hicieron creer que el torito era un asesino. Los banderilleros de Tom¨¢s (y los de Jos¨¦ Antonio), convirtieron en sainetes los segundos tercios y corr¨ªan despavoridos, tirando las banderillas de una en una, generalmente para no clavar ninguna. El ¨²nico subalterno que tuvo arrestos para prender los dos palos de una vez fue Castilla, y para entonces ya estaba hecha filetes la mitad del saldo Miura.
El tercero, entrepelao, grand¨®n y bizco, proclam¨® su mansedumbre en todos los tercios, y en el ¨²ltimo ¨²nicamente embest¨ªa con cierto recorrido por el pit¨®n izquierdo, lo cual tampoco acab¨® de convencer a Jos¨¦ Antonio Campuzano, que cit¨® m¨¢s veces por el derecho, a pesar de que se ve¨ªa obligado a sortear los parones que le daba el morucho. Al cuarto, prob¨®n y sin recorrido, lo ali?¨® pronto Tom¨¢s Campuzano, y por tan simp¨¢tico detalle merece que le levanten un monumento.
Colorao encendido, anch¨ªsimo de cuna, esplendoroso de solomillos, el quinto se encel¨® bravamente con el caballo, pero no ten¨ªa fuerza ni temperamento, y la lenta embestida tampoco convenci¨® al mayor de los Campuzano, que no lleg¨® a acoplarse en medio centenar de pases. El sexto, manejable, largo y engallado, muy Miura, ten¨ªa, en cambio, destrozados los pitones. El peque?o de los Campuzano le hizo una faena animosa y reposada, aunque se dej¨® enganchar el trapo demasiadas veces. Dobl¨® el Miura y acababa all¨ª una corrida cualquiera, pero de las malas. Los Miura, como saldo, donde est¨¢n mejor es en la olla express.
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