Media pel¨ªcula magistral
John Cassavetes sigue siendo, despu¨¦s de 25 a?os, un bicho raro en zool¨®gico de Hollywood. Fue el primer cineasta que rompi¨® las barreras de contenci¨®n del movimiento underground del cine neoyorquino -respuesta de airada pobreza a la opulencia californiana- con su legendaria Shadows (o Sombras), all¨¢ por el a?o 1959.M¨¢s tarde, Hollywood -por aquello de que la mejor manera de neutralizarlo es traerse el enemigo a casa y darle de comer- asumi¨® al bicho y lo domestic¨® aparentemente con la golosina de hacer de ¨¦l una estrella. El ind¨®mito neoyorquino entr¨® en la apisonadora de talentos y alcanz¨® -entre 1961 y 1967- a ser un actor de innegable talento y, por tanto, de mediana cotizaci¨®n. Nada m¨¢s.
Corrientes de amor
Director y guionista: John Cassavetes. Int¨¦rpretes: John Cassavetes, Gena Rowlands y Dianne Abbot. Producci¨®n norteamericana, 1983. Estreno en Madrid: cine Alphaville.
Nada m¨¢s hasta que, a?os m¨¢s tarde, Cassavetes se fug¨® del c¨®modo Eldorado californiano y volvi¨® a los or¨ªgenes, las calles neoyorquinas. En 1961 realiz¨® Faces (o Rostros) y, desde entonces, su trabajo como director persiste, a causa de la singularidad de su cine, a salto de mata. La ¨²ltima pel¨ªcula suya que son¨® en Espa?a fue Gloria. Ahora vuelve con una pel¨ªcula de 1983 -Love Streams o Corrientes de amor- en la que hay una hora inicial con cine de extraordinaria calidad y una segunda hora en la que Cassavetes no sabe impulsar hacia arriba los hilos de su historia y estos se le escapan de las manos y se deshilachan hasta el naufragio final.
Corrientes de amor est¨¢ imaginada, de manera desaforadamente rom¨¢ntica, como la historia -febril, en torbellino- del reencuentro de dos locos enamorados que, cada uno por su lado, son seres a la deriva y s¨®lo este reencuentro les permite reconstruir su ¨²nico amor al mismo tiempo real e imposible: son hermano y hermana. John Cassavetes y Gena Rowlands, tablas desamarradas a merced de corrientes que les arrastran sin rumbo, viven, textualmente, "una serie de suicidios, divorcios, derrotas y abusos de ni?os". Su locura es parte consustancial de su cotidianidad, y el reencuentro de ambos es el fugaz remanso de sus respectivos suicidios torrenciales.
Todo cuanto conduce a este reencuentro es en Corrientes de amor cine de primer orden, con acusad¨ªsima originalidad formal, en el que las peculiares maneras realistas del primer Cassavetes se han decantado hacia un expresionismo singular¨ªsimo, de especie ¨²nica, cuya s¨®la existencia dentro de un cine como el norteamericano, en el que todo gravita alrededor de la uniformidad, es de por s¨ª un hecho ins¨®lito.
Los largos proleg¨®menos de este reencuentro -m¨¢s de la mitad de la pel¨ªcula- son una obra antol¨®gica. Hay escenas con aut¨¦ntico genio cinematogr¨¢fico dentro: la atroz secuencia de Cassavetes con su hijo, el desolador paso de Rowlands por Europa, la maravilla de esta actriz en los tr¨¢mites de su divorcio, la delirante noche de borrachera de Cassavetes con la cantante mestiza. Pero el reencuentro entre hermano y hermana llega en forma inesperada y -puesto que el filme no da informaci¨®n previa al espectador- inesperable, aquello comienza a hacer agua y naufraga.
Las escenas de sue?os y rememoraciones de Rowlands son pegotes torpes e insensatos, que rompen la hasta entonces perfecta continuidad del filme. Su escena de compra de animales es innecesaria, lo que demuestra que el director pierde incluso el control de la elipsis, es decir del subentendido. El actor John Cassavetes pierde igualmente los papeles y se repite en progresiva rampa de ca¨ªda. Y de la cumbre inicial acabamos en una desoladora inexpresividad.
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