Balada de la c¨¢rcel de Reading o de la jaula de Pound
Nunca Jos¨¦ Antonio, el gran gomoso, dijo, pese a todo, que el fascismo fuera la Inquisici¨®n, quemar herejes en nombre de no s¨¦ qu¨¦ hoguera ni de qu¨¦ sol. Y a todo esto, entre miedo y miedo, dir¨ªase que estamos en pleno sigIo XX, i.e, en 1985, a pleno sol, o debajo de la lluvia. No es de ahora la historia, ni de hoy, ni de nunca. Proviene, precisamente, de la Edad Media, que es el instante exacto en que nos encontramos. Empieza, para m¨ª, en 1977, A?o Internacional de la Infancia; me encontraba entonces en Palma de Mallorca, trabajando para los anarquistas del Talayot Corcat. All¨ª me cre¨ªa Jesucristo, y de ah¨ª que los mencionados sujetos me vigilaran constantemente por si perd¨ªa la raz¨®n que en parte alguna se halla, a lo que se aparece. Pero repito que entonces, por muy risue?a e infeliz que parezca la historia, me cre¨ªa Jesucristo, y no es que me quisiera casar, sino volverme a encontrar con la virgen, s¨ª, con esa chica que sali¨® en televisi¨®n el otro d¨ªa.
Y mientras no se cumpli¨® la profec¨ªa, todo circul¨® por los debidos tr¨¢mites, esto es, por los c¨ªrculos conc¨¦ntricos del infierno de la usura mental. Pero ya aparecer¨ªan los Guerrilleros de Cristo Rey a sustituir la libertad por la penitencia y la tortura. Por el momento, lo que a m¨ª m¨¢s me importaba era la isla de Dragonera, que los anarquistas, y compris moi, quer¨ªamos que no urbanizaran. Sin embargo, nada les importar¨ªa luego a tan fascistas y siniestros personajes que el infierno se apareciera all¨ª en la figura del dinero, o sea, de la inmobiliar¨ªa que en aquella isla hab¨ªa invertido millones. Lo que tan s¨®lo les interesaba, al parecer, era su santidad, esto es, su escisi¨®n simb¨®lica, su astilla en la cabeza: l¨¦ase Cristo o el Anticristo.
Pero hasta que, corno dije, no se cumpli¨® la profec¨ªa, no anduvieron tan pelmas. Y la forma en que aqu¨¦lla hubo de cumplirse fue la muerte. Tres o cuatro provocadores, cinco o seis guardias civiles que defend¨ªan la isla, unos de infarto de miocardio y otros perdiendo el retrovisor, o lo que es lo mismo, los ojos, que en franc¨¦s se dice vue, o vie. Au volant la vue c'est important, la prudence aussi, como dijera el anuncio de alg¨²n metro parisiense en donde jam¨¢s rec¨¦. Y entonces todos creyeron en el milagro, en lo oscuro, en lo que Freud apodara para ninguna hora lo unheimlich, o mejor, lo indecible, esto es, lo producido por la verdadera forclusi¨®n, que era para el verdadero Freud, no una denegaci¨®n simb¨®lica esclava de cierta misteriosa ley, sino una prohibici¨®n cultural. Le¨¢nse se?ores y, perdonen el par¨¦ntesis en medio de tan oscura biograf¨ªa, el texto de Freud Lo siniestro. A la venta est¨¢. Pues bien, si lo han le¨ªdo, observar¨¢n ustedes que tal par¨¦ntesis procede, no de una enigm¨¢tica ley, sino que es producto de la ¨²nica ley que existe entre las geograf¨ªas, que es la ley de relatividad cultural. Paso a Georges Devereux, Ensayos de etnopsiquiatr¨ªa, sobre lo relativo del. malestar.
En fin, el caso es que al fin creyeron. S¨®lo la muerte demuestra que la existencia es cierta y, de paso, si me matan, que yo existo, y que no he desaparecido en la lejana Argentina, ni mi cuerpo est¨¢ hundido bajo flechas que no le pertenecen y que, como las flores del ?rtico, n'existent pas.
Y cuando creyeron en la muerte, creyeron en el Anticristo, esto es, volviendo a Freud, en lo siniestro, en lo puramente sin nombre, en lo indecible, en lo unheimlich. De nada me sirvi¨® tratar de explicarle a un periodista medio subnormal que si Hegel dec¨ªa que Napole¨®n era Jesucristo, i.e., el sujeto absoluto, que si tal que si cual. No, muerta la religi¨®n y muerto de una vez por todas Jesucristo, s¨®lo quedaba lo unheimlich, la inquietante extra?eza: cuando los dioses no tienen nombre: ¨¦sta era la denegaci¨®n cultural que s¨®lo Jung, el m¨¢s perseguido de los hombres, tuvo el cuidado de tratar de indagar. He aqu¨ª lo que desconoce la psiquiatr¨ªa: lo mismo que tanto preocupaba a los Guerrilleros de Cristo Rey, esto es, la fe que ellos mismos, y al parecer toda Espa?a, detestan, por mucho que la Internacional Antifascista quisiera dar "el golpe de Estado por la f¨¦", esto es, en nombre de lo que no existe, de una certidumbre sin nombre.
Pero he aqu¨ª que, parecido a un fantasma, parecido a un libro que no existe, semejante a la ceguera, al ojo, algo vuelve a mirar, a mirarnos. Tras largos a?os de dictadura ps¨ªquica burguesa, de l¨®gica de la apariencia, un fantasma recorre el mundo, el fantasma del comunismo, el proletariado o la cultura corporal. Simplicitas. Cae de las estatuas el oscuro goce, el sadismo, la perversi¨®n cerebral debida al dogma, y de las Iglesias llue ve ceniza.
El fascismo ha muerto.
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