Bravatas y muertes
TRAS EL atentado en el que perdieron anteayer la vida los marinos Rafael Melchor y Jos¨¦ Mar¨ªa Ibarz¨¢bal, el asesinato del guardia civil Isidoro D¨ªez Ret¨®n, perpetrado en Pasajes en la noche del pasado lunes y el del guardia civil retirado, Jos¨¦ Herrero, de 67 a?os, en Lasarte, parecen confirmar el prop¨®sito de ETA de lanzar una nueva y cruenta ofensiva desestabilizadora. Las declaraciones del diputado socialista Garc¨ªa Damborenea y del ministro Barrionuevo, defensores de la tesis seg¨²n la cual el silencio de las armas se deber¨ªa exclusivamente a la impotencia de los terroristas, han tenido el car¨¢cter objetivo -fuesen cuales fuesen sus intenciones- de una provocaci¨®n. Si el crimen es la ¨²nica forma que tienen los miembros de ETA de demostrar a los dem¨¢s -y de demostrarse a s¨ª mismos- su identidad, constituye una temeridad emplazarles a la violencia, ya que la ¨²nica respuesta previsible es la sangre. Aunque las especulaciones sobre una eventual tregua de ETA -difundidas por medios de comunicaci¨®n de Bilbao y de Madrid- se hayan mostrado carentes de fundamento, el m¨¢s elemental sentido com¨²n exig¨ªa una mayor prudencia en los dirigentes socialistas. Aunque no har¨¢ falta decir que esto no aten¨²a en lo m¨¢s m¨ªnimo el repugnante car¨¢cter de los cr¨ªmenes terroristas de San Sebasti¨¢n, Pasajes y Lasarte.Por lo dem¨¢s, nadie ha negado hasta ahora la multiplicaci¨®n de los contactos personales -en Francia o en Am¨¦rica Latina- entre representantes del Estado y miembros de ETA, orientados a conseguir la reinserci¨®n social de los antiguos terroristas dispuestos a renunciar a la violencia. En las ?das y venidas de esa aut¨¦ntica negociaci¨®n por la paz, que no guarda relaci¨®n alguna con el espejismo imposible de un remedo de solemne reuni¨®n en la cumbre entre emisarios del Gobierno socialista y dirigentes de las bandas armadas para discutir el futuro del Pa¨ªs Vasco, no ser¨ªa extra?o que algunos responsables de la organizaci¨®n terrorista pudieran haber llegado a recibir y a entender esos mensajes reconciliadores. A este respecto, el caso de Mar¨ªa Dolores Gonz¨¢lez Catara¨ªn, alias Yoyes, resulta paradigm¨¢tico. Es dif¨ªcil suponer que la reinserci¨®n social de quien ocupara puestos de m¨¢xima responsabilidad en ETA Militar tras el asesinato de Argala -en estos momentos Yoyes vive normalmente en Espa?a- no haya tenido profundas repercusiones dentro de la organizaci¨®n terrorista y en su periferia ideol¨®gica y pol¨ªtica. La lista de supuestos traidores a la causa del pueblo vasco, acusados de haber renunciado a la violencia y de haber aceptado las v¨ªas democr¨¢ticas, es demasiado extensa como para que la descalificaci¨®n resulte m¨ªnimamente cre¨ªble. Esa relaci¨®n, nutrida con centenares de nombres, comienza con algunos dirigentes hist¨®ricos de ETA-VI Asamblea; contin¨²a con Mario Onaind¨ªa, Javier Izco y Teo Uriarte (condenados a muerte en el juicio de Burgos de 1970 y hoy militantes de Euskadiko Ezkerra), y termina provisionalmente con Yoyes.
En esa perspectiva, resulta l¨®gico suponer que algo se est¨¦ moviendo, y de forma acelerada, dentro de la organizaci¨®n residual de ETA en Francia, del exilio vasco y de Herri Batasuna. Excepto las fuerzas de la involuci¨®n, los ide¨®logos de la sangre y los mercaderes de la muerte, todo el mundo est¨¢ de acuerdo en buscar los caminos que faciliten la pacificaci¨®n del pa¨ªs Vasco y termine as¨ª de una vez esta desoladora siembra de cad¨¢veres.
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