Las apariencias enga?an en Hollywood
Toda una generaci¨®n de espectadoras tuvo por ¨ªdolo rom¨¢ntico a un hombre que no pudo complacerlas, salvo en sue?os h¨²medos y solitarios.Los cl¨¢sicos del arte del cine ya sab¨ªan que las apariencias a veces enga?an, y este equ¨ªvoco se extender¨ªa a lo largo y a lo ancho del mundo del espect¨¢culo, con nombres y apellidos muy ilustres.
V¨ªrgenes eternas
Estas espectadoras lo recordar¨¢n como aventurero en todas las latitudes del planeta, pero tambi¨¦n como pareja de esas v¨ªrgenes eternas e intactas que Hollywood hac¨ªa circular por las pantallas hasta el a?o 1966, en que fue dr¨¢sticamente reformado el c¨®digo de censura de la industria cinematogr¨¢fica. De este modo, Rock Hudson fue el deseado imposible de las espectadoras y el candidato a marido ideal para las actrices v¨ªrgenes en la pantalla, cuyo m¨¢s conocido arquetipo fue Doris Day.
Con Doris Day interpret¨® en 1959 la legendaria Confidencias a media noche, pero tal vez el t¨ªtulo m¨¢s significativo de este equ¨ªvoco ciclo fue Su juego favorito, en el que Howard Hawks retrat¨® el proceso de desvirilizaci¨®n del macho americano, en una l¨ªnea cultivada tambi¨¦n con gran fortuna por Cary Grant.
Aunque es fama que Rock Hudson bas¨® su personalidad cinematogr¨¢fica en un rostro inexpresivo bien alimentado con leche y cereales en el desayuno, en honor a la verdad hay que recordar que sirvi¨® de modo muy eficiente a ese gran g¨¦nero que fue el melodrama americano.
A partir de su encuentro con Douglas Sirk en 1952, Rock Hudson dar¨¢ su rostro a melodramas memorables junto a Jane Wyman, Barbara Rush, Lauren Bacall y otras actrices emblem¨¢ticas de la ¨¦poca. Si la eficiencia profesional ha sido uno de los pilares del ¨¦xito de la industria de Hollywood, nombres como el de Rock Hudson son redimibles en nombre de tal eficiencia profesional, de su capacidad proteica para saltar con impasibilidad del western a la comedia, del barco pirata a la estaci¨®n polar Cebra.
En estos rostros de inexpresivo granito cada espectador y cada espectadora han podido proyectar sus fantas¨ªas ¨¦ticas y sus fantas¨ªas er¨®ticas. Eran. como superficies imp¨¢vidas y reflectantes de las miradas de ansiedad lanzadas desde las plateas. En este sentido, Rock Hudson era el perfecto actor comod¨ªn para la industria, capaz de amueblar un sal¨®n burgu¨¦s o una caba?a entre las nieves.
Lo m¨¢s triste de la carrera del actor norteamericano fallecido ha sido sin duda su tr¨¢gico colof¨®n, que convirti¨® de la noche a la ma?ana al gal¨¢n rom¨¢ntico bien amado en despojo humano del mal llamado c¨¢ncer rosa.
Su imagen m¨¢s convincente
?ste ha sido , por otra parte, su mejor cambio de papel, su travestimiento m¨¢s pat¨¦tico, su imagen p¨²blica m¨¢s doliente y m¨¢s convincente. Nicholas Ray, ayudado por Wim Wenders, nos dio una lecci¨®n acerca de la obscenidad de la muerte. El actor Rock Hudson la ha completado con una brillante exhibici¨®n de la pornografla del desmoronamiento de un mito.
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