Problema de local
Todo hac¨ªa prever un magn¨ªfico espect¨¢culo: un Palacio de los Deportes lleno de p¨²blico dispuesto a disfrutar sin barreras y unos cantantes en el escenario preparados para convertir la noche en una fiesta. Al final. se consigui¨®, pero las constantes dificultades para escuchar con un m¨ªnimo de normalidad convirtieron el recital en una voluntariosa colaboraci¨®n entre cantantes y espectadores para llevar a buen fin el objetivo deseado por unos y otros.Lo dijo Silvio Rodr¨ªguez al salir al escenario: "El equipo es de lo mejor, el sonidista es de primera, los m¨²sicos son buen¨ªsimos y el local tiene las caracter¨ªsticas que tiene". Y un momento antes me lo comentaba un amigo: "No es un problema de sonido, es un problema de local". Ambos ten¨ªan toda la raz¨®n. La incomprensible negativa de los responsables del palacio a colocar las cortinas que en otras ocasiones han impedido que el local pareciera lo que es, un recinto deportivo, convirti¨® en inaudible un recital que se presentaba con los mejores augurios. La pregunta es siempre la misma: ?c¨®mo es posible que Madrid -y no es un caso ¨²nico entre las ciudades espa?olas- siga sin tener un auditorio musical que permita escuchar sin problemas de ac¨²stica?
Recital de folclor
Silvio Rodr¨ªguez con Afrocuba. Santiago Feli¨². Palacio de los Deportes de Madrid. Jueves, 31 de octubre.
La respuesta contin¨²a vagando por los insondables pasillos de la Administraci¨®n. Entretanto, el p¨²blico, que paga su entrada y se presenta dispuesto a entregar algo de lo mejor que tiene de s¨ª mismo en la escucha, y los m¨²sicos y cantantes, que salen a escena a entregar todo lo que tienen dentro, hemos de sufrir las consecuencias. En estas condiciones, adem¨¢s, resulta pr¨¢cticamente imposible realizar un comentario que vaya m¨¢s all¨¢ de un sufrido juego de adivinanzas.
Quien pag¨® la mayor cuota de dificultades fue sin duda Santiago Feli¨², nuevo nombre de la trova cubana, que hubo de afrontar en solitario la duda de si los gritos que sonaban en el recinto eran un rechazo a sus canciones o respond¨ªan a otro motivo. Tras el cari?oso aplauso con que los presentes le aclararon la duda y una buena interpretaci¨®n de S¨®lo le pido a Dios, del argentino Le¨®n Giecco, le result¨® imposible remontar el problema, y s¨®lo la correct¨ªsima actitud de Silvio Rodr¨ªguez al hacerle salir a cantar en cada bis permiti¨® que conocieramos minimamente las cualidades de un m¨²sico que tiene todo el aspecto de poseerlas en abundancia.
Silvio Rodr¨ªguez sali¨® con las ventajas de que sus canciones eran en buena medida conocidas por el p¨²blico, ser un artista con un absoluto dominio del escenario y venir acompa?ado por Afrocuba, grupo que a pesar de la incompleta escucha demostr¨® su impecable calidad. Hubo de luchar con la constante tensi¨®n que dominaba el ambiente, que condujo a un ofrecimiento por su parte de devoluci¨®n del importe de las entradas -pese a lo que las devoluciones no fueron importantes-, consiguiendo, no obstante, romper las barreras existentes y convertir en ¨¦xito lo que amenazaba acabar en cat¨¢strofe. ?sta es la cr¨ªtica que no pudo ser de un recital que no dejaron ser.
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