Tributo a Spinoza
Tanto el amor como el odio, seg¨²n Spinoza, son el fruto pasional de la arrebatada imaginaci¨®n. Ambos tienen como punto de partida una idea m¨¢s o menos inadecuada de lo real, salvo en el caso del amor intelectual a Dios (o Sustancia o Naturaleza), en el que no cabe exceso ni error. El odio intelectual a Dios, siempre seg¨²n el pensador jud¨ªo, es en cambio metaf¨ªsicamente imposible. Y es que en el amor, a¨²n en el m¨¢s obcecado y terreno, a¨²n en el que puede llegar a ser m¨¢s doloroso ("Ios hombres sufren por amor hacia las cosas, de las que nadie puede ser en realidad due?o"), nunca falta un parentesco con la aut¨¦ntica inteligencia, y de ah¨ª su esencial alegr¨ªa; mientras que el odio, "que nunca puede ser bueno", es la forma afectiva -siempre y para siempre del desconocimiento, de la estupidez.El otro d¨ªa revolv¨ª estas cosas dentro de m¨ª, recordando tan viejas lecciones, ante una pintada en Donostia: "Bandr¨¦s, PSOE, GAL, todo es igual". Forma parte, claro est¨¢, de la inicua campa?a de este verano contra Juan Mari Bandr¨¦s, en la que han intervenido todos los jesuitas de izquierdas y derechas, salvo el padre Arrupe. Honra a Juan Mari esta atenci¨®n denigratoria que se le presta, como honra a los punkies bilba¨ªnos el tener que ser esquilados y perfumados con cargo al Ayuntamiento, que en Euskal Herr¨ªa ya es condecoraci¨®n todo lo que concita las prefabricadas iras populares. Aqu¨ª el pueblo es decreto de cinco, y de los m¨¢s brutos. La medalla al m¨¦rito c¨ªvico la recibe uno de la misma procedencia que aquella herradura arrojada en cierta ocasi¨®n a un orador ingl¨¦s, agresi¨®n a la que ¨¦ste repuso: "Por favor, el que haya perdido su zapato que venga a recogerlo". Bandr¨¦s ha recibido este verano unos cuantos zapatos de la misma horma, y no se le puede reprochar demasiado que se haya sentido obligado a explicar, innecesariamente, que ¨¦l no calza esa talla.
Pero volvamos al texto mismo de la pintada. ?Qu¨¦ diab¨®licamente significativo es eso de "todo es igual"! Aquello por lo que el odio se emparenta con la estupidez es por su vocaci¨®n de indiferencia: es el gran nivelador, el m¨¢s injusto. La tarea del amor y de la inteligencia es la opuesta: descubrir lo nuevo en lo rutinario, diferenciar exquisitamente entre lo semejante. Cuanto menos sabe uno de algo, m¨¢s igual nos da todo a su respecto a los que nada sabemos de bot¨¢nica, el bosque nos parece lleno de indiferenciados ¨¢rboles, pero con un poco de ciencia ver¨ªamos olmos y fresnos, robles y abedules, y con m¨¢s ciencia a¨²n grabar¨ªamos quiz¨¢ un coraz¨®n traspasado en alg¨²n tronco irrepetible. El odio va al bulto y s¨®lo ve monoton¨ªa detestable: es cierto que quien nos odia no nos puede ni ver. No por casualidad los ej¨¦rcitos, como los presos, llevan uniforme; as¨ª podemos permitirnos en el combate eliminar no individuos, sino enemigos, y sabido es que todos los enemigos dan igual. Para el amor, en cambio, hay diferencia hasta en las cosas m¨¢s recurrentes, m¨¢s antiguas del mundo: sonrisas, crep¨²sculos, caricias..., todo es distinto inconfundible, para quien lo ama. Contra la estupidez irremediable del odio, el estupor venturoso del amor.
Y tal es la est¨²pida lecci¨®n del odio en Euskadi: que todo es igual. Que me lleven la contraria o que me torturen, da lo mismo; la imperfecta democracia parlamentaria o la dictadura fascista, tanto monta; el adversario pol¨ªtico, el que ultraja a mi madre, el carnicero gorilesco de El Salvador o Guatemala, todos son intercambiables. El que discrepa conmigo en una pulgada, en un codo, en dos brazas o en 10 kil¨®metros son id¨¦nticos porque a todos hay que detestarlos por igual. O somos o no somos, y la triste forma de ser del odio se basa en excluir del derecho a ser a los dem¨¢s. Se empieza no dej¨¢ndose doblegar por los matones populares de turno y se acaba sicario de los "amos del capital", como dice que no dice Soroz¨¢bal j¨²nior (por cierto, que lo de j¨²nior suena como demasiado alegre aplicado a tal personaje, ?no?). Y luego no salgas a pasear el ni?o de la mano, que la justicia, indiferente, acecha...
Del GAL poco sabemos de cierto, salvo que Juan Mari Bandr¨¦s no tiene nada que ver con ¨¦l. Caben las peores sospechas hacia organismos pagados por los contribuyentes, y los hom¨¦ricos bufidos del ministro Barrionuevo no son m¨¢s convincentes que sus ideas sobre la reforma policial. Pero una cosa s¨ª sabemos y conviene no olvidarla: el GAL lo inauguraron quienes mataron a Pertur. Quienes ahora se ofrecen como mediadores para acabar con la crispaci¨®n (?) podr¨ªan tener la decencia de recordarlo, mientras con ins¨®lita. frescura hablan del desprestigio de los dem¨¢s grupos -quiz¨¢ asumiendo ya por descontado el propio-. Quienes niegan la existencia de coacciones en la Prensa de Euskadi -?risum teneatis!- podr¨ªan tener el valor de reconocer esa genealog¨ªa obvia del crimen organizado. Pero para qu¨¦, si todo es igual. Sigamos, pues, y confiemos en que los menos imb¨¦ciles de los responsables a¨²n guarden alg¨²n resquicio salvador de atenci¨®n a la diferencia.
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