Luis Carandell para ver el fin de semana
Algunos tuvimos una cierta desaz¨®n cuando desapareci¨® de los telediarios de fin de semana Felipe Mellizo; se compens¨® con la llegada de Luis Carandell.No hay ninguna seguridad de que el hombre o la mujer que presenten los informativos deban salirse de una cierta neutralidad y de un simple lenguaje pulcro y claro; pero los fines de semana son cada vez m¨¢s otra cosa en Espa?a. Algo distinto, incluso, al antiguo domingo. M¨¢s que un perfil de descanso o de apoltronamiento, van tomando una psicolog¨ªa libertaria, un matiz de desapego burl¨®n, de desprendimiento no s¨®lo del entorno, sino de la imagen de uno mismo. El domingo antiguo nos disfrazaba -"Va vestido de domingo", se dec¨ªa-, y los fines de semana de ahora nos quitan el disfraz, nos vuelven a la naturaleza ¨¢crata. Quiz¨¢ desde el punto de vista de la seriedad social y de la eficacia paternalista del gran hermano, no se deber¨ªan hacer telediarios distintos, porque la doctrina no puede abandonarse ni un solo momento; afortunadamente se ha escogido esta otra f¨®rmula m¨¢s acorde con la voluntad de doble personalidad que se va desprendiendo de unas actitudes generalizadas, incluso m¨¢s all¨¢ de las diferencias de clase o de ocupaci¨®n.
Felipe Mellizo representaba esa especie de nueva soltura; la imagen del profesor distra¨ªdo, dejando deslizarse entre el imprescindible noticiario su acopio de im¨¢genes aparentemente prescindibles, colocando el libro o el cuadro que a ¨¦l le gustaban o el fragmento ins¨®lito de un reportajillo.
Su descuido, su prosodia un poco desencajada, eran un arte, que resultaba ser el de la sinceridad. Como si ¨¦l mismo viviese en un fin de semana permanente. Su final coincide con el trazado del personaje, con el hombre que se cansa y se aburre de s¨ª mismo; tan amante de la libertad que no quiere ni siquiera representarla. La desgana del fin de semana era su desgana. Se le despidi¨® con alguna pena.
Una imagen distinta
Luis Carandel tiene una imagen distinta, pero, curiosamente, tambi¨¦n coincide con la psicolog¨ªa libertaria del fin de semana. Aparte de una mirada azul de inocencia dominical y de un aspecto general como de amante de Eugenia de Montijo, aporta la finura de la an¨¦cdota, el punto ¨¢tico que distancia amablemente un retrato o una situaci¨®n.Viene de la alta burgues¨ªa catalana que amaba el libro y la m¨²sica y una cierta dulzura de vivir; la ha incrementado con el cosmopolitismo, con los viajes, con los idiomas. Su obra m¨¢s famosa es Celtiberia show, que fue primero un periodismo especial -en Triunfo-y luego libro de venta inacabable, y en ¨¦l estaba ya esa forma de ver a Espa?a como desde un fin de semana, de contemplar las tensiones, los fanatismos, el peque?o ramalazo de locura nacional, con la sonrisa que no le abandona nunca y con un cari?o especial; sin enfadarse. Porque Carandell es un hombe que no se enfada, y eso es muy raro en Espa?a: por lo menos en los cinco d¨ªas a los que la costumbre nos hace llamar laborables. Ha seguido la tradici¨®n cultural de los informativos de fin de semana, la impregnaci¨®n de Mellizo o el estilo que sus directores han elegido para esos d¨ªas. Pero les da su propio aire, su propio estilo.
Son telediarios de autor. Unas creaciones que de ninguna manera rompen la tersura semanal, ni est¨¢n exentos tampoco de los vicios o las virtudes de la informaci¨®n en televisi¨®n, que es otra cuesti¨®n distinta de la que se trata aqu¨ª y ahora.
Rubrica Carandell su media hora, donde la fe de lo dicho se adorna, como hacen los notarios en sus escritos, con los ringorrangos propios e inimitables. Buen compa?ero, culto e ir¨®nico, nunca da?ino, para olvidar el viernes ansioso y esperar el lunes adusto, instalado en el libertarismo provisional de nuestra doble personalidad a la espa?ola: no nos mete en la cabeza la informaci¨®n, no la martillea ni la clava, simplemente la deja ver, como para que nosotros hagamos lo que queramos con ella.
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