Truculencia superficial
En los carteles publicitarios de la pel¨ªcula norteamericana Noche de miedo figura escrito con letras de id¨¦nticas dimensiones a las que merecen los nombres del director-guionista, el productor o los protagonistas, el de Richard Edlund, que es un t¨¦cnico en efectos especiales que gan¨® el a?o pasado un oscar por su trabajo en Los cazafantasmas.Es justo que as¨ª sea porque Richard Edlund es el aut¨¦ntico vampiro -para bien y para mal- de esta pel¨ªcula norteamericana sobre vampiros en la actualidad. El despliegue de efectos truculentos, ya sean de luz, ya de sonido o de maquillaje, suplanta totalmente los viejos sistemas de producci¨®n de terror.
Si en un televisor vemos, en ¨¦l transcurso de Noche de miedo, algunos planos del cl¨¢sico Frankenstein, de James Whale, u otros de corte peri¨®dico correspondientes a Frankenstein y el hombre lobo o La mansi¨®n de Dr¨¢cula, es para que el espectador pueda comprender mejor la distancia que separa este filme de Tom Holland de la poes¨ªa de Whale o del humor directo y barato de Abbot y Costello.
Noche de miedo
Director y guionista: Tom Holland. Int¨¦rpretes: Chris Sarandon, William Ragsdale, Amanda Bearse, Stephen Geoffreys, Roddy McDowall. Fotografia: Jan Kiesser. M¨²sica: Brad Fiedel. Efectos especiales: Richard Edlund. Estadounidense, 1985. T¨ªtulo original: Fright night. Estreno en Rialto y La Vaguada.
Quedamos, pues, en que el mayor atractivo de esta Noche de Miedo reside en la perfecci¨®n de las transformaciones -de lobo en hombre, de hombre en monstruo- y en la parafernalia que acompa?a la destrucci¨®n del refugio del moderno- conde Dr¨¢cula, en este caso convertido en un joven y ambidextro vampiro, dedicado a los negocios publicitarios, vestido a la moda y frecuentador de las mejores discotecas, costumbre esta ¨²ltima que permite incluir una secuencia rodada en el m¨¢s puro estilo de videoclip y destinada a la promoci¨®n de una melod¨ªa.
M¨¦ritos relativos
Adem¨¢s de esos m¨¦ritos relativos, Noche de miedo es, a ratos, aquellos menos determinados por el lujo de los acabados, un producto que recuerda agradablemente esos t¨ªtulos a los que homenajea en el sentido de agrupar algunos elementos caracter¨ªsticos de una serie B.Ah¨ª est¨¢n la mansi¨®n g¨®tica; la chica celosa de su virginidad, pero pronto seducida por el halo mal¨¦fico del vampiro; el viejo escapado de la novela de Stoker convertido en una pieza de museo y recluido en un canal de televisi¨®n que emite en horas de poca audiencia; Ia relaci¨®n de amistad entre dos amigos que acaba destruida por los colmillos del rey de las tinieblas; el drama del amor imposible y de la fascinaci¨®n del mal, as¨ª como otros temas o materiales recurrentes en el g¨¦nero.
El trabajo de Tom Holland, aunque pulcro, es muy superficial, ya que en ning¨²n momento se plantea las dificultades aut¨¦nticas de resucitar un mito como Dr¨¢cula, situando la acci¨®n en el a?o 1985. Las connotaciones sexuales y puritanas que conlleva el personaje son obviadas o aplicadas mec¨¢nicamente, perdi¨¦ndose el sentido aut¨¦ntico y convirtiendo a la chica en una atl¨¦tica mojigata. Despu¨¦s de Sangre para Dr¨¢cula, de Morrisey, no hay que tomar en vano el nombre del viejo conde.
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