El umbral de la tempestad
El ¨²ltimo filme de Istv¨¢n Szab¨® cuenta la tumultuosa historia del coronel Alfred Redl, comandante del cuerpo de ej¨¦rcito del imperio austro-h¨²ngaro en Praga y ex jefe del Evidenzb¨¹ro, supersecreto servicio de inteligencia del Ej¨¦rcito imperial al servicio directo de la corona imperial vienesa. En mayo de 1913, Redl, hombre de raza jud¨ªa, origen muy humilde y oriundo de la regi¨®n de Galizia, se dispar¨® en su despacho un tiro en la sien.Se ech¨® velozmente tierra sobre el vidrioso asunto, pero la noticia, -a causa de la oscura fama del personaje- recorri¨® como un rel¨¢mpago las canciller¨ªas europeas y algunos extra?os hilos se desprendieron de ella. Estos hilos formaban un fascinante rompecabezas, que fue reordenado en las investigaciones del periodista pragu¨¦s Egon Erwin Kirsch, apodado El Reportero Galopante, que puso luz en algunas pistas inquietantes del caso, en las que se entremezclaban pugnas de castas militares, purgas de jud¨ªos en los cuadros de oficiales del Ej¨¦rcito imperial, susurradas- revelaciones sobre la homosexualidad del suicida y, como impenetrable tel¨®n de fondo, un enrevesado tejido de corrupciones, traiciones y telas de ara?a de doble espionaje.
El coronel Redl
Director: Istv¨¢n Szab¨®. Gui¨®n: P¨¦ter Dobai y Szab¨®. Fotografia: Lajos Koitai. Producci¨®n germano-h¨²ngara, 1985. Int¨¦rpretes: Klaus Mar¨ªa Brandauer, Armin M¨²ller-Staffi, Gudrun Landgrebe, Hans Christian Blech, Jan Niklas, Dorottya Udvaros, Athina Papadirnitriu , Andras Balint, K¨¢roly Eperjes. Estreno: Roxy B y N¨¢rvaez, de Madrid.
El filme narra esta compleja historia pausadamente, en un discurso cinematogr¨¢fico de aguas estancadas perfectamente adecuado a la quietud viciada del ojo del hurac¨¢n que precedi¨® a la tempestad hist¨®rica que arrastr¨® consigo al imperio austro-h¨²ngaro y condujo al estallido de la I Guerra Mundial. En estas turbias aguas, el autor de Mephisto nada a sus anchas y surca el trabajoso pantano con facilidad, casi a media voz, con envidiable seguridad en el ritmo.
Su filme es un alarde creaci¨®n de ambientes y caracteres. En este sentido carece de fisuras y, si se tiene en cuenta, por un lado, el inter¨¦s argumental del asunto y, por otro, la solvencia de los actores -en especial Klaus Mar¨ªa Brandauer, que hace un trabajo de alt¨ªsima calidad-, convence, sobre todo en las escenas de interior, que son las m¨¢s: unas escenas de claroscuro en las que la fotograria de Lajos Koltai investiga con abrumadora eficacia y alcanza sensaci¨®n de perfecci¨®n.
Pero esta sensaci¨®n se diluye a medida que el filme se adentra en las complicad¨ªsimas ramificaciones del caso Redl, que se extienden, a lo largo de dos horas y media, en demasiadas cuestiones perif¨¦ricas, sobre todo al final del filme, circunstancia que nos hace perder de vista al n¨²cleo. Y la calculada lentitud del filme se torna morosidad y, al final, no calculada opacidad.
Szab¨® ha querido abarcar demasiado. Su filme, que tiene cosas excelentes, peca de dispersi¨®n pese a parecer perfectamente engarzado todo en ¨¦l. La solidez de la realizaci¨®n da enga?osos aires de acabamiento a algunos aspectos formalmente imprecisos, del filme, sobre todo a partir de que se inicia la escalada de Redl desde puestos militares a puestos pol¨ªticos. El crucial giro del personaje no es una evidencia de las im¨¢genes, sino una deducci¨®n con sacacorchos que el espectador ha de hacer de lo que ocurre, y obligado a indagar en lo que ve, su imaginaci¨®n comienza a ir por un lado, mientras el discurso filmico va por otro. Ya mitad de pel¨ªcula, ¨¦sta cae, para levantar la cabeza s¨®lo en la magistral escena del suicidio. Pero ya es tarde.
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