Julio
Julio Iglesias apareci¨® por sorpresa en la televisi¨®n del domingo. Lleg¨® con los honores de la primera cadena, vestido de blanco y adornado de la duda met¨®dica que da el largo exilio voluntario. El cantante no suele aparecer por las cadenas patrias, pero cuando lo hace domina el mundo de las cajas televisivas con la gallard¨ªa del que triunfa en el extranjero. Aqu¨ª se le hizo poco caso siempre, seg¨²n dijo en la entrevista que TVE-1 emiti¨® el domingo, pero fue lo suficientemente elegante como para no recordar las circunstancias en que ha sido denostada su fr¨¢gil figura de futbolista olvidado que busc¨® en Gwendolyne su salto a la fama.Con Julio Iglesias salt¨® a la fama el domingo, tambi¨¦n, la madre del entrevistador, L¨®pez Pedrol, que ha trasladado su voz lenta e insinuante de la radio a los plat¨®s m¨¢s r¨¢pidos de la televisi¨®n. Podr¨ªa creer que son la misma cosa. L¨®pez Pedrol fue al Caribe, a ver a Julio Iglesias en su refugio total, con varios encargos, y alguno de ellos era de su propia madre, que le sugiri¨® una de las preguntas con las que anim¨® la conversaci¨®n. A la madre de L¨®pez Pedrol, y a otras personas a las que ¨¦ste consult¨®, les extra?a esa ¨ªntima tristeza con la que aparece en el mundo el mayor triunfador que ha dado la canci¨®n ligera del mundo, despu¨¦s de Frank Sinatra. Los espa?oles, dijo en resumen el cantante de Me olvid¨¦ de vivir, cantamos m¨¢s los fracasos que los ¨¦xitos. Tambi¨¦n cantamos el t¨¦rmino medio, y ah¨ª est¨¢ su ¨¦xito para demostrarlo.
Julio respondi¨® a todo, e incluso habl¨®, para que quedara claro de una vez para siempre, de Isabel Preysler, que fue su esposa y con la que tiene una excelente relaci¨®n amistosa, porque ella es una mujer muy valiente, y punto. Las insinuaciones period¨ªsticas sobre su eterno enamoramiento isabelino no son ciertas, y responden s¨®lo a esa man¨ªa nacional de convertir el pasado en un objeto de perpetuo consumo. Y habl¨® de Chabely, que ya, s¨ª, es una mujer. Un cierto titubeo, entre la duda del universitario de Oxford y el tono sincopado del antiguo estudiante de Berkeley, le dio a la palabra de Julio la sensaci¨®n indefinida de que a aquel hombre vestido de blanco, moreno y seguro, le estaba ocurriendo alg¨²n drama peque?o, alg¨²n contratiempo que no le dejaba quietas las manos. Pod¨ªa ser un drama mayor, aunque eso no se percibe en las 625 rayas.
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