Una democracia con memoria hist¨®rica
Coincide en estos d¨ªas el d¨¦cimo aniversario de dos acontecimientos ¨ªntimamente vinculados entre s¨ª y ambos igualmente decisivos para Espa?a: la muerte del general Franco y el comienzo de la transici¨®n hacia la democracia tras el establecimiento de la Monarqu¨ªa en la persona de don Juan Carlos de Borb¨®n; transici¨®n hacia una democracia que hoy, al cabo de esos 10 a?os, se nos aparece como irreversiblemente consolidada.Diez a?os dan perspectiva suficiente para que, en el caso del general Franco, las opiniones pol¨ªticas sean progresivamente sustituidas por el an¨¢lisis de tipo hist¨®rico, como corresponde a un largo per¨ªodo de dictadura que ya es s¨®lo un triste recuerdo -y ni siquiera eso para los m¨¢s j¨®venes-, y cuyo orden de valores oscil¨® entre la mezquindad y la crueldad, y que a menudo entrecruz¨® ambas cosas. Diez a?os son tambi¨¦n tiempo sobrado, por lo que se refiere a la transici¨®n a la democracia, para que podamos ya calibrar la importancia hist¨®rica de acontecimientos y hechos que nos son ¨ªntimamente contempor¨¢neos.
No es gratuita esta reiterada menci¨®n de lo hist¨®rico. Porque tal vez la reflexi¨®n primera y la m¨¢s certera que hoy suscita la personalidad del anterior jefe del Estado sea, precisamente, ¨¦sta: que el general Franco, y todo lo que su nombre significa, es definitivamente, nos guste o no, parte insoslayable de la historia de Espa?a. Tal afirmaci¨®n viene a significar que el r¨¦gimen de Franco se nos aparece, ante todo, como un producto de circunstancias hist¨®ricas determinadas que, como tales, son irrepetibles; que no fue un accidente ajeno a la realidad hist¨®rica de Espa?a, sino el resultado de la din¨¢mica densa y compleja de ¨¦sta.
Dec¨ªa Goethe que la historia es el instrumento por el que el hombre se libera del pasado. Pues bien, ¨¦sa ha sido y es la voluntad de la Espa?a democr¨¢tica: liberarse de su propio pasado -del inmediato y del mediato- a trav¨¦s de un esfuerzo de objetivaci¨®n y generosidad (que probablemente no le ha sido suficientemente reconocido). La democracia espa?ola, en efecto, ha asumido serenamente su historia, incluida en ella la figura del general Franco.
- Este Gobierno socialista, en concreto, reclama con orgullo leg¨ªtimo la tradici¨®n de la que procede y la memoria de los hombres que la hicieron. Pero entiende que en la historia de Espa?a conviven y confluyen tradiciones, h¨¢bitos de comportamiento, mentalidades, ideolog¨ªas, aspiraciones muy diferentes, todas ellas expresi¨®n, a su manera, de las muy distintas formas que ha habido y hay de entender la realidad hist¨®rica y cultural de Espa?a. A este Gobierno, nada de lo que es espa?ol le es ajeno, ni en su historia ni en su presente, ni siquiera aquello que en esa historia o en ese presente ni le gusta ni aprueba.
La democracia espa?ola ha asumido, por tanto, la memoria hist¨®rica de Espa?a con una voluntad b¨¢sica de integraci¨®n. No pod¨ªa ser de otra forma. Pues asumir toda la historia es consustancial a la esencia misma de la democracia, que se apoya, precisamente, en la doble idea de que la verdad (hist¨®rica o actual) s¨®lo existe desde una perspectiva y de que toda perspectiva contiene una parte de verdad. El pluralismo es, as¨ª, la esencia de la libertad.
Y la libertad, la recuperaci¨®n de la libertad, es justamente el anhelo que recorre los 10 a?os de transici¨®n que en estos d¨ªas conmemoramos. Ahora sabemos claramente que la libertad, que la democracia, son justamente, el proyecto en com¨²n que quer¨ªan y quieren los espa?oles.
. Pensar la historia. de Espa?a ha sido tambi¨¦n en esto decisivo; porque nunca en nuestra historia se abord¨® un proceso de transici¨®n a la democracia -y es bien sabido que ha habido varios- con una conciencia hist¨®rica tan despierta, con una memoria colectiva tan alerta, como las que han existido y funcionado en la transici¨®n iniciada en 1975. Y esa firme determinaci¨®n a no repetir nuestra historia -a no repetir una historia de transiciones incompletas y frustradas- es precisamente uno de los principales factores o claves del ¨¦xito de nuestro actual proceso pol¨ªtico.
Por otra parte, jam¨¢s en la historia de Espa?a han confluido circunstancias tan favorables a la consolidaci¨®n de la democracia como las que confluyen ahora. Por el crecimiento econ¨®mico y social del pa¨ªs, por el mayor nivel educativo de los espa?oles, por, la modernizaci¨®n evidente de mentalidades y formas de vida, por el prestigio de las instituciones -y, en primer t¨¦rmino, de la Corona-, por la legitimidad moral que la idea de libertad tiene entre nosotros, por el talante de todos quienes con su esfuerzo han protagonizado y protagonizan el mismo proceso de transici¨®n, Espa?a est¨¢ irreversiblemente abocada a vivir en libertad y a cerrar definitivamente el problem¨¢tico ciclo, tan complejo y dif¨ªcil, que ha constituido su historia contempor¨¢nea.
Es sencillamente justo que as¨ª sea. Porque la libertad, como dec¨ªa Manuel Aza?a, otra figura que es ya, para nosotros, inseparable de nuestra historia, no hace a los hombres mejores; los hace, simplemente, hombres.
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