Tras las manifestaciones
DECENAS DE miles de personas se manifestaron el pasado domingo en diversas ciudades espa?olas para exigir la celebraci¨®n del refer¨¦ndum sobre la pertenencia de Espa?a a la OTAN, prometido por los socialistas en su programa electoral, y para propugnar la salida de nuestro pa¨ªs de la Alianza Atl¨¢ntica. Hace aproximadamente cuatro a?os, Felipe Gonz¨¢lez y otros dirigentes del PSOE encabezaron manifestaciones, tambi¨¦n masivas, para disuadir al Gobierno de Calvo Sotelo del ingreso de Espa?a en la OTAN, sin que apenas nadie dudase de la sinceridad, la buena fe y el patriotismo de los organizadores de esas concentraciones. No es procedente realizar ahora una descalificaci¨®n -basada en oscuros juicios de intenciones sobre sus m¨®viles- de quienes desfilaron anteayer por las calles espa?olas. Las concepciones conspirativas de la historia pueden despachar alegremente las manifestaciones del pasado domingo con interpretaciones paranoicas sobre los agentes extranjeros o el oro de Mosc¨². Pero nadie puede negar la confluencia en el rechazo de la OTAN de grupos y partidos de muy diversa ideolog¨ªa. .La doctrina seg¨²n la cual la sociedad de un pa¨ªs democr¨¢tico no tendr¨ªa ni legitimidad ni aptitud para pronunciarse sobre cuestiones de pol¨ªtica exterior descansa sobre una falta de confianza en la madurez pol¨ªtica y la capacidad de discernimiento de los ciudadanos. Si se acepta ese peligroso supuesto, los enemigos de la democracia podr¨ªan llevar el razonamiento hasta sus ¨²ltimas consecuencias l¨®gicas y extraer la conclusi¨®n de que todos los asuntos del Estado deber¨ªan ser conocidos y resueltos exclusivamente por una minor¨ªa autodesignada de sabios dictadores. El Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez no parece compartir esos humillantes recelos hacia la sociedad espa?ola, cuya madurez para refrendar la Constituci¨®n de 1978 y diferentes estatutos de autonom¨ªa puede extenderse sin dificultades insalvables a los compromisos de nuestra pol¨ªtica exterior. Otra cosa es que el Gobierno eval¨²e sus riesgos pol¨ªticos en la convocatoria del refer¨¦ndum.
La Constituci¨®n de 1978 estableci¨® un dise?o de Estado fundamentado en las instituciones representativas, capaz de conciliar la autenticidad del mandato popular con la eficacia exigida para la administraci¨®n de la sociedad. La pretensi¨®n de declarar inconciliables la democracia representativa, que otorga al Parlamento la capacidad de decidir en nombre de todos los ciudadanos, y la directa, basada en consultas peri¨®dicas al cuerpo electoral sobre cuestiones concretas, descansa sobre una falacia y carece de sentido en e? ordenamiento jur¨ªdico espa?ol. Nuestra norma fundamental articula, de forma complementaria a las elecciones peri¨®dicas de diputados y senadores, espacios excepcionales en nuestro sistema pol¨ªtico para la democracia directa mediante consultas a los ciudadanos sobre cuestiones determinadas. Los supuestos preceptivos (necesarios para la aprobaci¨®n de algunos estatutos de autonom¨ªa y para la reforma de la Constituci¨®n) y los casos discrecionales de refer¨¦ndum fueron objeto de una detallada regulaci¨®n por la ley org¨¢nica de 18 de enero de 1980.
Las opciones a favor o en contra de la permanencia o de la salida de Espa?a de la OTAN poseen id¨¦ntica carta de ciudadan¨ªa. Felipe Gonz¨¢lez y los dirigentes socialistas tienen derecho a revisar sus anteriores posiciones sobre la Alianza Atl¨¢ntica. Cualificados miembros del Gobierno han declarado que el problema de la OTAN es, ante todo, una cuesti¨®n de informaci¨®n. Sin duda el cambio de criterio de los socialistas sobre la Alianza Atl¨¢ntica refleje los nuevos datos a los que han tenido acceso a lo largo de estos tres a?os de poder. Pero ese sustancial viraje -reconocido por el presidente hace escasos d¨ªas- no ha sido suficientemente explicado a la sociedad espa?ola, en especial a quienes votaron en octubre de 1982 a los socialistas con el convencimiento de que su triunfo electoral implicar¨ªa el abandono de la OTAN. La resoluci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez de mantener "el compromiso contra¨ªdo por el PSOE de convocar un refer¨¦ndum para que sea el pueblo espa?ol el que decida acerca de nuestra pertenencia a la OTAN" debe ser interpretada no s¨®lo como el pago de una deuda con sus electores, sino, sobre todo, como un emplazamiento a los dirigentes socialistas para que se lancen a la tarea de explicar a sus bases las razones de ese cambio. Si Espa?a siguiese en la Alianza Atl¨¢ntica con una opini¨®n p¨²blica mayoritariamente en contra, el consenso alcanzado en el Parlamento distanciar¨ªa a los representantes de sus representados y abrir¨ªa una brecha en la confianza del electorado en las instituciones de la democracia representativa.
Por lo dem¨¢s, es imposible que el Gobierno no saque conclusiones de las manifestaciones del domingo o menosprecie el significado de las mismas. Manifestarse no es lo mismo que votar, y puede estar llena de gente la calle y las urnas repletas de votos con un significado diferente. De todas maneras, el PSOE no puede desconocer que un alto porcentaje de los cientos de miles de ciudadanos que se manifestaron en las ciudades espa?olas hace dos d¨ªas por la salida de la OTAN fue probablemente votante de los socialistas en las ¨²ltimas elecciones legislativas. La cuesti¨®n de la OTAN amenaza con romper las bases del partido y quebrar las de sus electores.
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