Audrey, feliz regalo de Navidad
Varios milagros se pisaron los talones, pero uno, en 1957, decisivo. En ese a?o lleg¨® Funny face, o Una cara con ¨¢ngel, cine sedoso y aterciopelado, musical de altos vuelos donde Edith Head y Givenchy vest¨ªan la desnudez de una actriz jovencita, Audrey Hepburn, mientras Avedon la fotografiaba muy especialmente en los cr¨¦ditos; Astaire, eterno Fred, danzaba a su lado los et¨¦reos compases de Gershwin, y Donen, con su no femenina, pero s¨ª delicada direcci¨®n, daba forma a una loca parodia sobre el intelectual franc¨¦s de superficie. El triunfo, en suma.Audrey Hepburnno era una reci¨¦n llegada. Previamente hab¨ªa sido princesita de Vacaciones en Roma, tambi¨¦n Sabrina, de Wilder, y una estilizada Natasha para Guerra y paz, Tolstoi recreado por Vidor. En otras palabras, que por esas fechas la joven actriz se estaba cincelando r¨¢pidamente la fama. Entr¨® en la d¨¦cada rom¨¢ntica por antonomasia, que habr¨ªa de ser suya y s¨®lo suya, con carn¨¦ de primera.
Audrey, o las pel¨ªculas de Audrey, miran a menudo hacia Europa. Audrey, actriz anglosajona aun nacida en Bruselas -los actores no nacen donde nacen, sino donde se hacen-, es el emblema de una nueva ciencia exacta: el arte cosm¨¦tico, concebido a orillas del Sena, elegante y decorativo; art d¨¦co mismamente. Y en ese contexto, la segunda Hepburn del cine monopolizaba con su tentadora inquietante presencia virginal un nuevo concepto de actriz y de sexo, a la vez glacial y fogoso, que se daba de bofetadas con la naciente tempestad de las stars femeninas, todo sexo y nada seso: Ursula Andress, en aquellos d¨ªas, sal¨ªa del mar con su concha y su largo cuchillo; nac¨ªa la Bond girl..
Sexualidad de porcelana
La primera en la frente de los sesenta, sin embargo, fue, cosas de la vida, un westem, de Huston, Los que no perdonan. La sexualidad de porcelana de Audrey, ah¨ª, se code¨® con el sexo tallado en bruto del bruto Lancaster, en liza con los indios y entre no s¨¦ cu¨¢ntos problemas familiares. La pel¨ªcula es una rareza de las que no se olvidanDel Oeste al Este. A Nueva York, desayunando con diamantes en Tiffany's de la mano de Blake Edwards y el feo de Truman Capote. ?Qu¨¦ pel¨ªcula! Lo m¨¢s sofisticado, elegante y sensible, con Dos en la carretera , de la d¨¦cada. Revisar ahora Desayuno con diamantes, esa obra maestra de la comedia sentimental, es lo mejor que nos depara este ciclo que empieza hoy en TVE. Desayuno con diamantes, adem¨¢s, es un bar¨®metro; mide con precisi¨®n la atm¨®sfera del momento en la sociedad norteamericana y lo hace, decorosamente, desde la atalaya del lujo, el aparta mento gatuno y la crencha rubi cunda de George Peppard, el amigo fiel. Es, sin lugar a dudas, un l¨ª cito an¨¢lisis al microscopio de la cultura norteamericana realizado en la superficie; tan l¨ªcito como el realizado, esta vez desde el subsuelo, por Cassavetes en Shadows, fruta del mismo tiempo.Otros delirios refinados de la d¨¦cada, como la ya mencionada Dos en la carretera, de Donen, hacen de la actriz la reina del arte ligero, de los mil peinados pr¨¦t-¨¢porter y de la ambig¨¹edad sexual. Ese sello se repite en Charada, de Donen, en Encuentro en Par¨ªs y en My fair lady, de Quine y Cukor, respectivamente, inmortalizando para siempre a Audrey en el papel higi¨¦nico del celuloide.
Con la muerte de los sesenta se fue nuestra princesita, para volver, en los setenta, aunque encantadora, rota y cosida, pocha, arrugada como una chufa. Richard Lester ten¨ªa que ser quien la sacara del fango de los crep¨²sculos para devolv¨¦rnosla, mejor actriz. que nunca, en Robin y Marian, una parodia dulce, serena y muy rom¨¢ntica, del arquero de Sherwood. A su lado, otro sexo de los sesenta, ¨¦ste con menos sensibilidad y psicolog¨ªa que una oruga menop¨¢usica, desmitificaba la figura de Errol Flynn con sus prominentes michelines, su calva reluciente y unas abruptas cejas dignas de V¨ªctor Mature: Sean Connery. Connery y Hepbum estuvieron eminentes en Robin y Marian, descorchando la vieja memoria de nuestro tr¨¢nsito por los sesenta y el sexo feroz de .los sesenta, sea del lado fino y reflexivo, sea a trav¨¦s del arquetipo m¨¢s grotesco del macho con licencia para copular.
Peter Bogdanovich tambi¨¦n expurg¨®, con Todos rieron, el pecado del olvido. L¨¢stima que un a?o antes el pat¨¢n de Terence Young hiciera lo propio, rescatarla, con una bobada llamada Lazos de sangre. Y es que Audrey no deber¨ªa volver as¨ª como as¨ª a las pantallas; es un recuerdo de imagen concreta, delicada hierba arom¨¢tica de un pasado que conviene guardar en la caja limpia de la memoria o, ahora, en la m¨¢s tonta del televisor. Un ciclo, un recuerdo fugaz, una llama viva. Feliz regalo de Navidad.
El ciclo dedicado a Audrey Hepburn empieza a emitirse hoy, a las 22.30 horas, por TVE-1
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