?Vuelve el carn¨¦ de prensa?
UNA LEY del Parlament catal¨¢n ha creado el Col.legi Professional de Periodistes de Catalunya, corporaci¨®n que pretende encuadrar -nunca mejor dicho- a los periodistas de la comunidad aut¨®noma. Todos los grupos parlamentarios prestaron entusiasta respaldo a la norma, que ha recibido elogios de la Asociaci¨®n de la, Prensa de Barcelona y del presidente de la Federaci¨®n de las Asociaciones de la Prensa de toda Espa?a. En ese clima de aparente unanimidad y regocijo, Agust¨ª Bassols, consejero de Justicia de la Generalitat, present¨® la ley como "el mejor regalo de cumplea?os" que los pol¨ªticos pod¨ªan hacer a los periodistas barceloneses para conmemorar el 75? aniversario de su asociaci¨®n profesional y como Una merecida recompensa de las instituciones auton¨®micas a quienes "tambi¨¦n contribuyeron al tr¨¢nsito de la dictadura al actual r¨¦gimen democr¨¢tico". Pues muchas gracias, se?or Bassols; ahora vamos a pensar los periodistas qu¨¦ cosa le regalamos a usted. No pod¨ªa faltar a. esa cita con la euforia ¨¦l portavoz de los socialistas catalanes, y el comunista Rib¨® se uni¨® al, festejo con el comentario -no, sabemos si adulatorio, o, mordaz, tal como est¨¢n las cosas- de que, finalmente, la profesi¨®n period¨ªstica "queda equiparada a otras profesiones liberales".Un gigantesco equ¨ªvoco se ha deslizado, sin embargo, en ese intercamb?o de regocijos y parabienes: pues la nueva ley dice aspirar "a dar cumplimiento a una necesidad muy sentida dentro de la profesi¨®n period¨ªstica para el mejor servicio de la sociedad", cuando en realidad esta cuesti¨®n de la colegiatura, o de la licencia, la titulaci¨®n y el carn¨¦ para ejercer el periodismo divide abiertamente a los profesionales y no es una aspiraci¨®n, sino una pol¨¦mica profunda, lo que sugiere. Tambi¨¦n una imposibilidad pr¨¢ctica mientras haya periodistas dispuestos a defender los principios liberales y democr¨¢ticos de la libre expresi¨®n y a abandonar toda tentaci¨®n corporativista. Lo que s¨ª es verdad, en cambio, es que la tan aplaudida norma del Parlament tiende a instrumentar una necesidad muy sentida dentro de la clase pol¨ªtica: conseguir que los periodistas presten un mejor servicio al poder y a las estructuras del establecimiento, bajo pretexto de hacerles m¨¢s responsables, profesionales, acad¨¦micos y dignos. No debe entonces el lector suponer, aburrido, que se encuentra ante un problema gremial, sino ante una discusi¨®n de fondo sobre la posibilidad de exigir, requisitos previos o no que faculten para el ejercicio profesional del derecho a la libertad de expresi¨®n. Eso supondr¨ªa la limitaci¨®n de facto de ese derecho de los ciudadanos en beneficio de una clase o casta profesional, la de los periodistas.
La colegiaci¨®n obligatoria de los profesionales de los medios de comunicaci¨®n ha sido, siempre un objetivo vehemente codiciado por los Gobiernos y la clase pol¨ªtica, deseosos de disciplinar la libertad de informaci¨®n y de meter en vereda a la Prensa; tambi¨¦n, una meta alta mente apreciada por los padrinos del periodismo, interesados en reforzar sus posiciones gremiales de poder mediante el control de las v¨ªas de acceso al trabajo en diarios, revistas y radios. Las demandas que se alzaron durante el franquismo desde sectores profesionales progresistas por la conversi¨®n de las asociaciones de la prensa en colegios ven¨ªan justificadas por un hecho: a la saz¨®n, dichas asociaciones estaban encuadradas en el verticalismo sindical y los periodistas dem¨®cratas contemplaban con envidia las facilidades de acci¨®n que los colegios profesionales ten¨ªan en los ¨²ltimos a?os de la dictadura frente a la camisa de fuerza que los sindicatos franquistas supon¨ªan. Hoy nada de eso tiene sentido. La cursi obsesi¨®n por dignificar la profesi¨®n period¨ªstica a trav¨¦s de la exigencia de una titulaci¨®n universitaria obligatoria ha perdido fuerza a medida que la masificaci¨®n de la ense?anza superior ha devaluado los diplomas oficiales, sin hablar de la triste experiencia de las facultades de Ciencias de la Informaci¨®n. Porque no es un problema de dignidades, sino de formaci¨®n y de responsabilidad: por eso, los pa¨ªses democr¨¢ticos se esfuerzan a la vez en garantizar una formaci¨®n universitaria a los periodistas y la mayor movilidad social posible para el acceso a la profesi¨®n sin ning¨²n tipo de requisito previo. Los periodistas no hacen sino ejercer de manera profesional un derecho que es de todos y que a nadie puede ser negado: el de informar. Es cierto que la ley del Parlament renuncia al requisito de una licenciatura concreta ,y admite v¨ªas no universitarias -al menos durante una etapa transitoria- para tener acceso a la condici¨®n de periodista colegiado y que no establece que la colegiaci¨®n sea obligatoria, sino voluntaria. Sin embargo, el n¨²cleo de la aberrante figura del profesional con carn¨¦ si gue inspirando el invento aprobado con sospechosa unanimidad por todos los grupos pol¨ªticos catalanes. Y la sola contemplaci¨®n de ver a los pol¨ªticos legislar, con sonrisas y parabienes, de manera especial para la Prensa repugna a la conciencia liberal.
La libertad de asociaci¨®n resulta incompatible con los mecanismos orientados a convertiren coercitiva la pertenencia a una organizaci¨®n profesional, y la libertad de informaci¨®n quedar¨ªa irremediablemente da?ada por la imposici¨®n a los periodistas de un artilugio como el proyectado por el Parlament. El art¨ªculo 20 de nuestra norma fundamental reconoce y protege el derecho de todos "a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier medio de reproducci¨®n y "a comunicar y recibir libremente informaci¨®n veraz por cualquier medio de difusi¨®n". Ese mismo art¨ªculo encomienda a una futura ley la regulaci¨®n del "derecho a la cl¨¢usula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de esas libertades", pero nada dice -como es l¨®gico- de la absurda posibilidad de que una norma aprobada por las Cortes Generales o por un Parlamento auton¨®mico pudiera secuestrar la libertad de informaci¨®n para entreg¨¢rsela como patrimonio gremial a los socios de un colegio. Por lo dem¨¢s, esa ley prometida no tiene por qu¨¦ ser, espec¨ªficamente una ley de Prensa -que ser¨ªa siempre una ley contra la Prensa-: bastar¨ªa con modificar convenientemente las leyes de enjuiciamiento y la legislaci¨®n laboral para garantizar el secreto profesional y la cl¨¢usula de conciencia de los periodistas. Por eso resulta significativo que estos pol¨ªticos a los que se les llena la boca de elogios y las manos de regalos de cumplea?os para los chicos de la Prensa se apresuren a querer colegiarnos a todos y escapen como de la peste de ese reconocimiento legal -que la Constituci¨®n exige- de derechos tendentes a garantizar una mayor seguridad jur¨ªdica a los profesionales y a sus fuentes y un mayor volumen de informaci¨®n, por tanto, a la sociedad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.