La multitud ocup¨® desde primera hora de la tarde el centro de Madrid para el ¨²ltimo homenaje a Enrique Tierno
Una multitudinaria manifestaci¨®n de duelo de varios cientos de miles de personas dio ayer por la tarde el ¨²ltimo adi¨®s al alcalde de Madrid, Enrique Tierno, fallecido el domingo por la noche. La muchedumbre, que apenas rompi¨® el silencio para aplaudir al paso del f¨¦retro, en coche de caballos, y corear el nombre de Tierno, comenz¨® a formarse desde el mediod¨ªa y se disolvi¨® tras el acto f¨²nebre, sin que se produjera un incidente digno de menci¨®n. Segu¨ªa al f¨¦retro una amplia representaci¨®n de organismos oficiales, presidida por el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez. Una media hora dur¨® el recorrido entre la Casa de la Villa, sede del Ayuntamiento, y la plaza de Cibeles, donde el alcalde en funciones, Juan Barranco, pronunci¨® unas palabras de homenaje y despedida. Gran parte de los presentes portaba pegatinas con la frase Hasta siempre. El cortejo prosigui¨® luego, motorizado, hasta el cementerio de la Almudena. Una parte de los espectadores, decepcionada por la rapidez del acto, pidi¨®, sin ¨¦xito, que la conducci¨®n continuara a pie.
El ¨²ltimo paseo de Enrique Tierno por la calle Mayor y la calle de Alcal¨¢, hasta llegar a la fuente que universalmente simboliza la ciudad que ¨¦l rigi¨® durante casi siete a?os, fue una escalofriante combinaci¨®n de solemnidad y fervor popular. La solemnidad la daba la estructura del cortejo; el fervor, las decenas de miles de personas que desde aceras y balcones lanzaban flores y gritos de "Tierno, Tierno" y "Alcalde, amigo, el pueblo est¨¢ contigo" o las 100.000 pegatinas que portaban muchos de los asistentes con un escueto Hasta siempre.Poco antes de las tres de la tarde, hora prevista para comenzar el entierro, Jos¨¦ Ram¨®n Garc¨ªa, director de la Polic¨ªa Municipal, manifestaba que su departamento se encontraba frente "al movimiento de masas m¨¢s dif¨ªcil que se ha visto en Madrid en los ¨²ltimos a?os". Garc¨ªa coordinaba a 1.000 polic¨ªas municipales, a los que hab¨ªa que a?adir decenas de polic¨ªas nacionales. Unos 300 informadores cubr¨ªan el acontecimiento.
El cortejo f¨²nebre propiamente dicho comenzaba con 21 coches de color vinoso de los Servicios Funerarios Municipales completamente abarrotados de coronas y ramos de flores. Detr¨¢s galopaban sobre disciplinados corceles 21 lanceros del escuadr¨®n de gala de la Polic¨ªa Municipal, ataviados de coraceros. Despu¨¦s iba la carroza funeraria, tirada por seis caballos negros empenachados.
La carroza, de madera negra labrada y con numerosos adornos dorados, es una reliquia conservada por el Ayuntamiento de Barcelona y tra¨ªda expresamente para la ocasi¨®n. Andr¨¦s Pujadas, un catal¨¢n de pelo cano y vestido con sombrero de copa y levit¨®n negro, condujo el veh¨ªculo.
Los concejales sacaron del Ayuntamiento el ata¨²d con los restos del viejo profesor hacia las tres y diez de la tarde. Minutos antes, el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, hab¨ªa impuesto a Tierno, a t¨ªtulo p¨®stumo, la Gran Cruz de Carlos III.
La comitiva parti¨® de la plaza de la Villa a las 15.12 horas, entre fuertes aplausos de las personas que llenaban las aceras de la calle Mayor. El sonido de las palmas se confundi¨® en un momento impresionante con el ta?ido de las campanas, el eco de los cascos de los caballos y el sonido de las aspas de los helic¨®pteros que sobrevolaban el lugar.
El trayecto hasta Cibeles se realiz¨® casi a la carrera. La gente, desde aceras y balcones, arrojaba flores y aplaud¨ªa. L¨¢grimas en los ojos y pu?os en alto jalonaron todo el recorrido.
Delante de la carroza marchaba un ujier con el coj¨ªn que conten¨ªa las insignias de mando del alcalde y las medallas que le han concedido estos d¨ªas el Ayuntamiento y el Gobierno. Detr¨¢s caminaban Juan Barranco, que llevaba del brazo a la viuda del alcalde, y el hijo y la nuera de ¨¦ste. En la fila siguiente, Felipe Gonz¨¢lez, Alfonso Guerra y las otras personalidades.
En Cibeles, Barranco dio el ¨²ltimo adi¨®s que recibi¨® Tierno rodeado por la multitud. Las notas de una marcha f¨²nebre apenas se o¨ªan por el ruido de los helic¨®pteros. La rapidez del acto provoc¨® que se pidiera que el ¨²ltimo tramo hacia el cementerio se hiciera tambi¨¦n a pie.
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