Guerra o paz en Colombia
LA MUERTE de Iv¨¢n Marino Ospina, junto a su hijo, en un asalto realizado por fuerzas militares y polic¨ªacas a la casa en la que se encontraba en Cal¨ª, es un acontecimiento de suma gravedad porque demuestra hasta qu¨¦ punto son fr¨¢giles las posibilidades del presidente Belisario Betancur de llevar a cabo un proceso de reforma y pacificaci¨®n que ponga fin a las luchas civiles que han ensangrentado Colombia en los ¨²ltimos 20 a?os de su historia, con un saldo de m¨¢s de 70.000 muertos.Marino Ospina era uno de los jefes de la organizaci¨®n guerrillera M- 19, que ha surgido y se ha desarrollado en torno a una ideolog¨ªa m¨¢s nacionalista radical que marxista, m¨¢s inspirada por la figura de Bol¨ªvar que por la de Lenin o Mao. Las negociaciones entre Betancur y el M-19 fueron complejas; en ellas el papel de Marino Ospina ha sido decisivo: como jefe de dicha organizaci¨®n particip¨® personalmente con alguno de sus compa?eros en la primera entrevista celebrada en Madrid, en octubre de 1983, entre el presidente de la Rep¨²blica y los jefes guerrilleros. Entrevista hist¨®rica, sin precedente, y que fue posible gracias a la valent¨ªa pol¨ªtica de la primera autoridad colombiana y a la inteligencia de Marino Ospina y de sus compa?eros, dispuestos a buscar soluciones de paz despu¨¦s de largos a?os de una lucha armada, sin resultados.
Ahora bien, desde el principio del proceso pacificador aparecieron obst¨¢culos gigantescos; los n¨²cleos de intransigencia en la guerrilla fueron reducidos, si bien contribuyeron a mantener focos de violencia. Antes del acuerdo con el M-19, Betancur hab¨ªa logrado ya pactar con la FARC, organizaci¨®n guerrillera pr¨®xima al partido comunista. Los obst¨¢culos en el seno del aparato militar tuvieron, en cambio, enorme gravedad: en abril de 1984 el presidente tuvo que destituir al ministro de defensa, general Fern¨¢ndez Landaz¨¢bal, para convencer al Ej¨¦rcito Je que deb¨ªa someterse a las ¨®rdenes del poder civil y aceptar la negociaci¨®n con la guerrilla. Sin embargo, los sectores intransigentes del Ej¨¦rcito y de la polic¨ªa han conservado una influencia considerable.
Conviene recordar que la firma de la tregua con el M-19, en Corinto, en agosto de 1984, dio lugar a una explosi¨®n de alegr¨ªa en todo el pa¨ªs; era un hecho pol¨ªtico impresionante y fundamental porque demostraba hasta qu¨¦ punto, los esfuerzos del presidente Betancur reflejaban unos sentimientos profundos en las m¨¢s amplias capas del pa¨ªs. Pero no pensaban igual las fuerzas represivas. La tregua establec¨ªa una situaci¨®n inevitablemente confusa en ciertas regiones del pa¨ªs; los guerrilleros no se disolv¨ªan; era una situaci¨®n de paz armada, una etapa transitoria para dar tiempo a que el Gobierno pudiese poner en marcha una serie de reformas que hab¨ªan sido estipuladas en el acuerdo de Corinto. En esa situaci¨®n tan compleja, aprovechando diversas circunstancias, incluidas no pocas provocaciones, lo cierto es que las fuerzas militares nunca han cesado de perseguir de una u otra forma a las unidades del M-19. Los pretextos eran varios, pero la voluntad permanente. En junio de este a?o el citado grupo guerrillero declar¨® rota la tregua como consecuencia del acoso al que estaba sometido. Estos antecedentes son fundamentales para comprender lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos d¨ªas. El presidente Betancur hab¨ªa efectuado el domingo pasado un nuevo llamamiento a la reconciliaci¨®n, dirigido en particular al M-19; el senador Hoyos, coordinador del di¨¢logo nacional, declaraba ese mismo d¨ªa: "Estamos en una nueva etapa del proceso de paz y conf¨ªo en el afianzamiento del mismo y en el regreso del M-19". Parece evidente, pues, que la l¨®gica a la que respond¨ªan los grupos militares organizadores del asalto a la casa de Cal¨ª en la que resid¨ªa Marino Ospina era principalmente la de cerrar el paso a la eventualidad de un nuevo proceso negociador. Todo indica que ha habido elementos de provocaci¨®n contra los guerrilleros, pero quiz¨¢ tambi¨¦n contra la pol¨ªtica del presidente.
Es dif¨ªcil saber en estos momentos cu¨¢les van a ser las consecuencias de la muerte de Marino Ospina; la reacci¨®n inmediata ha sido la reanudaci¨®n de choques armados, sobre todo en la regi¨®n de Cal¨ª, con un tr¨¢gico balance de muertos. El M-19, en sus primeras declaraciones, parece querer impedir la generalizaci¨®n de los enfrentamientos armados y desea una reanudaci¨®n, a pesar de todo, de las negociaciones. Pero tal proceso se hallar¨¢ dificultado por los ¨²ltimos acontecimientos. En todo caso es evidente que por el camino de la violencia no existe soluci¨®n alguna. A la vez, una serie de aspiraciones leg¨ªtimas que han expresado los dirigentes del M-19, y que fueron acogidas favorablemente por el presidente Betancur, no se materializan en cambios reales. Siguen ejerciendo un poder enorme las fuerzas del pasado, resueltas a que nada cambie. Los pasos sensacionales dados por el presidente colombiano para solucionar el problema de las guerrillas fueron presentados con raz¨®n como un ejemplo para Latinoam¨¦rica. Pero todo indica que necesitar¨¢ vencer obst¨¢culos muy serios para hacer prevalecer una pol¨ªtica de paz.
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