Agosto, 'los famosos' y la Costa del Sol
Bueno, ver¨¢n ustedes: uno vive en la Costa del Sol de siempre. Estaba ya cuando la inauguraci¨®n de El Pez Espada, en Torremolinos, aquella barbaridad de hotel que no se iba a llenar nunca.Estaba aqu¨ª desde Santa Clara (la pensi¨®n del ingl¨¦s) y La Roca, de los Bol¨ªn. Por all¨ª aparec¨ªan a veces el pr¨ªncipe de Gales, que fue rey para renunciar al trono despu¨¦s, y Dal¨ª, y Gala, y Norma Talmadge y Buster Kcaton, y luego Vivian Leigh y Laurence Olivier, y m¨¢s despu¨¦s, Anthony Quinn bailaba por buler¨ªas, en mi casa, con Ana Mar¨ªa, que empezaba entonces en La Bodega Andaluza, tan graciosamente decorada por Manolo Blasco.
Quer¨ªa Anthony Quinn llevar al cine Bodas de sangre, pero adapt¨¢ndola a un lenguaje cinematogr¨¢fico. No lo vieron aqu¨ª y opt¨® por hacer Zorba el griego.
Hemingway bajaba a Frutos, desde La C¨®nsula, a exprimir entre sus manos grandes un lim¨®n sobre un vaso de whisky, y en Churriana, Gerald Brenan escrib¨ªa sobre su Espa?a. Las ni?as Luque se ba?aban en la fuente del pueblo en la madrugada para indignaci¨®n del gobernador de turno...
Era el apogeo de Torremolinos.
En Marbella, Artur Rubinstein acariciaba las teclas de su piano, y Alfonso Hohenlohe empezaba a promocionar aquel sector desde su club inolvidable, hoy en manos ¨¢rabes, como tantas cosas.
Uno ha visto destrozar la costa malague?a por el urbanismo made in USA desde Torre del Mar a Estepona. Cosas de la ambici¨®n en las inversiones de los cuarenta/cuarenta.
La Costa del Sol no recibe ese nombre por el sol de agosto. M¨¢s o menos, en agosto hay un sol pu?etero por casi todo el per¨ªmetro de las costas espa?olas. La Costa del Sol se llama as¨ª por el sol de las ma?anas de enero y los 18? a la sombra en los d¨ªas invernales.
Y claro, con eso no han podido los, destrozos urban¨ªsticos, la falta de una infraestructura para aluvi¨®n de turistas, la, desleal competencia hotelera de cientos de apartamentos que no se vend¨ªan, etc¨¦tera.
En agosto y en la mitad de julio y septiembre, dos meses mal contados, surge la invasi¨®n y el centro de Espa?a se establece en Marbella, ese pueblecito en la costa que es noticia permanente en la Prensa nacional.
Marbella-pueblo se ha salvado de la barbarie de las moles arquitect¨®nicas. Y en su l¨ªnea hotelera, de Los Monteros al Club Marbella y del Don Pepe y las Fuentes del Rodeo al Puerto Ban¨²s priva la belleza en el entorno. Las urbanizaciones se espacian y hay en general un buen gusto en todo lo construido.
Por lo que sea, eso que llaman la jet ha escogido Marbella como sitio preferido de sus vacaciones.
Se suceden las fiestas y hasta fue convocado un premio para la dama que asista a mayor n¨²mero de festejos. Todo muy tonto, como muy infantil.
Los ¨¢rabes, que se sienten en Andaluc¨ªa como nost¨¢lgicos de un pasado, por aquello de la Alhambra, y la Mezquita, y la Alcazaba, han hecho tambi¨¦n de Marbella centro de sus inversiones econ¨®micas, quiz¨¢ por si en su all¨ª les preguntan alg¨²n d¨ªa por el origen de sus fortunas. Son ¨¢rabes mercaderes que no se sienten solidarios en general con los problemas de aqu¨ª y, nouveau riche, s¨®lo piensan en epatar a la jet nacional e internacional. Probar que ellos, los del oro negro, son los m¨¢s ricos.
Porque fiestas y cumplea?os y onom¨¢sticas ha habido siempre, aqu¨ª y m¨¢s all¨¢. Vestirse todos de blanco o ayer de negro o ma?ana de amarillo, es algo tambi¨¦n infantil y est¨¢ exento de toda cr¨ªtica posible. En otros sitios se visten de esmoquin y en otros van en maillot. All¨¢ cada cual con su manera de vestir.
Lo malo son las ostentaciones -el le¨®n o el perrito- con el collar de diamantes y la riqueza pregonada en momentos econ¨®micamente dif¨ªciles para tantos. En eso tiene raz¨®n el obispo de M¨¢laga al enfrentarse sin acritud y con modestia en el decir. Y es que en el verano aqu¨ª y all¨¢ la gente se desmadra un poco, como huyendo del resto del a?o, en una vida nada f¨¢cil para nadie; lucha a brazo partido en la sociedad de consumo, unos fabricando para consumir, otros luchando por consumir y otros sin apenas poder consumir.
Yo creo que se divierten m¨¢s los miles de lectores ¨¢vidos de saber qu¨¦ hace la jet, que la jet misma con su traje blanco o negro o amarillo.
Las revistas del mal coraz¨®n agotan sus tiradas en este agosto y un d¨ªa la arma la Lola en la iglesia con sus collares y otro la arma Khashoggi ¨¦se, con los collares de su leoncito. Y los fot¨®grafos, "?en este calor!", sin parar con el desnudo ayer de la Kennedy-Onassis y hoy con los pechos bien puestos de las princesitas de M¨®naco.
La gente no est¨¢ por la cultura, ni siquiera por la pol¨ªtica. A la crisis del Gobierno, a tanta discusi¨®n sobre la Seguridad Social, las venci¨® el amor de un ministro (?bendito sea Dios que los ministros se enamoren y m¨¢s si son ministros de Hacienda, que es un ministerio tan triste, siempre llorando por falta de dinero!).
En esas fiestas no ocurre nada malo; si acaso, se citan para lo malo fuera de all¨ª, y claro que lo malo (quiz¨¢ lo ¨²nico bueno) puede partir desde la playa, o con una copa al atardecer en el bar de turno.
El tiempo raudo nos situar¨¢ en el principio del oto?o; caer¨¢n las hojas que fueron verdes como un manto ocre sobre los caminos y la Costa del Sol dejar¨¢ atr¨¢s la invasi¨®n, y el sol, sin la violencia del verano, se quedar¨¢ de guardia aqu¨ª para recibir al invierno.
Vendr¨¢ un d¨ªa Jos¨¦ Luis Aranguren a dar una conferencia y Fernando Savater se indignar¨¢ con el mal llevar eso de la droga. El se?orito de este peri¨®dico se escapar¨¢ para hablarnos sobre la libertad de Prensa y discutir¨¢ conmigo sobre la revoluci¨®n de los claveles.
Habr¨¢ alguna exposici¨®n de pintura, un premio de poes¨ªa y los mercaderes de aqu¨ª -qu¨¦ le vamos a hacer- a?orar¨¢n las ganancias del verano. (A ver cu¨¢ndo aprenden que dos meses no es c¨¢lculo para la estabilidad de nada.) A lo mejor Tessa de Baviera -esa mujer tan atractiva- cruza la calle por el centro de Marbella, sin parar la circulaci¨®n con el corte de su falda, y en alguna reuni¨®n hablaremos de Bergam¨ªn, sin que le llamen Benjam¨ªn, y no habr¨¢ nadie que cuente, trasladados a otro, los viejos chistes sin gracia de Mor¨¢n.
Nos abandonar¨¢n -?qu¨¦ bendici¨®n!- los reporteros de la Prensa sensacionalista y Madrid ser¨¢ otra vez el centro de los llamados famosos.
En el fondo, los llamados famosos son buena gente y casi todos votan a Fraga, y hasta le perdonan que no quiera recordar el pasado, que es lo que a ellos les gusta.
A m¨ª me aburre much¨ªsimo ese entrar a saco sobre sus vidas ¨ªntimas y generalmente muy poco interesantes, y cuando alguien, por el hecho de vivir aqu¨ª, me pide que le d¨¦ noticias de los festejos de los famosos le digo que no conozco a casi ninguno, porque el vivir aqu¨ª no supone -gracias a Dios- estar todo el d¨ªa rodeado de famosos.
La Costa del Sol est¨¢ m¨¢s bonita -y que ellos me perdonen- cuando los famosos se van, la invasi¨®n termina y nos quedamos los de siempre, en la compa?¨ªa de los n¨®rdicos europeos de rigor, que, muy inteligentes, se van en el mes de agosto y vienen a invernar. Y a veces en el invierno, y sin tanta algarada, llega por estas latitudes un famoso de verdad.
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