El juicio de Buenos Aires aborda hoy los sucesos acaecidos en la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada

El fiscal Julio C¨¦sar Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, comenzar¨¢n hoy, lunes, a analizar las responsabilidades de las tres primeras juntas militares argentinas respecto de los sucesos acaecidos en la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada, en Buenos Aires. M¨¢s de 200 casos que pormenorizar prolongar¨¢n, sin duda, el alegato fiscal en el juicio de Buenos Aires hasta m¨¢s all¨¢ de ma?ana, primera fecha tope establecida en el calendario de la C¨¢mara Federal de Apelaciones.

La vista del pasado viernes, como las dos primeras, se desarroll¨® con los nervios de todos como alambre ante la espes¨ªsima tensi¨®n ambiental. Los nueve triunviros, que pueden sentarse en el banquillo seg¨²n el orden que deseen, se situaron exactamente igual que el segundo d¨ªa, presididos por Leopoldo Galtieri y situ¨¢ndose el almirante Armando Lambruschini el ¨²ltimo, junto a Jorge Videla, y el m¨¢s pr¨®ximo a los dos fiscales.Galtieri bromeaba: "Quieren que vaya al frente para taparles a ustedes". En los recesos, seg¨²n los empleados de la C¨¢mara, se distienden en el despacho de uno de los jueces camaristas y dialogan todos entre s¨ª sin que se adviertan sus enemistades y rencores personales. Videla ha dejado de leer su misterioso librito, aunque contin¨²a observando una conducta autista, ajena y despreciativa hacia los sucesos de la c¨¢mara.

El viernes, en uno de los descansos, Videla, al retirarse, atropell¨® visiblemente al fiscal Strassera, quien, encontr¨¢ndose de espaldas, no advert¨ªa que entorpec¨ªa el paso al ex presidente. Videla le apart¨® de su camino de un pechazo sin intercambiar una sola palabra con su debelador. Strassera, que contin¨²a encendiendo sus cigarrillos pr¨¢cticamente con la colilla del precedente, desde?ando su condici¨®n de diab¨¦tico cr¨®nico y necesitado de inyecciones diarias de insulina, minimiz¨® el incidente neg¨¢ndose a comentarlo.

Su adjunto, Moreno Ocampo, de 33 a?os, separado, con dos hijos, concret¨® los aspectos m¨¢s espantosos de su alegato en centros clandestinos de detenci¨®n, tortura, desaparici¨®n y muerte administrados por el Ej¨¦rcito de Tierra. Mirando fijamente a los encausados, afirm¨®: "Si anoche hubiesen roto la puerta de mi casa a culatazos, me hubiesen golpeado, me hubiesen cubierto la cara con una capucha, me hubiesen arrojado en el ba¨²l de un autom¨®vil, me hubiesen, finalmente, llevado a un lugar que me resultara imposible identificar por tener los ojos vendados, pero donde escuchara gritos de dolor de otras personas torturadas; si me hubiesen aplicado electricidad en las enc¨ªas y si, finalmente, despu¨¦s de todo eso, me hubiesen devuelto a mi casa esta ma?ana, seguramente que no me alcanzar¨ªan horas enteras para contarlo. Es que el crimen es tan grande que no se puede contar". Entre otros detalles del horror ya conocido y supuestamente probado, relat¨® Ocampo las torturas infligidas a incapacitados, tullidos, ciegos, ni?os, desaparecidos en el chupadero Olimpo. Brull de Ill¨¦n, ciega y embarazada, fue torturada hasta su aborto.